viernes, 7 de agosto de 2020

LA COYUNTURA POLITICA PERUANA



LECTURAS INTERESANTES Nº 976
 LIMA - PUNO, PERÚ              7 AGOSTO 2020
SEMANA TRÁGICA
César Hildebrandt
Tomado de HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 501, 7AGO20
H
abíamos quedado en que me recibía a las 5 de la tarde del día siguiente al voto de confianza. La iniciativa de la entrevista había partido de él, de Pe­dro Cateriano, el hombre al que había criticado con acritud. Me pareció un gesto de mente abierta. Y me preparé.
Leí todo lo que pude sobre él y tropecé con sus luces y sus sombras de personaje inexplicable de la política. ¿Por qué inexplicable? Porque es una hechura de la obstinación, la soledad y la resistencia. No tiene partido -quedó huér­fano cuando el vargasllosismo adquirió la cara de Rafael Rey- ni cofradía ni procesión que lo acompañe. La derecha playera lo arropa y lo considera uno de los suyos y ese es uno de sus bemoles. Los programas de televisión que son parte del tinglado del statu quo lo suelen llamar como si de un profeta desinteresado se tratara. Buceando sobre su trayectoria, recor­dé que Nicolás Lynch definió así su gestión de primer ministro en los tiempos de la borrachita del poder y su semáforo intruso: “Administró la traición de Humala”. Recordé también los tres muertos por Tía María y el famoso discurso en el que llamó “delincuentes” a quienes se enfrentaron a la policía de Arequipa. Por último, pasé revista a su oscuro papel como defensor del Estado peruano en el caso de las ejecuciones extrajudiciales ocurridas durante la operación Chavín de Huántar.

Después de eso, releí algunos capítulos de su libro sobre Alan García y no pude dejar de simpatizar con perseguidor tan terco y coherente. “El caso García” es, a fin de cuentas, el anticipo de lo que terminó por ocurrir.
Más tarde escuché su discurso en el Congreso. Y lo primero que hice, después de tragarme las más de tres horas de esa perorata, fue pregun­tarme si ese hombre se había vuelto loco.
¿Esa era la pieza oratoria de un primer ministro al que le quedan doce meses de gestión? No, de ninguna manera: era la presentación de un plan quinquenal, de una década de obras de todo calibre. Me quedé exhausto de imaginar el tamaño de la burocracia que se habría requerido para ejecutar esa lista de propósitos, la cantidad de miles de millones que habría estado en juego, la magnitud casi maoísta de ese salto adelante. Chu En Lai lo habría aplaudido.
Era el discurso -no lo dudé- de un hombre que está pensando en candidatear a la presiden­cia el 2021 y se quiere lucir como el estadista que ve más allá de la pandemia. Cateriano se subía los pantalones y acomodaba sus anteojos de présbita a cada rato, pero hipnotizaba con sus anuncios y atarantaba con un desfile de planes que nadie hubiese podido discutir. Total, las promesas no se refutan. El futuro, que este hombre parecía estar encarnando, no se presta al debate.
Y cuando Cateriano decía que todos los peruanos merecen tener agua, ¿quién podía alzar la voz y decirle que no? Y cuando se comprometió solemnemente a comprar 2,000 grilletes para deshacinar las cárceles, ¿qué verdugo podía contradecirle?
Mechain en Peru21

