EL PERÚ ES ANCHO Y AJENO
Bikut Toribio Sanchium
NOTICIAS SER.PE 23ABR21
Creo que conocer el Perú no solo
es estudiarlo, opinar o criticar ni tampoco investigar encerrado en una oficina
de cuatro paredes o sin salir ni discernir la visión que, consideramos que
define a la nación de “todas las sangres”. El aferrarnos solamente a esto, es
decir, a la visión a priori en el lenguaje de Kant, de acuerdo a Platón que se
explica a través del mito de la caverna, sería solo ver las sombras reflejadas
en la pared compuesta por aquello que consideramos real, pero que en definitiva
no lo es. Creo que salir de la caverna es vivir la vida del Perú, sentir su
dolor y su amor caminando más allá de lo que nos muestran los medios de
comunicación que, en el fondo no son indiferentes a la clase política de la
época y pensamiento colonial. Pues, así como la clase política que le sonríe
hipócritamente a los ciudadanos en tiempos de campaña electoral hasta donde les
alcance su interés, los medios de comunicación solo muestran la historia
oficial escrita por quienes dominan el poder porque les conviene para mantener
intocable su ambición de riqueza. Respecto a esto, se entiende mejor que los
medios de comunicación que forman parte del grupo de poder, acuchillan la
democracia y no apuestan por la construcción de una nación integral.
Por eso, ocultan la realidad de
la mayoría de la población discriminada, menospreciada y excluida en la
construcción de la nación. Poblaciones que viven sorteando su vida, a causa de
la pobreza, desigualdad y olvido, como si su vida dependiera del azar, igual
que en los juegos de dados. En ese sentido, de acuerdo a Alberto Flores
Galindo, estaríamos hablando de “una república sin ciudadanos”. El creer que es
así, lleva a entender que la vida dependiera de cuán rico eres, y que soñar ser
un ciudadano libre es una farsa. Estos pueblos vulnerados e invisibles ante los
ojos de los tomadores de decisiones serían las comunidades andinas o amazónicas
o los que viven en las periferias. Pues, son aquellos pueblos quienes reclaman
sus derechos por existir libre, vivir en paz y ser respetados, aunque para
conseguir sus reclamos, históricamente, han tenido que perder muchas vidas o
derramar sangre.
Por otro lado, pareciera que para
conocer al Perú basta estudiar en una universidad prestigiosa o tener riqueza o
vivir en alguna ciudad como Lima. Tener una creencia como esta aun en estos
tiempos “modernos” y “civilizados” es tener un pensamiento supersticioso. Pero
el Perú nunca será como se piensa desde Lima, ni tampoco será como se piensa
desde las provincias, porque el Perú es el pueblo, y todos somos el pueblo de
nuestra nación inconclusa donde se ejerce la democracia a medias.
Por lo tanto, hay suficiente
razón para saber que, el Perú es ancho y ajeno. Es ancho porque está conformado por pueblos andinos y
amazónicos. Ajeno porque solo predomina la lectura occidental y discriminadora,
que excluye la realidad de nuestro país, por lo que los otros pueblos
son subyugados como si no fueran parte de la nación. Por eso el Perú está
fragmentado. Y debemos interpelarnos y llamar s dialogar entre los 56 pueblos
con una visión diferente, donde la perspectiva occidental es una y no es mejor
que las otras 55 que conforman el país. Quizá esta sea la razón por la que no
hay una identidad nacional. Quizá por eso, a estas alturas de la vida hay
resignación y resentimiento ante la posibilidad de ser gobernados por un
ciudadano de la provincia.
Creo que aquello se explica
porque durante muchos años
ha habido voces postergadas ante la miopía occidental, limeña y privilegiada
que ha decidido el destino del Perú. Pero “los ciudadanos sin república”
(de la periferia) han seguido protestando en las calles, en los bosques, en las
comunidades, en los centros poblados, sacrificando sus vidas, sin ser
escuchados. A pesar de ello, no se han arrodillado ante el pensamiento colonial
que predomina en la patria de todas las sangres. Todo esto, se ha visto en los
votos que ha recibido Pedro
Castillo, quien encarna la necesidad radical de cambio del país.
