miércoles, 27 de junio de 2018

SOBRE UN CELEBRE DANZARIN PUNEÑO


EL MASCARERO DE LA VIDA
Tomado de la revista BRISAS, abril 2018, pp. 39 a 41
Vive hoy en Berlín, es un puneño vital de manos prodigiosas y estupenda creatividad tanto que su figura artística ya es universal.
Se trata de Edmundo To­rres Tresierra, lampeño de nacimiento pero ar­tista mascarero de con­vicción cuyos porten­tosos trabajos han asombrado al mundo y trascienden el tiempo.
A esta hora en la capital ger­mana, junto a los peruanos que forman el grupo 'Ríos Profun­dos’, prepara la participación de los colores peruanos en el gran festival Carnaval de las Culturas, fiesta tradicional movible que está programada para mayo.
“Escenificaremos el Wititi -le dice a Brisas por el hilo del WhatsApp- pero como no po­demos traer vestuario porque es muy costoso, lo estamos prepa­rando aquí, lo estoy pintando”
Y hablamos de infinidad de cosas, desde nuestra participa­ción en APAFIT en los años 60, de los viajes artísticos, de su paso inolvidable por las tablas limeñas con los grupos más afama­dos, hasta de las publicaciones que se hicieron de sus trabajos en algunas revistas nacionales. Entre muchas de sus viven­cias, tiene marcada en el alma la de la ttanta wawa que allá en su Puno añorado era la fiesta de los ‘bautizos de las guaguas de bizcocho’ que se escenificaban en concurridas y jocosas cere­monias de la juventud en ese entonces.
Mascarero por excelencia
Pero digamos de una vez que Edmundo es el hombre de las máscaras, artífice por años de las legendarias máscaras que vivificaba sobre tablas el grupo Yuyachkani en sus ya también legendarias obras de teatro po­pular.
"La máscara ayuda a enten­der lo que se esconde entre otras tantas cosas conocidas de las personas y los personajes”, afir­ma.
Hace más de treinta años, lio ilusiones y bártulos, em­prendió viaje a Alemania en cuya capital, Berlín, afincó definitivamente.
‘Óigame usté -le respon­dió a otro periodista- las máscaras no tienen la cul­pa de que la política torna­do se haya en impúdica picaresca sin siglo de oro. Es más, las mascaradas como prácticas han sido siempre vehículo de goce, de juego, génesis de amores tremebundos, como los de los chibolos Montesco y Capuletto.
Maravillosas tareas para ar­tistas con manos sabias, inspira­ción de músicos, estímulos para corporizar los sueños. Nada que ver con este desfile obsceno de traías a la vista y paciencia del respetable...
Y si de máscaras se trata, le diría otro periodista, ¿qué más­cara se ajustaría a tu persona?
'Me ofrezco como modelo pero dudo que atraquen. Se la pediría a mi amigo Paul Colino, le pediría que me hiciera una máscara de un bellísimo abuelo chinchano, afroperuano, pre­cioso. De repente serviría para relatar eso del Monólogo de las Tinieblas, de Gálvez Ronceros... Me gustaría también tener una máscara de Kusillo -esa especie de bufón andino—, yo de hecho, me he hecho una, pero me gus­taría también tener una másca­ra que haya sido confeccionada por un artista popular de mis lares...'.
Sus máscaras y esculturas son ciudadanas del mundo, lu­cieron en exposiciones en el Perú, Italia, España, Alemania y Hungría.
A los 14 o 15 años hizo su primera creación por iniciativa propia. Quería bailar la diablada con los Sikuris del Barrio Mañazo, la agrupación más antigua que adora a la Virgen de la Candelaria en Puno, y optó por disfrazarse de la 'China Dia­bla’, se prestó un traje y fabricó su propia máscara.
Frida Kahlo, la calaca Ca­trina mexicana, el agapito, el ekeko altiplánico, la kullawa, el kusillo, el rey moreno y la paucartambina son algunos de los personajes que cobran vida propia en sus manos de incalifi­cable artista.
El repertorio de máscaras que presenta en cada una de sus exposiciones y presentacio­nes, pretende constituir un via­je fascinante por ese distintivo y colorido mundo imaginario y fantástico que anida en su ce­rebro.
Fue seleccionado por con­curso como actor del elenco del Teatro Nacional Popular (dirigi­do por Alonso Alegría), partici­pando en diversos montajes, en­tre los que cabe destacar: “Fulgor y muerte de Joaquín Murieta”, de Neruda, y “Fuenteovejuna”, de Lope de Vega. Para la misma Institución le fue encargado el diseño y realización del vestua­rio de “Edipo Rey”, de Sófocles, y "Un tranvía llamado deseo”, de T. Williams.
Similar tarea ha cumplido con diversos grupos indepen­dientes de Lima, como, por ejem­plo, “La Alforja”, "Quinta Rueda" o “TUC” (Teatro de la Universi­dad Católica). Pero es con "Yuyachkani” con quien realizó su más fructífera y entrañable co­laboración. “Allpa Rayku", “Los músicos ambulantes” y “Contraelviento” han sido sus más señalados resultados.   
El es Edmundo Torres Tresierra, nuestro artista de hoy, puneño universal.


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