martes, 26 de junio de 2018

PINTORES PERUANOS DE HOY: MAX CASTILLO

QUSILLO  Y EL IMAGINARIO DEL YO INTERIOR O LA PINTURA DE
MAX CASTILLO

Christian Reynoso
Escritor

La muestra Qusillo es el resultado de un largo, consecuente y decidido trabajo artístico que ha madurado en los últimos años en la paleta de Max Castillo (Puno, 1976), artista plástico egresado de la Escuela de Arte de la Universidad Nacional de Altiplano. Por eso, pese a haber participado en numerosas exposiciones colectivas en Perú y en el extranjero desde hace dos décadas, esta es recién su segunda exposición individual —la primera fue en 2006— que, en esta oportunidad, se presenta bajo la curaduría de la Casa Cultural Amaru, en Barranco, Lima. Marca con ello una nueva etapa en su carrera.
Qusillo reúne una serie de cuadros al óleo y en acrílico inspirados en el Kusillo, aquel personaje hombre/mono carnavalesco y satírico que hace su aparición en las danzas del altiplano peruano, cargado de malicia y humor, agilidad, desenfreno y libre virilidad en búsqueda de goce. Pero la representación de Max Castillo no es sencillamente una transcripción plástica del personaje; hay, más bien, un carácter que se centra especialmente en la máscara y que explora lo que ella esconde en tanto nueva construcción/ser que protege bajo su tejido. Así, el penacho, la nariz larga y colorida ―símbolo del falo―, los ojos ―los mil ojos―, y los rictus que adopta nos sugieren una nueva lectura: el imaginario del yo interior, la magia que proviene del yo oculto bajo la máscara. Mientras que en otros cuadros el Qusillo interactúa con personajes propios del espectro altiplánico como la sirena, el jawar, el katari o dragón del lago, el Ekeko dios de la abundancia, los sicuris, los danzantes, el diablo o anchancho tocador del pututo e incluso la virgen Candelaria. Funciona, entonces, desde esta mirada, como bisagra entre lo real social y lo mítico religioso.



En cuanto al trabajo plástico, hay en esta serie de Max Castillo una especial predominancia y fascinación por el color azul y sus diferentes gamas que otorgan personalidad a la obra. El resto de la paleta juega con colores vivos bajo un efecto luminoso. Los trazos a veces perceptibles y a veces difuminados se complementan con pinceladas fuertes y texturas ricas que permiten palpar la materia del color hecho forma. Los fondos transitan con soltura y seducción en diferentes armonías de azules, verdes, amarillos y rojos. De manera que hay en su pintura un figurativismo libre que corre junto con el pincel y el manejo y deslizamiento de los colores que transmiten movimiento/música. Una pintura que no cansa sino que gravita en el ojo del espectador y construye una narrativa que lejos de su contexto natural ―el altiplano―, solo es perceptible a través del contagio del color y la música que adquiere la forma, como ha podido hacerlo Max Castillo.
Ello se constituye en una poética propia del pintor a partir de su interrelación con los elementos y personajes de la cosmovisión andina. Castillo, es él mismo un kusillo desacralizado que baila y chicotea cuando no pinta. Así, su arte se nutre de la exploración íntima y se complementa con una visión plástica contemporánea que se aleja de la foto postal y rompe con la pintura tradicional de Puno, influenciada sobre todo por la huella del indigenismo. Hay en sus cuadros el afán de mostrar una nueva lectura y forma de interpretar la cultura de la tierra sur.

Lima, junio 2018.

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