PEDRO OBAYA,
UN CAUDILLO OLVIDADO
Por. Bruno Medina
Enríquez
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Obaya fue un personaje que fue partícipe de la Revolución Tupacamarista de
1780, aunque poco conocido en la historiografía oficial de Túpac Amaru, en
razón de haber actuado más con Túpac Katari en el Alto Perú.
Apodado
“El Tuerto”, en razón a que le faltaba un ojo, fue un líder nacido en la ciudad
de Lampa, que se sumó a la sublevación tupacamarista, durante los primeros
meses de la llegada del viento revolucionario al Altiplano, hacia diciembre de
1780 y cuando José Gabriel se dirige a Puno en su afán de expandir la
sublevación en ese amplio territorio y lo logró, por cierto, y en demasía. Después
que fuera descuartizado la revolución continuó en esa región por lo menos un
año más, tiempo en el que esa región fue liberada del dominio español en manos
de los sublevados.
Es
en esa ocasión de la presencia de Tupac Amaru II en el altiplano, cuando éste entabla
relaciones con diversos personajes y líderes campesinos, entre ellos Pedro
Vilcapaza y otros cabecillas, mientras que Pedro Obaya se suma al
liderazgo de Vilcapaza en Azángaro, donde recibe el encargo de dirigirse
al Alto Perú, para controlar a algunos líderes de movimiento katarista.
En
el Alto Perú ya se habían sublevado en agosto de 1780 los hermanos Katari
en la región de Chayanta, los que fueron fácilmente reprimidos, sin embargo a
continuación en los inicios de 1781, es Julián Apaza, con el sobrenombre de
Túpac Katari, quien lidera la sublevación en el Alto Perú, de modo independiente
y sin mayores relaciones ni coordinaciones con Túpac Amaru II. En estas
circunstancias “El Tuerto Obaya”, estando con las huestes revolucionarias en
Azángaro (de ahí que la historiografía boliviana lo consideraba azangarino), asume
el encargo de acercarse a Túpac Katari, para que este se sume a la lucha
tupacamarista, conducida por el Inka/Rey y, en todo caso, controlar las
acciones de extremada crudeza en la lucha que los de Túpac Katari empleaban, en
tanto que no respetaba a las mujeres, a los niños, ni a los criollos de algún
modo aliados de la tendencia tupacamarista.
En
cumplimiento del encargo recibido, Pedro Obaya se presenta ante Túpac Katari
como si fuera sobrino de Túpac Amaru II con el propósito de apoyarlo y al mismo
tiempo controlar la extrema violencia de las huestes aymaras. Como derivación
de ese apoyo Tupac Katari se hace llamar Virrey, reconociendo a José Gabriel
como el Rey Inka.
Mientras
tanto, frente a la agresividad mostrada por Tupac Katari contra los criollos,
Pedro Obaya, en afán de recuperar algunas anteriores simpatías tupacamaristas,
envía cartas y misivas a diversos criollos paceños de alguna influencia y
representatividad, mostrándoles el afán y el objeto de lo propuesto por Tupac
Amaru II, en su deseo de comprender en esa lucha a los criollos. Misivas que
motivaron que finalmente se entablara una entrevista entre los sitiadores bajo
la dirección del Tuerto Obaya con representantes de los colonialistas, a
quienes les planteó directamente que, para levantar el sitio de la Paz y
resolver el conflicto en común acuerdo y suspender las acciones de los
sublevados, era necesario -en primer lugar- que reconozcan a Túpac Amaru como
el Inca gobernante del Perú, como Rey, luego que hagan entrega de los
corregidores para someterlos a proceso judicial por sus acciones, así como de
los hacendados explotadores y los aduaneros, quienes cobraban altos montos por
alcabalas y aduanajes en tránsito; todos a los que se obligaban a rendirse y
entregar sus armas de fuego. Por último, les planteó que se destruyan las
barricadas de atrincheramiento que se habían construido en los límites de la
ciudad de la Paz.
