
LAS T’ANTAGUAGUAS Y EL DIA DE
LOS DIFUNTOS
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a
costumbre tradicional consistente en la elaboración de las t’antaguaguas (bebés
de pan, del aimara t’tanta=pan y guagua = bebé) proviene, posiblemente, desde
inmemoriales tiempos que precedieron al incanato. Esa práctica consuetudinaria
que visaba la creencia de que la vida subsiste en el más allá, tenía como
finalidad representar en actos y objetos, la memoria -que se conservaba o debía
mantenerse- de los seres humanos amigos o familiares pese a que ya descansaban
en el ukhupacha, el mundo de abajo, en la cosmovisión andina. El día dedicado a
renovar esa respetuosa memoria, debido a los efectos del proceso de aculturación
impuesto por los invasores iberos, resultó concordando con el Calendario
Gregoriano: el 1 de noviembre como Día de todos los santos y luego más específicamente
el 2 de ese mes como Día de los difuntos.
Sobre
la costumbre en mención, arraigada en muchos pueblos del Perú, Guillermo Huyhua
y Rosa Luz Arroyo nos dicen: “¿Quién
no tiene un familiar querido ya fallecido? ¿Quién no recuerda los momentos más
bellos que pasamos juntos? ¿Quién no tiene miedo a la muerte? El ser humano
siempre ha convivido con la muerte y nunca dejó de honrar a sus muertos de muy
distintas maneras. Pues, al hacerlo no es más que la manifestación del respeto
que se tiene a la muerte que tarde o temprano nos arrebata lo más valioso que
tenemos: la vida. Para ello, tenemos reservado el mes de noviembre. Mes de los
muertos, mes para honrarlos”.
Las
t’antaguaguas principalmente “panes
dulces en forma de niños, con caritas o mascaritas”, toman también en ocasiones
y lugares, otras formas, en especial de aves y otros animales.
Además
de las “guaguas”, en esta ocasión anual también complementariamente, se
elaboran las llamadas “ofrendas, que
representan animales y aves aún objetos diversos preferidos por quién fuera en
esta vida. Cada una de las “ofrendas”, tiene su respectivo significado, por ejemplo,
la infaltable escalera, sirve para que la almita suba hacia el Hanaqpacha (la
parte de arriba), la llama, para cargar los enseres, los pajaritos que anuncian
sus cantos de madrugada, el perro como celoso cuidador y hasta el diablo que no
faltará tentarlos”, nos relata Samuel Álvarez Enríquez.
Luis
Urviola Montesinos, en un momento de su análisis del fenómeno social tradicional
de las t’antaguaguas, agrega: “las t’anta guaguas son “bautizadas” en ceremonias picarescas o parodias
colectivas que se organizan nombrando padrinos del bautizo (generalmente
funcionarios o personas que ocupan algún espacio en la jerarquía de los grupos
de poder en Puno), asisten los virtuales progenitores de la criatura (en donde
se negará rotundamente la paternidad del vástago), concurren el cura con su
acólito y participan todos los invitados que además aprovecharán la ocasión
para expresarse libremente, aunque en tono de broma, sobre los defectos de los
burócratas y hasta de otras populares personas”. <>



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