Algo que hay que comprender es
que, el pueblo provinciano no vota porque un político sea de izquierda o de
derecha, lo apoya porque se identifica y encuentra su mundo en aquel sujeto
político que expresa su realidad; y en donde también son reconocidos su
sufrimiento y necesidad. Por ello, los criterios académicos, científicos y estadísticos
no explican ni ayudan a entender el momento político, y sí los culturales y
sociales, donde sobresalen la personalidad, el trato, el origen de la
procedencia, todo ello correlacionado a la vida colectiva- diferentes a los
criterios ortodoxos- distintas a Occidente donde se construyen trincheras entre
la derecha y de izquierda, en el que yacen peleas de nunca acabar.
El pueblo peruano está con tantas ganas de cambiar y
construir esa nación que soñamos: un Perú justo e igualitario. Pero no
hay quién lleve la voz, la canalice, articule las demandas y concrete los
sueños que tanto trabajo han demandado aterrizar. En nuestro país la
desigualdad es alta, donde según el PNUD (2019) la distancia en cuanto al
desarrollo humano entre el
distrito con mejores resultados (La Molina, Lima) y el último de la lista
(Lagunas, Piura) es de 9 a 1; y el nivel de la pobreza cobra vidas, la
falta de satisfacción de necesidades básicas aún más. Resultado de ello hay
mayor nivel de desnutrición, mortalidad infantil, incremento de enfermedades,
muertes por falta de atención sanitaria, violencia y machismo, y otros más.
Esto es el Perú real que no se ve en los medios de comunicación, en las redes
sociales; y que ningún político tradicional ha pisado, y que los académicos privilegiados
se han limitado observar y entender, y donde los modelos económicos tampoco
responden.
Creo que el mejor reconocimiento
de nuestra patria, primero, es pisar nuestra realidad, aceptarla tal como es y
seguir trabajando desde donde nos toque, pensando en el pueblo, pensando en el
país, con la consciencia de que nadie es ni más ni menos que el otro. Creo que
esto es una forma de hacerle el pare a la discriminación, la indiferencia, el
desprecio, es decir, ir dando pasos hacia el camino de los ciudadanos
civilizados en medio de una república democrática. Quizá así, podríamos salir
de nuestra caverna, y no solo ver el espejismo engañoso que nos ofrece la
visión del “primer mundo”. De esta forma, conciliar con el Perú que nos acoge
con aproximadamente el 60% del territorio amazónico y con 55 pueblos que tienen
una filosofía, pensamiento y lectura de la vida muy diferente al que se cree
desde la perspectiva predominante. De lo contrario, se volverá a caer en la
ceguera intelectual y achorada que al final será abofeteada por su misma
realidad, como un hijo que es azotado por su madre cuando no le hace caso.
Es cierto lo que un día dijo
Santiago Manuin, que las teorías que Occidente nos trae, nunca van a funcionar
en nuestro territorio si nos las imponen antes de entendernos. Que antes de La
Riqueza de las Naciones de Adam Smith; El Capital de Marx; Principios de
economía política y tributación de David Ricardo; la Teoría general de empleo
de Keynes, entre otras teorías de admirados intelectuales, necesitamos reconociliarnos
y saber dialogar, para entendernos y que cada pensamiento se respete y sea
considerado en la construcción de nuestra patria. Y es que, mientras Occidente
no nos haga caso, las consecuencias que tendremos será grandes, pues, cuando la
fuerza de la naturaleza (bosques, ríos, animales, diluvio, inundaciones) se
rebela a consecuencia de la crisis ambiental por la explotación desmesurada, no
hay cómo detenerla. Y todos necesitamos de nuestra casa común para vivir en
paz, tranquilamente ¿o de dónde salieron esas teorías, investigaciones
científicos, modelos económicos y los pensamientos filosóficos? De la
naturaleza.
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