LOS DOS SAN CARLOS DE PUNO
(CAROLINOS CONTRA CHOQUEHUANCAS)
Augusto Dreyer
E |
n el año de 1825 el libertador Simón Bolívar emprendió un
recorrido por las provincias peruanas del sur, trayecto que concluyó en el Alto
Perú. El 2 de Agosto, a su paso por Pucará con rumbo a Puno, recibe la célebre loa
de aquel peruano mestizo de
abolengo incaico, José Domingo Choquehuanca, fervoroso independentista,
abogado, político, descendiente directo
por línea de varón de Tupac Inca y heredero de una de las familias de la nobleza indígena
más ricas y poderosas de todo el sur andino.
A los pocos días, Simón Bolívar llega a Puno, la villa
fundada por los españoles en 1668 con el
nombre de San Carlos en honor al degenerado rey Carlos II de España, y recibe
un apoteósico y jubiloso recibimiento. En agradecimiento a esos actos y en
calidad de Presidente de la República del Perú funda el Colegio de Ciencias y Artes de Puno mediante el Decreto del 7
de agosto de 1825, el cual fue ratificado por el Congreso Nacional
Constituyente el 31 de mayo de 1828. Y es en ese año que el prefecto de
Puno Benito Laso aloja la
institución educativa bajo la dirección del fraile Mariano Andía en una casa
del intendente Manuel Químper en lo que es hoy el Jirón Grau. En ese local
alquilado funcionaría el Colegio de Ciencias y Artes por espacio de veinte años
hasta tener finalmente su propio local.
El degenerado rey Carlos II |
Desafortunadamente, la independencia del Perú fue un
movimiento promovido por las élites criollas para conservar o acrecentar su
poder y esos grupos minoritarios no representaban en absoluto los intereses de
los pueblos indígenas. A consecuencia de ello, el sistema educativo creado a
los inicios de la república era clasista, segregacionista y racista, con el
propósito de que solamente las clases sociales privilegiadas tuvieran acceso a
la educación y relegando a los pueblos indígenas a la marginación e ignorancia.
El Colegio de Ciencias y Artes de Puno no fue la excepción de este sistema
educativo racista y discriminante y en él había cabida sólo para los jóvenes de
las familias blancas, criollas y además para los provenientes de la emergente
clase mestiza adinerada de Puno. Esa ignominiosa política
de segregación étnico-racial prevalecería durante más de un siglo en el Colegio
Nacional San Carlos hasta mediados del Siglo XX.
En 1950, para atender la creciente demanda de educación secundaria gratuita, el gobierno del general Manuel A. Odria aprobó su Plan Nacional de la Educación por el que se crearon 55 de Grandes Unidades Escolares (GUE) en todo el país. A estos centros educativos tendrían acceso todos los jóvenes peruanos sin discriminacion alguna por su origen, raza, estatus social o económico. En 1953 Odría crea en Puno una Gran Unidad Escolar con el nombre de José Domingo Choquehuanca, en homenaje al célebre político y abogado azangarino de ascendencia Inca quien recibió al Libertador Simón Bolívar en Pucará. En 1953, por disposición del presidente Manuel A. Odría mediante Resolución Suprema N.º 578 se ordena el traslado del Colegio Nacional de San Carlos a la infraestructura de la Gran Unidad Escolar José Domingo Choquehuanca en la avenida del Puerto. Lo que implicó el cierre del Colegio Nacional San Carlos y el traslado de los bienes, recursos humanos y todo el patrimonio documentario de la vieja casona del parque Pino al flamante local de la Gran Unidad Escolar.
