DANZANTE EN CANDELARIA
Boris Espezúa Salmón
Glosa
en prosa poética incluida en su Libro-Álbum MASCARAS EN EL AIRE. CANDELARIA FE
Y FUEGO, Puno, 2014. Ed. Gobierno Regional Puno, pp. 55 a 57.
Para entender el grito,
debes tener entrañas,
para entender su causa,
debes haber oído
las flautas de la
niebla.
William Ospina
Un escalofrío de emoción recorre la ciudad. Mientras se
afina la versatilidad del aire en sus cadencias y quiebres coreográficos,
alrededor de la sangre que trae su luz que sale del subsuelo del corazón, donde
la sal de los catafalcos ataban el pensamiento primigenio.
Antes de bailar ofrendo a La Pachamama, hago una cruz de
hojas de coca y al oriente soplo el humo del incienso. Beso la cruz del sur y
anuncio la palabra de agua, es decir la palabra sagrada.
Soy un danzante que cruza los solsticios, detrás del círculo
y del triángulo, de donde el hombre se geometriza. En cada novena hago el
juramento de bailar todos los años y desclavar mis alas para hacer arcos de oro
en el aire de febrero.24 El novenario en el danzante son los nueve cielos y en
cada uno habita un coro de ángeles que presiden el amor y la ventura.
Una manada de caballos blancos cabalga dentro de mi cuerpo,
una sola vez al año, trotan en las calles como hijos de los celajes, la
hechicería y la magia.
Santiago: El Lago Titikaka, de donde sale la
música, es un lugar bullente que conecta los sonidos de la naturaleza y del
canto con la palpitación del mundo. El lago está poblado de personajes que
cantan, hablan y en su interior se funde el agua, el Pez y el Puma. Deja oír en
sus aguas el trino que viene de lo oscuro de la noche al clarear la armonía del
día.
Soy la soltura desatada de los huesos, del oído, del gusto y
la vista para poseerme en pleno vuelo y hacer volar pájaros multicolores.
Acuarela de Moshó: La virgen y las danzas. |
Suelto entonces mis pasos evanescentes, mi perpendicular
indecencia por una libertad abierta en el naufragio.
Palpo estas calles sin vértices con todos mis sentidos, sin
su mal paso, si con su saltar iracundo y trasegado en el laberinto.
El azar en el aire me devuelve mi lenguaje corporal y mi
identidad es desprendida del rígido calendario, ese azar se condice conmigo
mismo. Adentro el cuerpo se mira con sus propios ojos, afuera es un fenómeno
pleno, desclavado del abismo.
Los suspiros dejan de saltar y son envueltos con burbujas de
adrenalina y furor de la herrumbre.
Entonces en el centro de la fiesta el corazón bambolea y se
evapora, también las ingles, las aceras, las chapas de las puertas. La cabeza
está en otra parte, en algún hueco donde los pies y las manos han salido de la
concavidad de la historia, donde se diluye fantasmas y certezas. De la piel
para afuera todo es infinito. De la piel para adentro cada uno es único.
¿Comprendes quiénes somos? Un Perú de afuera o dentro de
otro Perú. Un país que grotescamente dibuja el color propio de su tierra con
todos sus matices.
Un país que debe volver a su primer hablar y a su último
danzar y hacer danzar su habla y hacer hablar su cuerpo. Me asomo para verme,
alzándome de puntillas sobre mi latido y soy un peruano cubierto de sombras en
cuyo torrente sanguíneo llevo miles de estrellas que dan celajes a mi
respiración.
Kusillo: Me detengo en esquinas, volteo a
los costados, me busco a mí mismo y sin saber que la gente me mira como
queriendo paralizarme con las miradas. Soy Kusillo mayor y provengo del Dios
Thunupa que también da origen al Ekeko.
Nadie sabe si desde adentro miro desde lejos, la
ferocidad de los pesares y la voracidad del deseo es menos que la verdad de la
gente que nunca es dicha sino a través de su máscara y su espejo interior.
Somos reproducciones del universo. Vibraciones interiores
que ascienden de menor a mayor grado, con la unidad y polaridad del cosmos. El
reino de este mundo nunca fue de este mundo, sino de aquello que estaba detrás
del velo, detrás de ese espíritu que se llena de plenitud en su festín.
Ahora que lucho por no ser invisibilizado, periférico,
ninguneado como sobra o como faltante de un espectro. Ahora ese molar, con el
ají de la antigua tierra, es el lúpulo para el nuevo paladar de un país a
reconocerse.
Danzo, voy, miro, atajo y hago una, muchas señales de
saludo, elevo y sigo mi nariz, a través de la faringe y la laringe, los
bronquios y bronquiolos, más hacia dentro y más hacia afuera.
Ingreso al centro, entre la gente y calles murmullantes, con
paso fuera y dentro de sí, debajo de los pies sostengo el peso de la fiesta
mientras el oxígeno atraviesa los alvéolos de mi sangre.
Un escalofrío de emoción recorre la ciudad.
Yo soy esa ciudad. El pensamiento y el sentimiento son
corporales. La emoción no va ni adelante, ni atrás es mi marca corporal.
La música está en el interior y sobre la faz de mi primera
edad.
Arranca de sus tambores las ilusiones y sus secretos,
levanta la palanca de la energía corpórea que traza líneas paralelas en el
oído, en los pies y en el paladar con un parpadeo inconmensurable.
El frío que hace crecer el desamparo, ahora queda mordido
por el calor del escalofrío emocional.
