MOVILIZACIONES SOCIALES
Y LA PRENSA
José
Luis Ayala
En DIARIO UNO 23OCT22
E |
l poder
mediático que controla los monopolios de comunicación masiva, tergiversa las
informaciones y mucho más, cuando surgen movilizaciones populares de orden
político. Tiene temor que los segregados del sistema hablen, hagan mítines, se
expresen por medio de dirigentes y líderes. Ellos señalan el hartazgo y desencanto
que impone la insoportable condena social del neoliberalismo criollo y
achorado.
El
Estado ha optado por el fascismo como ideología y acción, igual sucede con los
medios. No permiten que se conozcan manifestaciones de protesta y hartazgo
contra el sistema. José Deustua y José Luis Rénique, a través de
"Intelectuales, indigenismo y descentralismo en el Perú",
registraron movimientos sociales que es preciso recordar.
En efecto, los historiadores dicen: "Cuando, a comienzos de 1923, sesenta indígenas de Huankarki, Yaurisque, en la provincia de Paruro, apresaron a los hacendados de San Juan de Tarai, Luis F. Rozas, Ángel L. Cama, Mariano Poblete y Carlos Morales, y los llevaron a la intendencia de la Policía para que se les juzgue, de acuerdo a la ley, de manera que les devolviesen sus tierras y ganado del que se habían apropiado; los campesinos repetían constantemente, que “el patronato les había autorizado llevarlos presos, sino llevar sus cabezas”. Había dirigido el movimiento Santos Rimachi, un licenciado del Ejército, al igual que Teodomiro Gutiérrez, sublevación de Rumimaqui en Azángaro, en 1915.
Rimachi
para preparar la acción “les exigió a sus compañeros que presenten todas las
armas que tuviesen”, que en verdad no disponían de muchas solo un revólver que
pertenecía a Cipriano Sutta. Por eso, los indios sencillamente contaron “con
pedradas y hondas” a la hora del ataque, como en Anta, pero con una estrategia
bien planificada pues condujeron prisioneros a los hacendados a la cárcel de
Yurisque donde “los encerraron en una guardia de ocho indios"[1]
Ahora,
los afectados son miles de campesinos de comunidades ancestrales, debido a la
minería depredadora de extracción a tajo abierto. Los incumplimientos de
acuerdos son constantes, por lo que recuren a realizar paros y movilizaciones.
La represión consiste en matar a campesinos de modo violento y sin que después
nadie sea procesado. La orden es matar, matar, matar.
Tanto
Rénique como Deustua al referirse a estos hechos en el siglo XX, aseveran que:
"Las mismas características se repiten en el mencionado caso de Huaquira.
Según la carta de Ambrosio Arredondo envió al Cusco el 8 de febrero contando
sus temores sobre preparativos campesinos, el líder del movimiento era un tal
Faustino Mendoza el que suscribe como apóstol. Para que los lectores de El Comercio
conozcan la clase de individuo que es el tal Mendoza les bastará saber que
también pasa como indio de Paucartambo y siempre anda donde el señor Carlos
Vera y otros cabecillas y ante el patronato, acompañando a todos los indios
mostrencos que se han dedicado a llevar quejas y organizar agitaciones a
nombre de la raza". (Pág. 86).
En el
novecientos generalmente los líderes campesinos eran analfabetos, pero
poseían una gran convicción política. Estaban seguros que el Estado (como
ahora), era el peor enemigo de sus derechos. Que el poder judicial no los
ampararía frente al poder de gamonales crueles e inhumanos.
"En
Livitaca, Yanaoca, provincia de Chumbivilcas, -dicen los historiadores- los
campesinos encabezados por Silverio Huarca, Valentín Chamorro y otros,
atacaron la finca de Quimbalete, amenazaron victimar al hacendado, robaron
ganado y pretendieron repartir la hacienda para convertirla en terrenos
comunales. Silverio Huarcaya se encargó de desmentir este telegrama que el
hacendado había enviado al Cusco, dirigiendo a su vez una nota a El Comercio,
que salió publicada el 5 de marzo de 1923. Resulta por ello sorprendente que
los indígenas campesinos utilicen la prensa diaria para justificar sus acciones.
Ya hemos visto que las viudas de la “masacre de Chinchaypuqui” se acercaron a
las oficinas de El Comercio para dar su versión de los sucesos, la cual hizo
cambiar la opinión de Roberto Garmendia"[2]
El otro caso es el que se refiere a Nemesio Quispe Negrón, quien para fines reivindicativos utilizó la imagen de Leguía y Martínez. Se trata de un líder campesino que tenía suficiente información para usar la imagen de un político oficialista del régimen de Augusto B. Leguía.
"Conforme
el testimonio telegráfico del prefecto de Paucartambo. (Nemesio) Quispe
(Negrón) era el principal instigador de la lucha racial “encabezando un número
crecido de indígenas, actitud agresiva, llevando banderas, con retratos del Dr.
Leguía y Martínez invaden población”. Estuvo en el Cusco varias veces, concurriendo
a la oficina de 'El Comercio', invitado por Luis Felipe Aguilar, donde
periodistas como Valcárcel y Cosío le hicieron un extenso reportaje. En él,
aparte de decir que había nacido en Saillpata, distrito de Colquepata, en
Paucartambo, “expresaba las motivaciones que tenía". (Pág. 88)
Los
liderazgos políticos de campesinos, obreros y trabajadores en el siglo XX, eran
de orden personal, alimentados por ideas de distintas vertientes. Hasta que se
formaron los partidos políticos y la iglesia católica organizó la Democracia Cristiana.
Ahora asistimos a una realidad dolorosa en la que el poder mediático y el
neofascismo, determinan a diario las agresivas y letales agendas de los medios
de comunicación. ¿Hasta cuándo? Esa es la pregunta del siglo XXI.
_________________________________
[1].-José Deustua y José
Luis Rénique. INTELECTUALES, INDIGENISMO Y DESCENTRALISMO EN EL PERÚ.
1897-1931. Centro de estudios rurales andinos "Bartolomé de las
Casas". Cusco. 1984, Pág. 85.
[2]. José Deustua y José
Luis Rénique. INTELECTUALES, INDIGENISMO Y DESCENTRALISMO EN EL PERÚ. 1897-1931.
Centro de estudios rurales andinos Bartolomé de las Casas". Cusco. 1984, Pág. 87.
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