Por
supuesto que esta propuesta de Obaya no fue aceptada por los colonialistas
paceños, pero consiguió el alejamiento de algún modo de Tupac Katari del sitio
de la Paz. Mientras, Obaya había recibido el refuerzo de Andrés Túpac Amaru
(Andrés Mendigure, joven sobrino de José Gabriel) quien venía actuando en la
zona de Puno bajo las órdenes de Diego Cristóbal con relativo éxito, como en aquel
sitio al pueblo de Sorata, que fue alcanzado previa construcción de diques
que fueron desbordados en afán de inundar la ciudad y tomarla por asalto. En
esa ocasión los rebeldes obtuvieron apreciables tesoros de oro y plata. Esa
misma táctica querían los rebeldes aplicar en el caso de la ciudad de la Paz,
dada su ubicación estratégica, lo cual finalmente no pudo concretarse por la
situación estacional del clima.
Frente
a esta imposibilidad material de inundar la ciudad de La Paz, hacia el mes de
abril de 1781, tiempo de pocas lluvias, la estrategia de Obaya consistió en simular
la existencia de una carta que hace llegar a los sitiados anunciando la pronta
presencia de refuerzos militares venidos desde Buenos Aires. Para dar
verisimilitud a ese supuesto hecho, Obaya mandó reunir un numeroso grupo de sus
correligionarios vistiéndoles en su mayoría con vestimentas españolas, parte de
cuyos uniformes habían sido tomados de los capturados. Obaya al mando de esas simuladas
tropas enarboladas con banderas españolas, posicionadas en las alturas de la
Paz para ser vistos allí, envía emisarios a la ciudad anunciando esa supuesta
presencia de los realistas salvadores. Por supuesto que el hecho causó mucha
alegría en las filas de los rezagos colonialistas de la ciudad. Para hacer más
creíble la llegada de las fuerzas hispanas, se llegó a simular una
confrontación bélica en los altos de La Paz entre dichas fuerzas y los
sitiadores, donde menudearon las balas, disparos y supuestos muertos y heridos.
Esta
estrategia fue asumida por Obaya en el afán de alcanzar la confianza de los
colonialistas, para que ellos descuidasen las defensas y permitieran el exitoso
ingreso de ese “ejercito salvador” entre aclamaciones y vivas. Sin embargo, esa
alegría no duró mucho tiempo entre los españoles, porque de algún modo, la
estratagema de Obaya fue descubierta. Cuando el grupo “salvador” ya estaba
cerca de la ciudad, Obaya también se acercó de modo desafiante a retarlos,
cuando de pronto su caballo tropieza y él cae de la montura, lo cual es
aprovechado por los españoles para rodearlo y capturarlo. Es llevado al centro
de la ciudad por orden del Corregidor Sebastián de Segurola.
El
sitio y los combates por el control de La Paz continuarían, muy a pesar de
la llegada a las cercanías de la ciudad de refuerzos rioplatenses al mando
del coronel Ignacio Flores, quien finalmente rompió el cerco a la ciudad
ingresando a ella. No obstante, en los siguientes meses lo insurrectos no
permitieron mantener la defensa de la ciudad. La inseguridad hizo que el
Coronel Flores tenga que retirarse ante la situación crítica de un ejército en
el cual se producían gran número de deserciones, sobre todo en razón al hambre
y el desabastecimiento de la ciudad. En el mes de agosto se vio obligado a abandonar
la ciudad para dirigirse a Oruro, no sin antes mandar a ahorcar a Pedro Obaya, así
como a otros rebeldes capturados, entre los que destacó el caso de Bonifacio
Chuquimamani, quien fuera secretario de Tupac Katari.
A
continuación, el sito a La Paz se intensificaría por parte de Tupac Katari, con
mucha insistencia, en los siguientes meses, como luego por parte del joven
Andrés Túpac Amaru.
Ese
fue el destino del “El Tuerto” Pedro Obaya, poco conocido en la historia
oficial peruana, pero si reivindicado inicialmente en las letras por Juan José
Vega, cuando trata sobre los Rebeldes del Altiplano durante la Revolución
Tupacamarista. <>
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