domingo, 2 de noviembre de 2025

COSTUMBRES DE MI TIERRA T'ANTAGUAGUAS Y DIA DE LOS DIFUNTOS

 






LAS T’ANTAGUAGUAS Y EL DIA DE LOS DIFUNTOS

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a costumbre tradicional consistente en la elaboración de las t’antaguaguas (bebés de pan, del aimara t’tanta=pan y guagua = bebé) proviene, posiblemente, desde inmemoriales tiempos que precedieron al incanato. Esa práctica consuetudinaria que visaba la creencia de que la vida subsiste en el más allá, tenía como finalidad representar en actos y objetos, la memoria -que se conservaba o debía mantenerse- de los seres humanos amigos o familiares pese a que ya descansaban en el ukhupacha, el mundo de abajo, en la cosmovisión andina. El día dedicado a renovar esa respetuosa memoria, debido a los efectos del proceso de aculturación impuesto por los invasores iberos, resultó concordando con el Calendario Gregoriano: el 1 de noviembre como Día de todos los santos y luego más específicamente el 2 de ese mes como Día de los difuntos.

Sobre la costumbre en mención, arraigada en muchos pueblos del Perú, Guillermo Huyhua y Rosa Luz Arroyo nos dicen:¿Quién no tiene un familiar querido ya fallecido? ¿Quién no recuerda los momentos más bellos que pasamos juntos? ¿Quién no tiene miedo a la muerte? El ser humano siempre ha convivido con la muerte y nunca dejó de honrar a sus muertos de muy distintas maneras. Pues, al hacerlo no es más que la manifestación del respeto que se tiene a la muerte que tarde o temprano nos arrebata lo más valioso que tenemos: la vida. Para ello, tenemos reservado el mes de noviembre. Mes de los muertos, mes para honrarlos”.

Las t’antaguaguas principalmente “panes dulces en forma de niños, con caritas o mascaritas”, toman también en ocasiones y lugares, otras formas, en especial de aves y otros animales.

Además de las “guaguas”, en esta ocasión anual también complementariamente, se elaboran las llamadas “ofrendas, que representan animales y aves aún objetos diversos preferidos por quién fuera en esta vida. Cada una de las “ofrendas”, tiene su respectivo significado, por ejemplo, la infaltable escalera, sirve para que la almita suba hacia el Hanaqpacha (la parte de arriba), la llama, para cargar los enseres, los pajaritos que anuncian sus cantos de madrugada, el perro como celoso cuidador y hasta el diablo que no faltará tentarlos”, nos relata Samuel Álvarez Enríquez.

Luis Urviola Montesinos, en un momento de su análisis del fenómeno social tradicional de las t’antaguaguas, agrega: “las t’anta guaguas son “bautizadas” en ceremonias picarescas o parodias colectivas que se organizan nombrando padrinos del bautizo (generalmente funcionarios o personas que ocupan algún espacio en la jerarquía de los grupos de poder en Puno), asisten los virtuales progenitores de la criatura (en donde se negará rotundamente la paternidad del vástago), concurren el cura con su acólito y participan todos los invitados que además aprovecharán la ocasión para expresarse libremente, aunque en tono de broma, sobre los defectos de los burócratas y hasta de otras populares personas”. <>


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