José Domingo Choquehuanca |
Al ver la gravedad del descontento social y protestas que causaba el nombre de Choquehuanca, las autoridades educativas trataron de enmendar el impasse con la decisión completamente injusta y absurda de cambiar el nombre de la gran unidad de GUE José Domingo Choquehuanca por el de GUE San Carlos, eliminando el nombre de Choquehuanca, un personaje tan importante para Puno durante el periodo de la independencia y principios de la república. Posteriormente en 1964, reabrieron el antiguo colegio para el retorno de la comunidad carolina a la vieja casona local del parque Manuel Pino, otorgándo la denominación de “Glorioso” al Colegio Nacional San Carlos”. No obstante esas medidas, las disputas y el descontento recrudecieron y se avivaron viejos enconos. Los “gloriosos” afirmaban que los únicos carolinos verdaderos eran ellos y que los “choquehuancas” habían plagiado y se habían apropiado del nombre San Carlos. Lo más incoherente de todo ello era que la comunidad carolina se rasgaba las vestiduras por San Carlos, el nombre dado a la ciudad de Puno en honor de Carlos II, el física y mentalmente tarado (y terriblemente feo) rey de una España atrasada y dominada por el fanatismo y el oscurantismo.
Llegado a este punto es importante recordar y recalcar que el nombre dado por Simón Bolívar a ese centro educativo en 1825 fue de “Colegio de Ciencias y Artes”. Posteriormente ese apelativo sería modificado en 1830 por el de “Colegio de Ciencias Matemáticas”, nombre que el Mariscal Andrés de Santa Cruz lo cambiaría por “Colegio Mineralógico de Socabaya” en 1838. En 1844 el Presidente Mariscal de San Román reapertura el colegio con el apelativo de “Colegio de Ciencias y Artes de Puno”. Y es recién en 1865, durante el mandato del dictador y traidor a la patria Mariano Ignacio Prado, que el colegio adquiere el nombre de “Colegio Nacional San Carlos”. Cinco apelativos diferentes hasta terminar en el desafortunado nombre dado por los invasores españoles a la ciudad de Puno en 1668 en homenaje a Carlos II, el tirano, opresor y explotador de los habitantes y riquezas del Perú en el Siglo XVII. Con seguridad el Libertador Simón Bolívar, reconocido como una de las figuras más destacadas de la emancipación hispanoamericana, jamás hubiera querido ni aceptado ese colonialista y retrógrado nombre para el primer colegio de Puno.
Al terminar mi educación primaria en el colegio San Ambrosio en 1959, tuve que tomar la decisión de elegir el colegio donde cursar mis estudios secundarios ya que mi padre me dió la libertad de hacerlo a mi criterio. Elegí matricularme en la GUE San Carlos, el colegio de reciente creación, porque contaba con un flamante y moderno local, un buen equipo de jóvenes docentes y un entusiasta grupo de gente como personal administrativo. Aunque el más importante criterio al tomar mi decisión fue el que la GUE era un centro educativo en el que se había suprimido la segregación racial y social que existía en la educación en Puno. Todo jóven con ganas de estudiar, sin importancia de su estrato social, económico y pertenencia étnica, era bienvenido y aceptado en la GUE.
En la Gran Unidad Escolar cursé toda mi
secundaria y viví y experimenté personalmente los acontecimientos que se dieron
lugar con la reapertura del Colegio Nacional San Carlos en 1964. En esa
coyuntura una parte de los estudiantes y profesores de la vieja guardia retorna
a su local original en el parque Pino y estalla la rivalidad y antagonismo
entre el llamado Glorioso y la GUE manifestado en enfrentamientos,
hostilidades, peleas, difamaciones e insultos entre ambos bandos lados que se
prolongarían por varios años.
Fui testigo directo de las batallas campales y pedreas después de los partidos de fútbol entre ambas instituciones; de las peleas durante los desfiles escolares por las fiestas patrias y por el día de Puno; de los enfrentamientos es la calles de la ciudad. También de las acusaciones de robo del “glorioso” nombre y de los gritos de “choquehuancas" que nos lanzaban como si fuera el peor de los insultos. Cuando acabé la secundaria paulatinamente todo quedó atrás, no obstante quedaron vivos los recuerdos de lo vivido en mi memoria. Hoy, a la distancia y con el paso del tiempo puedo decir que me siento orgulloso de haber sido protagonista y testigo de ese tiempo convulso en el que finalmente el muro de la segregación y racismo en la educación puneña a nivel secundario fue derribado para siempre. <>
Copenhagen, mayo 2024.
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