El cuerpo gira en los puntos negros que los ojos ven cuando
la luz lastima la mirada y la turbulencia del mundo se contrae en la punta de
mi nariz.
Todo el universo participa cuando danzamos, la totalidad nos
mece. Nosotros también mecemos al universo desde las sílabas lilas de las
tardes.
De los dedos de mis manos salen extensivos torbellinos, de
los dedos de mis pies, hélices de fuego, que levantan humo rojo, verde y azul.
Vengo desde adentro del hombre dormido. Yo soy el que pinta
el humo del color de la danza. Yo soy el achote del entresueño del viento.
Mientras la música en el cuerpo hace una ornamentación
colosal, se pulen los sentidos y hay un compás sostenido, una máxima aritmética
de elevación.
El hombre al palparse siente el fuego en la piel y miles de
cuerpos encienden la emoción desde su lengua muda donde corren los astros.
Santiago: Todo cuerpo en sí ya es una
transgresión y una agresión porque se sostiene en la represión que hace fiera
al instinto y su expresión mágica, su simbología liberada y plena. Por nosotros
fluyen todos los lenguajes.
La música se abomba, la emoción jadea deseos, con un gesto
de iré curvo eternizándose en el río de mis ojos.
Danzo para hacer vibrar los átomos solares y lunares en los
resabios del fuego que es la iluminación y la conciencia superior. Divido el
círculo de ese fuego en cuatro partes y en cada paso aseguro tener la
representación de una galaxia.
En el corazón del crepúsculo se danza mejor, cuando nada
está en secreto y la mejor luz hace que las formas y las ganas se vuelvan más
simbólicas, cuando las figuras de los cuerpos realizan su propia posición
sagrada, para asfixiar el tedio.
Las horas de la danza son agujas de tu piel que las expulsas
en los altares de los días, haciendo mía tu cruz de quietud, cuando tu exacta
coreografía relumbra como el relámpago. Agudizamos los sentidos y vemos en la
estrella polar su fuego flamígero, signo del pensamiento libre.
Esta estrella nos hace entrever un mundo más elevado cuando
los resortes genéticos de la danza tocan nuestros espíritus, tocan las fibras
sagradas del primer hablar de los abuelos, del último balbucear de los Dioses,
y las vicisitudes de las pasiones desatadas donde se pierden
con sus dones, son devueltas al agua fría de la matriz andina.
Ser el ala a la ceniza, ser la insurgencia de los orígenes,
pez que aletea en la sien y en el circuito de la sangre se arrebata la agilidad
de sus glóbulos, entre el vértigo del oxígeno.
Santiago: El cuerpo al danzar se reintegra,
al desplegarse como abanico es un tejido de jeroglíficos, de variaciones de ir
más allá de lo que plasma o encarna en su realidad corporal. En la Fiesta de la
Candelaria el sincretismo se reinventa. Es la extrema expresión de la
corporeización, es la sublimación del desequilibrio entre cuerpo y espíritu,
absorbiendo el cuerpo hasta el límite místico.
Ser rayo de agua, lloro de fuego y regresar de nuevo al río,
para que cruce tu puerta, y podamos
Foto: Guido Serruto |
Chinadiabla: Soy la mitad de la fiesta que hace
torcer los ojos, yo solo sé de mis encantos, de mis movimientos, de mi sino.
Mis polleras relucen los zafiros de los ensueños girando mi estrella corporal
insinuosa, dadivosa desde los huesos a tus latidos, para enredarme en los
cabellos de la fiesta y en la cintura de mi amado.
Con denuedo cumplimos con los Dioses, fijando en el vientre
un Águila que despliega sus alas, sus ramajes de fuego y una serpiente que
susurra a un ritmo que hace fluir un río incontrolable en cuyo centro reposa el
sueño de los Dioses. Un nuevo tiempo nacerá al ritmo de las estaciones.
El cuerpo tiene su propia dialéctica y extravío. Tiene su
instante infinito. Abre puertas donde brotan Mariposas y desdobla los
manantiales y los cielos que el cuerpo traspasa, sacando de sí sus deseos hasta
sus propios límites.
En La Festividad de la Candelaria, en medio del fulgor,
guardé en mis pupilas cada lucero donde se mecen los trece vientos que son
nuestras manos que alcanzan el ocaso. Es la vida que se mira a sí misma. Es la
muerte que nos lleva, a partir de nuestros cuerpos, a perfilar otros cuerpos
imaginarios, donde se transfigura el rito de la danza, haciendo añicos a la
negra luna en todos nuestros sueños.
Un escalofrío de emoción recorre la ciudad. Yo soy esa
ciudad.
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NOTA.- En el Introito, el autor
explica: “…En este texto está la recreación poética de la fiesta de La
Candelaria en palabras e imágenes que danzan en el discurso poético y también
en los otros sustratos dancísticos como el color, el fuego, el aire y la
memoria, que es demostrado a través de varias voces dialógicas y dialogantes
como son el discursó de Santiago que reflexiona a pie de página desde los
múltiples escenarios de las danzas y es el turista ilustrado; la voz del
Kusillo que viene del orkofiesta, bufón andino que anima todas las danzas; el Ayarachi,
danzante mayor vinculado a la cosmogonía andina; la danza vocal del Karabotas,
jinete romántico, domeñador de las alturas; el discurso erótico y sensual de la
Diablesa y la Chinadiabla que representa n la lujuria suntuosa. Todos cruzan
este imaginario poético, visual, aerófono y colectivo que de fiesta encendida
tintinean el universo del Titikaka.
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