PUNO EN LA LUCHA ANTICOLONIAL
Por Luis Guzmán Palomino
Tomado de revista BRISAS julio2015
El territorio puneño y toda la región
circundante al lago Titicaca, han sido escenario de una constante de luchas
populares, tanto en la época colonial como en la republicana, épica que varios
de sus intelectuales, y otros estudiosos extranjeros, han destacado en sendos
libros, de obligada lectura.
Sin embargo, queda aún mucho por
investigar y corresponde a las nuevas generaciones enriquecer esa memoria.
Esta breve nota solo pretende recordar
un capítulo de ese largo historial de sacrificios y heroísmos.
1632:
REBELIÓN EN CHUCUITO
La Lima de extremo fanatismo religioso
y de crímenes cotidianos, de horcas más frecuentes que sus frecuentes corridas
de toros, de escándalos sexuales diarios al punto que Pablo Macera dijo alguna
vez que podía comparárseIa con Sodoma y Gomorrra, esa Lima donde entonces
fungía de virrey el enfermizo Conde de Chinchóru recibió el 16 de enero de 1632
a los chasquis portadores del correo de Potosí, con alarmantes noticias que en
algo preocuron a la indolente y voluble población de la tres veces coronada
capital:
"Este día -se lee en el
"Diario" de ]uan Antonio Suardo- , Por cartas que trajo el ordinario
de Potosí, avisan de la provincia de la gobernación de Chucuito cómo los indios
que se han alzado en aquel distrito y se han hecho fuertes en la laguna, habían
muerto y pasado a cuchillo a 17 españoles (y) mestizos, de los que han ido a su
reducción, por orden de Su Excelencia, a cargo del General Don Rodrigo de Castro
y Bobadilla, Corregidor de los Pakaxes.
Acaudilló esa rebelión Pedro Laime, un líder de
la nación de los Uros o Chocumas, el grupo étnico más pobre de la región y a
decir de Thérese Bouysse, "los más explotados de todos los indios de
Charcas, los menos ladinos, los que recibieron más menosprecio".
A esos habitantes de las islas del Lago
Titicaca, la dominación colonial trastocó sus vidas, convirtiéndolos por la
fuerza en principales mitayos de la brutal y genocida explotación minera, a razón
de dos Uros por cada Aymara.
Era la lucha por la supervivencia y por
ello tomaron las armas creyendo que así lograrían liberarse del yugo colonial.
El propio virrey reconocería como causas del alzamiento "las injusticias y
tiranías" que contra ellos cometieron los españoles.
Los de Pedro Laime consiguieron durante
un tiempo ocultarse en pasadizos fabricados entre los totorales, por lo que el
corregidor emprendió una persecución tenaz y despiadada: rebelde que apresaba
era ahorcado y decapitado de inmediato. No por ello se amilanaron, se
amilanaron los sublevados, sino que por el contrario radicalizaron sus acciones,
tomando el puente que existía sobre el Desaguadero para rescatar las cabezas de
cinco de sus líderes que allí dejaron clavadas los españoles.
El corregidor armó una flota de treinta
balsas para atacar el principal islote del Titicaca, donde se fortificaron los Uros.
Quemó en el trayecto numerosas casuchas de totora y finalmente avistó la
flotilla que comandaba Pedro Laime. Se trabaron varios combates, sin resultado
definitivo, pues el corregidor terminó retirándose. Desconocemos los detalles
de lo que sucedió entonces, y solo sabemos que dos años después el gobierno
virreinal anunció que "la paz había sido restaurada".
1661:
EN CHUQUIABO Y PUNO
Cobernando el virrey Conde de Santistevan
estalló en Chuquiabo (LaPaz) una rebelión de indígenas y mestizos que acaudilló
Antonio Gallardo, apodado "Pilinco".
Causas del alzamiento fueron las medidas
que dictó el corregidor Cristóbal de Canedo, reglamentando la introducción de
víveres a esa ciudad, lo que atentaba contra el libre comercio que practicaba
un buen número de mestizos y también el reclutamiento de éstos para servir en
las campañas contra la nación indígena de los Mapuches, en Chile.
Respecto al descontento de la
población indígena, estaba motivado –desde siempre- por el esclavizante trabajo
forzado en las mitas, los onerosos tributos y el denigrante servicio personal.
EI 1 de diciembre de 7661, los
sublevados asaltaron la casa del corregidor, al que dieron muerte, luego de lo
cual toda la ciudad fue capturada. En medio del desorden también fueron muertos
el alcalde ordinario y otras autoridades virreinales. Coordinadamente estalló
la rebelión en Puno, desde donde se despachó un alarmante informe al rey
noticiando "cómo se les había agregado más de doscientos hombres y ciento
que ya tenían en el dicho asiento de Puno asentadas plazas para el reino de
Chile, que se huyeron con más de dos mil indios que también se les agregaron al
dicho facineroso".
Dicho informe fue publicado en el "Diario
de Mugaburu". Facineroso era, para las autoridades virreinales, el 1íder
libertario Pilinco.
Inmediatamente el virrey reunió a sus
ministros, disponiendo 1o necesario para Ia represión. Pero el corregidor de Puno,
Juan de Erquinigo, adelantándose a las disposiciones supremas, convocó a los
corregidores vecinos, reuniendo crecidas tropas con las que desató la campaña
"punitiva".
Varios combates se libraron entonces, con
triunfo final para los virreinales, que con
grandes apuros impidieron el asalto de Puno, mira estratégica de Pillinco,
quien murió en medio de la lucha. Varios líderes rebeldes, indígenas y
mestizos, fueron apresados y ahorcados, pero otros lograron retirarse por
Laicacota, donde pronto renovarían la lucha.
El virrey reemplazó a las autoridades
de varias provincias, que se vieron impotentes para contener los disturbios,
hasta que logró aquietar un tanto los
ánimos el alcalde del crimen de la Real Audiencia de Lima, Andrés Flores de la
Parra.
La represión fue severa, imponiéndose
penas de horca a Lucas de Montealegre, Antonio Orduña, Juan Ruiz de Rojas,
Alonso de Ia Fuente y Iuan de Amaya.
Los habitantes de Puno y de todo los
pueblos del territorio altiplánico, tienen el deber de honrar el recuerdo de
esos luchadores anticoloniales.
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