viernes, 21 de enero de 2022

MAS SOBRE FELICIANO PADILLA

 CHANO PADILLA

Escribe: Christian Reynoso

LA MULA: 2022-01-18

 Feliciano “Chano” Padilla (1944-2022) dedicó su cuarto libro de cuentos “Dos narradores en busca del tiempo perdido” (1990), a José María Arguedas, seguramente como un homenaje al escritor andahuaylino de quien este 18 de enero se cumple un natalicio más. En efecto, la obra y el pensamiento de Arguedas subyacen entre líneas y han sido una constante en la narrativa de Padilla, quien ha dejado gran tristeza en la literatura peruana tras su fallecimiento el pasado 7 de enero. El libro en mención fue publicado al alimón con Jorge Flórez-Áybar, cada quien con un ramillete de cuentos.

Chano, como lo llamábamos los amigos cercanos, nació en Lima, pero al cabo se trasladó a Abancay donde pasó su niñez y adolescencia, para posteriormente seguir estudios universitarios en Cusco y luego, en los años setentas, afincarse en Puno para iniciar su vida profesional como profesor. Fue cuando empezó a escribir cuentos que pronto publicó. Con el tiempo escribió una obra continua que hoy lo sitúa como un referente importante de la narrativa que se ha escrito en el altiplano peruano desde la década del ochenta a la actualidad.

Los numerosos cuentos de Chano están reunidos en varios libros, entre los que destaca y es indispensable “Amarillito amarilleando” (2002), que reúne a sus dos libros anteriores “Polifonía de la piedra” (1998) y “Calicanto” (1999). También escribió novela, siendo “¡Aquí están los Montesinos!” (2006) la más celebrada, mientras que “El morral escarlata” (2021), novela atípica dentro de su obra, se constituye en su último libro. Escribió también un volumen de poesía, además de crítica literaria y artículos de opinión. Sus textos pueden rastrearse en el diario “Los Andes” y en revistas locales.

Hoy queda el recuerdo de algunos viajes compartidos junto con Chano y otros amigos a distintos lugares del Perú, como aquel en el que estuvimos encima y debajo del Pachachaca y en las chicherías abanquinas buscando a José María; las largas conversaciones en el marco de una bohemia elegante y a veces ilimitada en el club Kuntur de Puno; pero queda, sobre todo, el recuerdo de una amistad sincera y creciente al calor de la literatura y de la creación. Sean estas palabras un abrazo para su familia y un salud para Chano, arriba o abajo, en donde esté.

 

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