lunes, 4 de marzo de 2019


WALTER ADUVIRI: 
EL NIÑO TERRIBLE DEL SUR
Maritza Espinoza LA REPUBLICA 4 Mar 2019
Esta semana, el hombre del "aymarazo" se peleó con sus colegas Zenón Cueva, gobernador regional de Moquegua, y Elmer Cáceres, de Arequipa, echando por tierra el supuesto bloque radical del sur del país.
Aduviri logró realizar estudios superiores: se graduó en Contabilidad en la Universidad Andina Néstor Cáceres Velásquez y doctorado en Contabilidad y Administración en la Universidad Nacional del Altiplano de Puno, Créditos: ilustración: Alejandro Alemán
Si hay algo que quienes conocen a Walter Aduviri juran que disfruta, es que le digan el “Evo Morales peruano”. El mote, que tantos retortijones causa en la derecha peruana -y en la no tan derecha- es una especie de halago para él y hace todos los esfuerzos por merecerlo. No por nada su juramentación, al asumir el cargo de gobernador regional de Puno, fue en el complejo arqueológico de Sillustani, a treinta kilómetros de Puno, con pago a la tierra incluido. Lo mismo había hecho Morales el 2015, al juramentar en medio de las ruinas de Tiahuanaco.
Pero el gesto no fue bien recibido por muchos aymaras. Sillustani es un cementerio, una acrópolis funeraria, un lugar intangible en el que no se ven con buenos ojos los actos de oportunismo político.Aduviri, pues, comenzó su gestión con mal pie. Tanto que, en su primer mes de gobierno, le renunciaron cinco altos funcionarios, algo pocas veces visto en la región.


 Aduviri es un general de tropa que no sabe a dónde va”, lo define Liubomir Fernández, periodista puneño que ha seguido muy de cerca la carrera del niño rebelde del sur, que esta misma semana causó tremendo embrollo cuando decidió llegar hasta Pasto Grande, un poblado en el límite con Moquegua, donde izó banderas –hay quienes dicen que puneñas, él dice que solo la peruana– y se ganó la enemistad de su colega, el presidente regional de Moquegua, Zenón Cuevas, con quien hasta hace poco eran tan buenos amigos que fueron a visitar juntos a Evo Morales apenas fueron electos.
Con este gesto, también echó por tierra uno de los grandes temores capitalinos: que el triunfo de varios radicales en los departamentos del sur (Aduviri en Puno, Cuevas en Moquegua, Elmer Cáceres enArequipa y Juan Tonconi en Tacna) pudiera significar el germen de una tendencia secesionista, al estilo de la Tarija, en Bolivia.
“Tampoco podría”, acota Fernández. “Ahora, Aduviri tiene un enorme peso por reivindicar su discurso, siempre rebelde y contestatario, y le preocupa más hacer una gestión distinta”. De hecho, si había la más mínima sombra de que pudiera siquiera pensar en un sur independiente, esta se esfumó cuando acusó de “borracho” a Elmer Cáceres, su colega arequipeño.
Quienes pensaban que las tendencias radicales de Aduviri se acentuaran al asumir la gobernación regional, tampoco tienen de qué preocuparse demasiado, porque, a decir de Liubomir Fernández: “Lo que ha salido a la luz son sus debilidades. Uno, porque no tiene cuadros ni gente que esté a la altura de lo que él espera. Dos, porque no tiene visión de estadista. Y, tres, que Tacna, Arequipa y Moquegua tienen claro de lo que carecen y lo que quieren: agua. En Puno siempre nos han tenido con agua de lluvia y nunca nos han dado un proyecto de desarrollo. Somos un poco como el perro del hortelano: queremos que se reivindiquen nuestros territorios, pero no sabemos qué hacer con ellos”.
Aduviri no la tiene más clara. Su proyecto de importar gas de Bolivia no es malo, incluso según muchos técnicos. El problema es que no es su competencia. Cuando uno habla con él a profundidad –dice Fernández–, no tiene vuelo, no tiene visión de estadista. Se le cuestiona porque es mandón, quiere resultados inmediatos en sus subordinados, pero estos no cumplen porque él no tiene, por usar el símil con el Ollanta Humala temprano, una auténtica “hoja de ruta”.
Pero si hay una virtud que caracteriza a este político de 38 años, que ganó las últimas elecciones en primera vuelta, con un 43% de los votos, es la disciplina y la fuerza de voluntad. De pequeño caminaba nueve kilómetros de ida y nueve de vuelta para acudir a estudiar al pequeño colegio de Llusta, y en sus ratos libres ayudaba, como sus siete hermanos, a su padre, Pablo Aduviri Choquecota, a cuidar a las alpacas, fuente de sustento de su pobrísima familia, que vivía de ofrecer sus productos en las ferias de Masocruz, donde la modalidad de venta sigue siendo el trueque.
Aduviri Calisaya es, como tantos peruanos, un error estadístico. Logró realizar estudios superiores: se graduó en Contabilidad en la Universidad Andina Néstor Cáceres Velásquez y doctorado en Contabilidad y Administración en la Universidad Nacional del Altiplano de Puno, a la par, vendía discos compactos piratas para solventar sus formación académica.
Más allá de lo que teman sus detractores o esperen sus seguidores, sigue siendo un misterio en la política sureña. Pese a su poco auspicioso inicio como gobernador regional, tiene aún la posibilidad de hacer una gestión auspiciosa si logra superar sus limitaciones y mirar los problemas de Puno con ojos de estadista. ¿Podrá? Esperemos que sí. Por lo pronto, su padre ha anunciado que si falla como gobernador, lo castigará personalmente a punta de charani (chicote). Ni Isaac Humala pudo hacer una amenaza más temible.

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