LECTURAS
INTERESANTES Nº 640
LIMA PERU
24 ENERO 2015
Oxfam[i], en su informe de enero
2015, “Riqueza: Tenerlo todo y querer más”, puntualiza lo siguiente: “En
2014, el 1% más rico poseía el 48% de la riqueza mundial, mientras que el 99%
restante debía repartirse el 52%.” Esto es producto de una “imperfección del
mercado”, dirán los neoliberales. Pero el asunto es más grave.
En dicho informe, Oxfam remarca que “La riqueza de las 80
personas más ricas del mundo se ha duplicado”, a tal punto que, en el 2014, el
monto de la riqueza de las 80 personas más ricas del mundo igualó en riqueza al
50% de la población mundial más pobre. ¡80 personas pesaron tanto como 3.8
mil millones de personas! ¿Cómo explicar tamaña aberración humana? ¿Y cómo
entender que esta grave situación sea soportada por varios miles de años?
Oxfam corrobora lo expuesto por el profesor Thomas Piketty,
en su ya célebre libro “Le capital au XXIe siècle”, y
apoyado en 15 años de recolección estadística y análisis científico sobre las
desigualdades socio-económicas durante los últimos tres siglos de los 20 países
más poderosos del mundo. El profesor Piketty nos propone el marco conceptual
que nos conduciría a la explicación de tal fenómeno. Y dice: “Los tres conceptos
más importantes para el análisis del sistema capitalista son: la relación
capital/ingreso nacional, la proporción del capital en el ingreso nacional, y
la tasa de rendimiento del capital”[ii]. ¿Está en lo correcto?
TAN CERCA Y TAN LEJOS: Abismo social en Londres
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Todas las variables que menciona el profesor Piketty son
elementos del proceso de trabajo que se encuentra en la base del sistema
capitalista. Y como tales solo nos pueden explicar “la estructura de la desigualdades”[iii] en el sistema
capitalista, y no así el origen de la desigualdad socio-económica. ¿Y esto por
qué?
Simplemente porque lo que han observado, tanto el profesor
Piketty como Oxfam, es solamente uno de los dos elementos de toda actividad
socio-económica: el proceso de trabajo, mediante el cual se crean riquezas. A
partir de ahí es imposible ubicar el origen de las desigualdades
socio-económicas. Para identificarlo es necesario tomar en consideración al
segundo elemento de toda actividad socio-económica. Se trata de la “decisión
socio-económica”, mediante la cual la sociedad decide cómo repartir las
riquezas creadas; es decir, cómo repartir el resultado de la actividad
económica.
Y la decisión socio-económica inmersa en el sistema
capitalista se manifiesta a través de la Repartición Individualista. Un tipo de
repartición basado en la propiedad individual que faculta apropiarse
el 100% del resultado de la actividad económica a quien maneja el acto
económico. Es este mecanismo que genera el comportamiento individualista en los
empresarios y en las personas; aquel que subraya Oxfam: “Tenerlo todo, y querer
más”.
Por un lado, la Repartición Individualista incentiva un
deseo desmedido de concentración y acumulación de activos y de ingresos que, a
finales del siglo XIX y comienzos del XX, tanto en Francia como en Inglaterra y
Alemania, como bien lo señala el profesor Piketty, el capital en manos privadas
alcanzó la cima de 6 a 7 veces el monto del ingreso nacional en cada país.
Ahora estamos de vuelta a esos picos de salvajismo. Por otro lado, y en plena
complicidad con los políticos, se deja intacto el “derecho de sucesión”, de tal
forma que la “herencia” pesa más que el esfuerzo personal conocido como la
meritocracia. Es decir, los ricos serán siempre ricos, y los pobres siempre
pobres.
Este mecanismo de la Repartición Individualista hace del
dinero un Dios, y a las personas sus servidores. Este mecanismo, en la base del
sistema capitalista como su segundo elemento, impulsa la perversión de la
sociedad. Los valores de trabajo, hermandad, honestidad, verdad…, son dejados
de lado para buscar el dinero fácil, la especulación, la corrupción, el
asesinato, los negocios ilícitos, la elección de cargos políticos para luego
servirse del cargo, etc. Estos son los nuevos valores de la sociedad
capitalista. Ya no vales por lo que sabes sino por lo que tienes.
Ante tanta aberración humana tenemos que hacer algo, en
conjunto, en sociedad. No podemos seguir siendo los “convidados de piedra”, la
“última rueda del coche”, y permitir que muy pocas personas se apropien la casi
totalidad del esfuerzo de todo un pueblo, presente y pasado.
Lima, sjl, 23 de enero del 2015
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