lunes, 6 de abril de 2020

PINTORES PUNEÑOS


EUFRAÍN FLORES,
MAESTRO Y PINTOR
por Nilton Vela LOS ANDES /2020
 Hace algún tiempo he visto -a la distancia- que, el circuito artístico en Puno se encuentra más fresco y activo, esto se debe tal vez, porque las diversas plataformas estatales y privadas vienen brindando un espacio de reflexión e introspección en sus salas de exhibición. Sin embargo, mi efímero seguimiento surge generalmente por las redes sociales y los diarios locales que emiten su contenido en sus respectivas páginas web; por ello, mi impresión no es
EUFRAÍN FLORES
fructífera, pero si necesaria, este ejercicio me permite ver las propuestas expositivas y seguir a lo lejos la producción de los artistas locales. Además, este vínculo virtual hace que no me desprenda de la creación artística que se genera en nuestro terruño y, también afianza mi arraigo como pintor puneño. Por ello, ver el panorama artístico de Puno me conecta con mi etapa de estudiante y de pintor puneño fuera de Puno, asimismo es un reencuentro con mis compañeros de caballete, así como también con los docentes que me formaron y finalmente con los inquietos amigos que compartí galería y copas de vino.
En este sentido, quiero compartir algunos momentos de inflexión mental de una exhibición que fue muy emotiva para mí, por el hecho mismo de no estar presente y que la distancia me conduzca por una ruta visualmente implícita. Se trata pues, de la primera muestra pictórica del pintor Jaime Eufraín Flores, mi maestro y tutor de pintura durante mi ciclo de estudios en la Escuela de Bellas Artes de Puno ‘ESFAP’, (2004-2008). Aquella exhibición se llevó a cabo en el mes de setiembre de 2019 en la Galería Municipal de la ciudad de Puno. Como sabrán, la obra del maestro Eufraín se caracteriza por evidenciar paisajes altiplánicos donde el lago y el cielo se fusionan con las más bellas costumbres andinas. Asimismo, el carácter de mujeres y hombres aimaras, quechuas y mestizos son retratados por el noble pincel del maestro.

El maestro como pintor
Las tardes en el taller del maestro Eufraín, no solo eran de aprendizaje académico, sino también, eran para cultivar su ejemplo de humanidad, por ello, escuchábamos atentos sus anécdotas con las más sublimes travesías artísticas de su hábil talento, dónde lo narrativo se interponía con lo pictórico. Aquellas tardes no solo me enseñaron a pintar sino también me enseñaron a conocer y respetar al pintor y maestro, menciono esto, porque Eufraín, no solo se dedicó a enseñar, nos cultivó la esencia de pintar. Además, en sus buenos tiempos el maestro obtuvo elogios y buena crítica; por ejemplo, en el año de 1978 obtuvo uno de los cuatro premios estimulo, -con su obra titulada K’ajelo- en el Concurso Anual Sérvulo Gutiérrez, auspiciado por el entonces Banco Popular del Perú. Asimismo, estuvo presente en la III Bienal de Arte Contemporáneo de Trujillo (1987), donde compartió sala con los artistas más destacados de la época. De igual modo, expuso en las Salas del Museo de la Nación en la I Bienal de Bellas Artes de Lima (1993), para luego compartir sala en las más diversas muestras colectivas que se desarrollan en Puno, así como también en el resto del país.
Sobre su obra y la elección de pintar
La obra de Eufraín, no solo pretende conectar con la identidad andina, sino también nos conecta con un imaginario social, donde el canon del hombre andino se adhiere con la silueta del paisaje altiplánico, elementos que aún perduran en la actualidad. Por ello, la intención de plasmar una imagen iconográfica local, no solo es una cuestión de idealización, por el contrario, es un acto de compromiso con la tierra misma. Es decir, Eufraín genera una conexión con su identidad natal. Él nació en la isla
Iscata en el distrito de Acora en Puno, motivo por el cual su pintura genera un vínculo con sus costumbres ancestrales y folclóricas. Entonces, podríamos decir que Eufraín pinta como si estuviera realizando un ritual in situ. Acto profundo que me trae a la mente lo que alguna vez dijo Fernando Fader: “para pintar un paisaje había que romper la tierra. Es decir, ver y sentir la tierra. Conocer el misterio de su entraña. Sufrir su ansiedad, su angustia, su alegría. Comprender lo que tiene de generosa y lo que tiene de ingrata… Gozar con sus olores… Escucharla bajo el sol, bajo la lluvia, en la noche… Sentir la tierra y después pintarla.”  En efecto, la obra de Eufraín comparte los ideales de Fader, sin embargo, la pintura del maestro también sugiere más allá, su pintura propone una representación etnológica que nos induce a pensar y analizar para salvaguardar nuestra cultura inmaterial, función que brindará información a la generación futura.


LA T'INKA

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