LECTURAS INTERESANTES Nº
641
LIMA PERU 31 ENERO
2015
LA SOLEDAD BIEN GANADA
CESAR HILDEBRANDT.
Tomado de HIULDEBRANDT EN SUS TRECE N°
235 30ENE15, p. 9
Este gobierno
no se cae: se desliza. Prisionero de una obsesión autodestructiva, Humala se
pelea con la oposición como si estuviese defendiendo principios, algún fin irrenunciable,
ideas que no se negocian.
El problema
del señor Humala es que se quedó sin principios, renunció a los fines y es viudo
de sus propias ideas traicionadas.
Humala llegó
al poder para cambiar el. El Perú lo ha cambiado a él. Ahora hombre que
farfulla excusas, que se enreda en naderías, que no tiene para qué luchar y
que, sin embargo, parece siempre tenso y dispuesto a decir algo decisivo. Aunque
soñó con ser Velasco, hoy es un poco Sánchez Cerro con una pincelada de Odría.
Es el edecán de Benavides: a la derecha, carajo, de frente, marchen.
Y lo peor
para él es que los sectores conservadores lo han usado y ahora que lo ven débil
y crepuscular, no cesan de acosarlo. Es un caso raro. La derecha trata a Humala
como el padrastro hijo de puta ese que acabamos de ver en la TV. Ya solo falta
Dickens para completar esta historia.
Ollanta Humala en la Plaza de Armas. Foto Carla Lúcar |
Es cierto: el
gobierno se deshace. Pero estaba más o menos previsto que así sería. Desde el
comienzo del régimen, esta modesta revista que vive de sus lectores predijo sin
poses ni estridencias, que la traición de Humala lo llevaría al desamparo.
Ha llegado
ese momento. El ficticio partido que manejaba la hechiza presidenta Nadine
Heredia ha dejado de existir. La mayoría congresal se desmoronó, la disciplina
del grupo ha colapsado. Humala se asoma a una ventana de Palacio y lo que ve es
hostilidad. Se la ha ganado a pulso. Los que creyeron en él lo desprecian. Los
que deberían estar agradecidos lo bombardean a diario desde su prensa concentrada.
Los muchachos, en formación de combate, le derogan la ley pulpín. La derrota es
completa.
Y ya no es
posible tomar las viejas banderas ni reconstruirse. La inercia lo lleva a la repetición.
Creerá que gobierna mientras inaugura alguna obra. Lo mismo creía Belaunde
Terry. Dirá que él no se deja llevar por el ruido político. Pero frente a ese
ruido Ollanta Humala sólo opone el silencio de sus ideas muertas y enterradas.
El precursor del cambio se suicidó y sigue siendo presidente de la república,
así, con minúsculas.
La gran
novedad es que la calle ha vuelto a ser protagonista. Y que es una multitud de
jóvenes, concertados milagrosamente por una inteligencia colectiva, ha
derrotado al gobierno, a la derecha que está metida en él, a la prensa
centavera que apuesta por la petrificación.
No es mayo
del 68 ni la revolución portuguesa de los claveles ni la derrota del somocismo.
Pero ha sido una lección. Y ahora, los que acabaron con la ley que los
maltrataba se imponen otras metas, más altas, y advierten a la partidocracia
putrefacta que no intente colonizarlos.
Dije hace
poco ante los micros de IDL -y eso fue antes del triunfo de los jóvenes y sus
14 Zonas- que sólo del futuro podría venir el viento que barriera tanta mentira
y tanta hipocresía. Pues bien, el futuro ya nos está hablando y lo que nos dice
es que hay que avanzar.
La derecha
sólo quiere arrinconar a Humala y acomodar las cosas para que votemos por
García, K. Fujimori, PPK o cualquier títere adjunto. Sus opinólogos vienen de
la Altamira reaganista, del neanderthal franquista y hoy serían na¬zis si
Hitler hubiese triunfado. En el Perú dominan la radio, la TV y gran parte de la
prensa escrita. Harán todo lo posible por desacreditar el movimiento juvenil,
por llamarlo anarquista, extremista, infiltrado por la hoz y el martillo.
El problema
para ellos es que en Grecia y en España la indignación ya tiene nombre de
partido. En Grecia se llama Syriza y ha ganado las elecciones. En España se
llama Podemos y anda primero en las encuestas. El sistema-mundo empieza a
asustarse. El sueño de la señora Thatcher, de los señoritos Miró Quesada, de la
señora Merkel y de toda la cabronada falsamente académica disfrazada de coro
gregoriano, empieza a desvanecerse. El capitalismo salvaje no es la opción inexorable
y casi bíblica que nos han querido vender. Las utopías valen la pena. La rabia
ante la injusticia es santa, como la dama de las novelas románticas, y
necesaria, como las revoluciones que nos llevaron a la independencia republicana.
El Perú, Europa, el planeta exigen cambios. La vieja política peruana -incluyendo
apristas, fujimoristas, conservadores e izquierdistas que avalaron a las
farsantes "democracias populares" de Europa Oriental- querrá decirnos
que ahora sí encarna nuevas aspiraciones. Escupámosla. Acabemos con ella a
través de la estricta purga de los votos. <>
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