sábado, 22 de febrero de 2025

COSTUMBRES DE MI TIERRA

 QHAPO

Escribe: Guillermo Vásquez Cuentas

P

ese a que se ha escrito abundantemente sobre el culto religioso a la Virgen de la Candelaria bajo múltiples enfoques sobre sus aspectos históricos, religiosos, celebratorios, aparece ostensible la reiteración de lugares comunes en el maremágnum de trabajos intelectuales sobre la materia. Aun así, en un trabajo anterior señalamos que “el tema dista de ser agotado, dado que subsisten aspectos, detalles, subtemas que podrían no haber sido suficientemente desarrollados ni tocados debido a que seguramente se les adjudica menor o ninguna importancia[1]”. Es en esa línea de reflexión que encontramos que la “Quema del Qhapo” –evento infaltable en el programa de celebración de la gran fiesta- incide más antes que ahora en el aludido arbusto campestre en proceso de extinción que es, quiérase o no, un elemento de los muchos que componen la totalidad estructural del fenómeno socio cultural denominado “Festividad de la Virgen de la Candelaria”. Aquí, siguiendo nuestro propósito dirigido a indagar sobre aquellos aspectos que no aparecen suficientemente tratados, sino más bien olvidados y soslayados en los estudios sobre el culto de La Candelaria, tratamos de aproximarnos al conocimiento de ese vegetal que para ese fin es portador de notable simbolismo. Veamos.

Qhapo, fotografía tomada en Ecuador
Como se sabe, el Perú es uno de los países con mayor diversidad de flora, lo que se refleja en gran variedad de ecosistemas, con 84 zonas de vida de las 117 reconocidas en el mundo, 28 de los 32 tipos de clima de la Tierra, estimándose en 25 mil las especies de plantas existentes, entre ellas un gran porcentaje se distribuyen en la región andina; sin embargo, dado que el país no cuenta con un inventario oficial basado en identificaciones válidamente reconocidas que respalden la evidencia de las investigaciones etnobotánicas realizadas hasta el momento, no es posible identificar de manera indiscutible todas las especies de plantas peruanas [2].

Pese a esa falencia científica, se conoce que el altiplano peruano-boliviano, espacio físico con características propias en el ámbito americano, aparte de las plantas cultivadas para producir alimentos, posee una considerable gama de vegetales “silvestres” de distintas formas, tallas y colores, entre ellos, los vegetales arbóreos y arbustivos de variada ubicación taxonómica, entre los que intentamos ubicar a los que interesan a la finalidad del presente pequeño trabajo.

La multiplicidad de árboles y arbustos en las áreas alto andinas y circunlacustres de la región puneña, tomados como recursos secularmente aprovechados por las poblaciones, muestran un continuado proceso de disminución de disponibilidades debido a diversas causas, principalmente a su uso incontrolado como leña, medicina, forraje o fabricación de herramientas.

Es el uso como leña el mayor destino depredador de las especies arbustivas altiplánicas, entre ellas principalmente la th'ola, suput'ola, c'oa, t'canlla, c'olli, añaguayo, qhapo y otros. Todas estas y similares especies leñosas vienen disminuyendo progresivamente en cantidad y calidad, por la presión poblacional, los cambios en el clima y el uso indiscriminado[3], entre las causas más comunes.

El Qhapo

La denominación popular de este arbusto es escrita en diversas formas, Kjapo, Ccapo, Capo, Qhapo, siendo esta última forma la mayormente aceptada por quienes lo aluden, lo tratan o nombran.

Qhapo es el sustantivo del que deriva el término “Qhaperos”, esto es, aquellas agrupaciones de personas de procedencia campesina, que buscan el arbusto en los ambientes rurales, preparan las cargas respectivas, las llevan a los lugares en los que se da curso a las ritualidades, para quemarlas en homenaje a las deidades, sea en actos paganos o en festividades religiosas.

Así se confirma en la Resolución Viceministerial Nº 245-2018-VMPCIC-MC de 18 de noviembre de 2018[4] sobre declaratoria de la danza de los Qhaperos de Putina, instrumento en el que en su décimo considerando se lee:

“…el nombre de Qhapero proviene de la palabra Qhapo, que hace referencia a un arbusto que crece en las zonas altas de la región y es comúnmente usado como leña”.

Ccapo (sic), según el historiador arequipeño Gonzalo Gómez es “una planta resinosa que se usa y tiene un buen fuego; proviene …de las partes altoandinas”.

El eminente historiador Alberto Tauro del Pino, consigna en su afamada Enciclopedia Ilustrada la siguiente definición[5]:

Quema de Qhapo en la Festividad Candelaria
CAPO (Bot.: Balbisia meyeniana sp.): de la familia de las Geraniáceas. Es un arbusto que crece en las vertientes occidentales de los Andes meridionales, hasta en altu­ras superiores a los 2.500 m. Posee tallo y ramas delgados, y las hojas aparecen cubiertas por tupida pilosidad. Se lo em­plea como combustible. || 2, en Arequipa, es especie de combustible, consti­tuido por ramas y troncos delgados que se obtienen en las faldas de los cerros circun­vecinos”.

