sábado, 15 de julio de 2017

COYUNTURA POLITICA PERUANA

LECTURAS INTERESANTES Nº 768
LIMA PERU            16 JULIO 2017
DEMOCRACIA SIN PARTIDOS
César Hildebrandt
Tomado de “HILDEBRANDT EN SUS TRECE” N° 356, 14JUL17, p.12
E
l Apra no ha muerto.
Ya estaba muerta.
La había matado el caquismo, la ideología de la nada, el derechis­mo ventrudo, los deli­rios de un loco que se creía suce­sor de Haya de la Torre.
Pobre Víctor Raúl. Fue un con­verso derechista, es cierto, pero no fue un ladrón. El asesino del partido, en cambio, sí que lo es. Ladrón de siete suelas, varios fis­cales ad hoc, algunas prescripcio­nes claves, un montón de encu­brimientos.

La noticia es que los funera­les del Apra han sido públicos. Y el cadáver se lo han disputado, en un congreso sufragado por el alibabismo, los pagados por los Sánchez Paredes, los que, fieles a Caco hasta ahora, han tenido esta vez que denunciarlo y las raleadas "masas" que sirvieron de decorado social. El nuevo hom­bre formal del Apra -digo formal porque detrás de él está el caquis­mo invencible- es un plagiario que frecuenta a narcotraficantes. Así termina el partido que fun­dó en 1924 un hombre que creía en que la historia del Perú podía cambiar.
Pero la noticia ampliada es más apetitosa para los intereses de la Parca: al Apra cadavérica se une un PPC inexistente, un Peruanos por el Kambio desaparecido, una Alianza para el Progreso que nada sería si no fuera por la caja chica de la universidad César Vallejo, un Partido Nacionalista desen­mascarado, una izquierda divi­dida en "las tres mitades de Ino Moxo", una Acción Popular que sonrojaría al pobre Belaunde.
¿Y Fuerza Popular? Bueno, en manos de la señora que heredó a su papá y que hoy quiere mantenerlo encerrado, no sería rigu­roso decir que Fuerza Popular es un partido. Fuerza Popular es un feudo personal de la señora, una Norcorea acebichada, un cuento chino. Fuerza Popular es una ma­quinaria electoral eficientísima y un aparato represivo que Kenji Fujimori, que mucho debe saber sobre el asunto, ha descrito como "un tribunal inquisidor". Pero para ser partido le falta doctrina, democracia interna, debate de co­rrientes, un programa coherente que no sea aquel que se construye en base a encuestas sobre las ca­rencias de cada región. Y le falta lo principal: condenar pública y explícitamente las fechorías de la organización criminal de la que procede.
De modo que la democracia peruana es una de las pocas en el mundo que funciona sin partidos. ¿Y qué funciona aquí? Bien sencillo: el dinero. Todos hablan de Odebrecht, como si la corrupción la hubiésemos tenido que impor­tar. Nadie dice que en el Perú la política ha sido financiada siem­pre -sí, siempre- con las sobras del gran capital, con el dinero negro de banqueros que debie­ron terminar en la cárcel, con el sencillo de los beneficiados de los dólares MUC, con las reservas de los usuarios del RUC sensible, con la plata inagotable de esos raterazos de cuello y corbata que sabían qué puntada daban y a quiénes debían sufragar.


La política peruana ha vivido de los bajos fon­dos desde hace muchos años. Y los partidos, esos cascarones, saben muy bien qué cosas son los fajos en mochila, las remesas del Huallaga, el lavado de dinero de mala procedencia.
¿Odebrecht nos corrompió? No me hagan reír. Odebrecht se sin­tió a sus anchas en el Perú porque aquí la podredumbre no era ex­cepción sino regla. En el "Brasileirao" del cutrerío, del segundo puesto no bajábamos. El afán de mantener la apariencia y sostener las fachadas de cartón de los parti­dos tiene un fin muy claro: seguir recibiendo fondos de toda índole.
¿Qué nos puede sacar de todo esto?
Quien limpie esta república no puede provenir de la política ac­tual, que está en avanzado estado de descomposición. Nos hacen falta un Haya joven, un Mariátegui combatiente, un Basadre estu­dioso, un José de la Riva Agüero que adecente a los conservadores. Nos hace falta una máquina del tiempo para detener esta catástrofe.



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