Pero en ese discurso donde a veces tropezaba con párrafos mal acoplados y frases inesperadas -al final de cuentas se trataba de una obra de Frankenstein, hecha con los retazos de cada ministerio- faltaba algo.
Lo que faltaba era cordura. ¿Cómo podía haber 2 páginas dedicadas a la crisis sanitaria y 26 dedicadas a la reactivación económica?
La muerte era el tema, míster Cateriano. La muerte y cómo combatirla, cómo arrinconarla, cómo ahuyentar sus calaveras, cómo oxidar su guadaña. ¿Qué reactivación económica podía haber con este rebrote que aterroriza a la gente y que nos ha dejado sin médicos, sin oxígeno, sin camas UCI? ¿O es que usted repre­sentaba a CANATUR, ese club de estúpidos que ahora teme que pueda decretarse una nueva cuarentena? ¿Qué quieren? ¿Un avión lleno de zombis viajando a un Cusco plagado de cadáveres?
Se equivocó usted, señor Cateriano. Debió usted no darme la razón, dejarme colgado de la brocha y presentarse como un centrista al que le preocupa, primero que nada, la salud de los peruanos. Pero hizo usted lo que,
modestamente, habíamos anunciado en estas páginas: se presentó ante el Congreso como un embajador de la banca y la minería, como un vocero de la CONFIEP a contamos el cuento de que la pandemia era asunto del pasado y que de lo que se trataba era de poner en marcha las fábricas, las refinerías, los proyectos dormidos en el vientre de los cerros. 
¿Cómo irían a trabajar esos ejércitos de obreros y empleados del renacimiento económico? ¡En las uni­dades de transporte donde el Covid-19 hace de chofer y cobrador! ¿Dónde se atenderían los que cayeran bajo el fuego graneado del virus? ¡En los hospitales colapsados que ya no reciben a nadie y que tienen que esperar que los ocupantes de las camas UCI se mueran para recibir otro paciente!
Se equivocó desde la derecha, señor Cateriano. Es que es peligroso militar en esos círculos.
Para estar en ellos a plenitud hay que practicarse una lobotomía medianamente radical. Y, como usted sabe, señor Cateriano, la derecha peruana tiene habilidades diferentes desde hace un par de siglos.
Y no aprende, como hacen otras menos pétreas y más ilustradas. ¿Sabe usted, señor Cateriano, que el conservador Foro de Davos ha publicado un documento llamado “El Gran Reinicio”? Seguramente que usted, que es tan leído, sí lo sabe. En todo caso, compartamos lo esencial de ese texto: después de esta pandemia el capitalismo tiene que refundarse y se impone un nuevo contrato social en el que la economía deba ser mirada con nuevos ojos y donde el crecimiento del PBI no sea el para­digma y el bienestar de la gente sea la mayor preocupación. ¿Escuchó, señor Cateriano? Esa era la grandeza que pudo usted permitirse para decirle a su amiga Rosa María Palacios que no todo es Laive, acciones en la bolsa, quietud reaccionaria.
Después de escuchar a Cateriano, me que­dé por ratos a escuchar la intervención de los congresistas. Tengo que decirlo: pocas veces me ha preocupado más el futuro de mi país. ¿Estos son los que reemplazaron a los mañosos de la legislatura anterior? Es difícil definirlos si la entomología no es nuestra especialidad. Con excepciones, son la prueba viviente de un país en trance de disolución cultural. El Congreso de ayer era una reunión de bandas. El de hoy expresa el fracaso absoluto de la educación pública. El de ayer era un aquelarre. El de hoy expresa las vacaciones de la inteligencia.
Lo peor es que ese Congreso, presidido por un ma­tón salido de algún puerto malevo, ha podido argu­mentar que Cateriano no presentó un plan de urgencia para enfrentar la crisis que está matando peruanos a puñados diariamente. Lo peor es que un hombre inteligente y educado como Cateriano pudo ser desairado por un Congreso de tan baja estofa.
Pero lo peor de todo es que, al nombrar al nuevo gabinete, el presidente Vizcarra acaba de apostar por lo mismo. Es como si el virus hubiese abatido nuestro sistema inmunológico. Como si el abismo nos llamara, más seductor que nunca.
A las diez de la mañana del día pactado para la entrevista, la secretaria de la PCM llamó a Américo Zambrano a decimos que la cita se cancelaba. Era de esperar. Cateriano apareció después en RPP y Canal 8: parecía la sombra de sí mismo. Y después de las callejonadas del tal Merino de Lama, el fugaz expremier habló de la necesidad de concertar y pasar la página. Eso es lo que el Perú les hace a quienes se lo permiten: un ácido los desfigura, una cenicienta palidez los envejece. ▓▓

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