SEGUNDA VUELTA:
EL DEBATE TÉCNICO
Por Jorge Rendón Vásquez
A |
las 7 de la noche del domingo 23 de
mayo, se enfrentaron por la TV seis miembros del equipo técnico de Keiko
Fujimori y seis del equipo técnico de Pedro Castillo en lo que para muchos
debía ser un match con goles. Habían sido convocados por el Jurado Nacional de
Elecciones para exponer los lineamientos de sus políticas de gobierno. Pero,
algunos entendieron que esto quería decir lo que los candidatos se proponían
hacer como si, al ganar las elecciones, accedieran al poder absoluto. Al
parecer, nadie les advirtió que el presidente de la República solo tiene como
función administrar los servicios públicos, en cumplimiento de la Constitución
y las leyes.
Una visión de síntesis del debate y del comportamiento de los contendores muestra que fue un enfrentamiento, por una parte, de la intención de mantener el modelo económico, social y de gobierno que tenemos, con sus desigualdades e iniquidades; y, por la otra, de la intención de cambiar ese modelo; una lucha del continuismo neoliberal en provecho del poder empresarial contra la aspiración a promover una sociedad con mayores oportunidades de ingresos económicos, servicios sociales y bienestar para todos; o, en otros términos, una lucha de la resignación obligatoria contra la esperanza libertaria.
Los protagonistas de encuentro hicieron honor largamente a lo que sus
comitentes esperaban de ellos.
En el lado fujimorista se alineaban seis personajes extraidos de las listas
de postulantes a cargos del Estado altamente remunerados con el dinero del
pueblo, una suerte de mercenarios dispuestos a hacer lo que se les diga.
En el lado del maestro de origen campesino figuraban seis profesionales con
un currículum caracterizado por la defensa de los sectores populares en sus
áreas de actividad.
En el bloque Reforma del Estado, Dina Boluarte, con una expresión clara y
aguda, se sobró con Patricia Juárez que demostró una pobreza mendicante de
argumentos.
En el bloque Recuperación económica y reducción de la pobreza, Luis
Carranza repitió que haría lo mismo que hizo cuando fue ministro de Economía de
Alan García, frente a Juan Pari que le recordó que la economía debe estar al
servicio del pueblo y no de los empresarios, en particular de los más ricos.
En el bloque sobre la Salud y el manejo de la pandemia, la disputa fue
entre la angurria de las clínicas privadas, en cuya representación hablaba José
Recoba, y la necesidad de reformar totalmente los servicios de salud públicos
para atender a toda la población, que fue el planteamiento de Hernando
Cevallos.
Andrés Alencastre, del equipo de Pedro Castillo, en el bloque
Infraestructura, desarrollo regional y descentralización, dijo, con la
persuación de un profesor, que esa labor partiría de abajo hacia arriba, de las
necesidades de los pueblos hacia la acción del gobierno, contra un Carlos
Bruce, altanero, que, en el fondo, justificó sus andares como político de
Toledo, PPK y Vizcarra.
En el bloque sobre Seguridad ciudadana y orden interno, la teleaudiencia
expectó a un Fernando Rospigliosi, gritando como un poseso, quizás en la
creencia de que los gritos desaforados son argumentos. Así dijo que construiría
en Lima cinco nuevas cárceles para albergar a los delincuentes, cuyo número ha
aumentado. Avelino Guillén, calmo y elocuente, le dijo que es más importante
tratar de impedir los asaltos y otros delitos en lugar de permitirlos para
castigarlos después. Las diatrivas mentirosas de Rospigliosi contra Cerrón
demuestran que le basta alimentarse con los refritos de la prensa y la TV del
poder empresarial, y que nunca supo ni tal vez le interesa conocer las
ilegalidades que el expediente del proceso en Huancayo contra Cerrón contiene.
En el bloque Medio ambiente y desarrollo sostenible, Celeste Rosas, sin aspavientos de sabihonda, pero con un sólido fondo de erudición, batió a Hernando Guerra suavecito al recordarle que tiempito atrás él decía que su mandante era un ejemplo de corrupción. Celeste añadió, con tono de amigable pero de mordaz acrimonia: Nano reflexiona. Un chico malcriado.
Estos debates de los candidatos presidenciales y sus equipos técnicos se
han popularizado, más como un entretenimiento, que como un medio de dar a
conocer sus propuestas. En realidad, en el escasísimo tiempo del que cada
participante dispone solo es posible enunciar a grandes trazos sus proyectos.
Hablando seriamente, cada punto tomaría horas, puesto que se trata de dar a
conocer proyectos complejos sobre necesidades y servicios que deben ser
estudiados en todas sus fases y, principalmente, en la de su financiamiento y
en el nivel de decisión requerido que, en muchos casos, excede las facultades
de la presidencia de la República.
Lo que, finalmente, les interesa a los medios es el show, y los políticos
han aprendido a presentarse como actores. Esto da lugar a que el peso de la
responsabilidad de su comportamiento y de la figura a exhibir recae sobre sus
directores de campaña, técnicos en vestuario, maquilladoras y maestros de
declamación. Hay campañas que se pierden porque el candidato o técnico lee su
intervención o porque su corbata estaba ladeada o su peinado tenía un mechón
fugitivo.
John Dos Passos se divirtió enormemente cuando en 1943 escribió El
número uno, novela sobre las campañas de un candidato a la presidencia en
Estados Unidos y su manejo interno. Mark Gimenez relata un caso similar en su
novela The governor´s wife, y hay ya muchas películas en este país sobre
el mismo asunto.
El hombre del sombrero campesino no ha caído en esas veleidades, que tanto
gustan a ciertos electores. Él es como se le ve: sencillo, afable, directo y
convincente y, sobre todo, limpio. Sus representantes en el debate técnico lo
recordaron, mostrando las palmas de las manos abiertas. Supongo que el signo
contrario es una mano junto a un bolsillo, haciendo un semicírculo como saludo.
(25/5/2021)
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