¿Cuándo descubrió que tenía talento para escribir
literatura?
Empecé a creer que podía escribir narrativa cuando me di cuenta que tenía facilidad para deformar o exagerar cualquier incidente amical o familiar. Mis amigos reían o me escuchaban con más atención que a otras personas. Entonces me dije: “Los escribiré para que estén mejor presentados”. ¿Cuándo pasó? La forma oral, seguramente, cuando empezaba a estudiar la secundaria. Pero la escritura es de una data posterior, de mi época de estudiante universitario, cuando dejo de hacer poesía y me dedico a escribir mis primeros relatos.
Empecé a creer que podía escribir narrativa cuando me di cuenta que tenía facilidad para deformar o exagerar cualquier incidente amical o familiar. Mis amigos reían o me escuchaban con más atención que a otras personas. Entonces me dije: “Los escribiré para que estén mejor presentados”. ¿Cuándo pasó? La forma oral, seguramente, cuando empezaba a estudiar la secundaria. Pero la escritura es de una data posterior, de mi época de estudiante universitario, cuando dejo de hacer poesía y me dedico a escribir mis primeros relatos.
¿El escritor nace o se hace?
El escritor es producto de un largo proceso sobre la base de una afición infantil, que puede deberse a alguna influencia familiar o amical. Mi oficio de escritor nació en mi niñez, escuchando a mi abuela, Alfonsa Miranda, que era una gran narradora de cuentos orales en quechua. Más tarde, desde que tenía unos seis años, mi padre me hacía recitar poesía en cualquier acontecimiento oficial o familiar, lo cual me obligaba a aprenderme poemas de memoria. En el colegio, mi primer contacto poético fue con literatura española. Fue entonces que empecé a escribir poemas imitando a los representantes del Siglo de Oro Español. Al principio hacía poesía y cuentos. En la universidad, mi maestro de literatura fue el poeta Luis Nieto Miranda, más conocido como el “Cholo Nieto”; él me orientó hacia la narrativa que decía que estaba mejor que mi poesía.
El escritor es producto de un largo proceso sobre la base de una afición infantil, que puede deberse a alguna influencia familiar o amical. Mi oficio de escritor nació en mi niñez, escuchando a mi abuela, Alfonsa Miranda, que era una gran narradora de cuentos orales en quechua. Más tarde, desde que tenía unos seis años, mi padre me hacía recitar poesía en cualquier acontecimiento oficial o familiar, lo cual me obligaba a aprenderme poemas de memoria. En el colegio, mi primer contacto poético fue con literatura española. Fue entonces que empecé a escribir poemas imitando a los representantes del Siglo de Oro Español. Al principio hacía poesía y cuentos. En la universidad, mi maestro de literatura fue el poeta Luis Nieto Miranda, más conocido como el “Cholo Nieto”; él me orientó hacia la narrativa que decía que estaba mejor que mi poesía.
¿Cuándo inicia su camino en el campo de las letras?
Empecé a escribir en los últimos años de mis estudios universitarios, aunque todavía de manera anónima, muy secreta, debido a que soy reservado, bastante tímido. ¿Cómo decirles a los amigos o compañeros que estaba escribiendo? No podía. Tenía que estar seguro de que eran más o menos pasables. Y esto sucedió cuando ya ejercía mi labor de profesor de literatura. Jorge Flórez-Áybar fue la primera persona a quien le mostré un conjunto de cuentos. Cuando se los entregué lo hice temblando, temiendo de que me iba mandar al demonio por inútil. Esto fue empezando 1980. Después de unos quince días, me llené de valor y me cité nuevamente con Jorge para que me diga su opinión respecto de los cuentos que le había entregado. Sus comentarios fueron favorables y me felicitó sinceramente. Es más, me sugirió que pudiera publicarlos. Jorge Flórez-Áybar era, para entonces, un escritor prestigioso, muy conocido en Puno, y director eventual del periódico Los Andes. Entonces su palabra tenía mucho valor para mí. Es así que organizó con esos cuentos y otros nuevos, mi primer libro: “La Estepa Calcinada”, publicado a mimeógrafo en 1984.
Empecé a escribir en los últimos años de mis estudios universitarios, aunque todavía de manera anónima, muy secreta, debido a que soy reservado, bastante tímido. ¿Cómo decirles a los amigos o compañeros que estaba escribiendo? No podía. Tenía que estar seguro de que eran más o menos pasables. Y esto sucedió cuando ya ejercía mi labor de profesor de literatura. Jorge Flórez-Áybar fue la primera persona a quien le mostré un conjunto de cuentos. Cuando se los entregué lo hice temblando, temiendo de que me iba mandar al demonio por inútil. Esto fue empezando 1980. Después de unos quince días, me llené de valor y me cité nuevamente con Jorge para que me diga su opinión respecto de los cuentos que le había entregado. Sus comentarios fueron favorables y me felicitó sinceramente. Es más, me sugirió que pudiera publicarlos. Jorge Flórez-Áybar era, para entonces, un escritor prestigioso, muy conocido en Puno, y director eventual del periódico Los Andes. Entonces su palabra tenía mucho valor para mí. Es así que organizó con esos cuentos y otros nuevos, mi primer libro: “La Estepa Calcinada”, publicado a mimeógrafo en 1984.
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