La denominación que le ha asignado la ciencia biológica es la de Balbisia meyeniana, registrada como una especie del “género de plantas con flores descrita por primera vez por Kenneth Lee Knight. Se encuentra en Argentina, Perú y Bolivia, especialmente documentada en el Departamento de Tarija y San Salvador de Jujuy”, según reza la descripción textual de Wikipedia.

Un entendido en la materia[6] señala que se trata de un subarbusto que crece principalmente en el bioma tropical montano y su área de distribución nativa es desde el sur de Perú hasta el noroeste de Argentina.

Otras plantas y arbustos que confluyen en la “Quema del Qhapo”

El Ichu o Hicho es una yerba silvestre que, por lo general sirve para sustento de los ganados. Es muy común en tierras frías, en punas y páramos. Sirve para hacer sogas, esteras, canastillas para cargar botellas y para cubrir techos de las casas. Se usa como complemento del Qhapo cuando este escasea y aparece insuficiente en cantidad para los requerimientos de “la quema”.

 El cronista P. Bernabé Cobo[7] hace una detallada distinción de las variedades de especímenes de Hicho (como él escribe), la cual reviste interés para compararla con los estudios actuales sobre esa planta:

“El que crece sobre to­dos se llama orcosucuya, y el segundo en grandeza huaylla, con el cual cubren las casas; el más grueso es el llamado chilligua, que es muy blanco, liso y poco más delgado que la caña del trigo; déste hacen los indios petacas, canas­tas y esteras muy curiosamente labra­das.

Otro se dice purque, de que se ha­cen las esteras ordinarias y toda suerte de sogas. Del llamado tisña hacen los indios, mezclándolo con el barro de que hacen adobes, para que no se resquebrajen. Cachusucuya se llama lo más delgado y blando, y caurayaycho, otro que sirve de leña y de que hacen sus camas los indios. La especie de hicho menor de todos es el llamado iru, cuyas puntas son duras y agudas y pun­zan de tal manera, que cuando las bes­tias, por faltarles otro pasto, se ven ne­cesitadas de comerlo, porque no les pun­ce los hocicos, lo pisan primero con las manos.

En las dos lenguas generales del Perú se llama esta yerba ichu, y los españoles la denominamos hicho. Los nombres de cada especie son tomados de la lengua amara”.

La thola (Parastrephia lepidophylla) en lengua aimara significa “leña, es una especie forestal resinosa de tallos relativamente delegados y duros, de metro y medio de altura promedio, que crece entre los 3,500 y 4,200 metros sobre el nivel del mar en las regiones de Arequipa, Ayacucho, Moquegua, Puno y Tacna.[8]

Muy usada en las panaderías del sur peruano por sus altas bondades como leña combustible porque, dicen los conocedores, contiene el compuesto llamado lignina. Su explotación incontrolada la ha convertido en especie amenazada, por lo que las autoridades nacionales competentes han tenido que prohibir la extracción, tenencia y transporte de este producto forestal, mediante Decreto Supremo 043-2006-AG. Por cierto, se exceptúa a las comunidades campesinas que la emplean en fines domésticos y a quienes aplican planes de manejo en modo de explotación técnica.

Es la especie más recurrida ante la poca disponibilidad actual de Qhapo.

La Queñua (Polylepis incana) en la revista AGROPERU[9] es descrita de la siguiente manera:

“… especie de mediano porte, de unos 4-6 hasta 10 mt. de altura, con follaje denso y el fuste de 40 o más cm de diámetro, irregular nudoso y revirado como en helicoide. La corteza externa es rojiza; posee ritidoma en láminas membranosas, exfoliables. Los usos son diversos, se puede obtener beneficios de la madera debido a que tiene gran resistencia y dureza, además la corteza interna de esta especie es utilizada como medicina natural debido a sus propiedades; paliativo de las amigdalitis, inflamaciones en la garganta y resfríos”.

Muy eventualmente complementa al Qhapo en las “quemas”.

La “Quema de Qhapo” en la Festividad Candelaria

En las Festividad –refiere Arrufo Alcantara[10]- “la entrada y «Quema de Qhapus»; por un lado, pauta el inicio de la fiesta; y por otro, es acto sagrado mediante el cual se advoca a las deidades católicas y telúricas agradeci­miento y solicitud de bienestar para toda la población, buen año para el logro de las semen­teras y el ganado y el feliz re­tomo para las comitivas celebrantes”.

Durante la Festividad, la «Quema de Qhapus» se inicia con un "pago a la Pachamama”, ceremonia muy especial ofrecida ante la imagen de la Virgen de las Candelaria, colocada en esta ocasión en la puerta principal de su Santua­rio, la Parroquia San Juan del Parque Pino.

El ritual de ofrecimiento del fuego purificador a la pachamama identificada en la imagen de la Virgen de la Candelaria, sigue formas más o menos similares en todo el altiplano. Las diferencias se explican por los usos y costumbres locales y por el estilo personal de los “tucos”, “pacos” o “yatiris” que dirigen el protocolo ceremonial.

El proceso de actos que deben cumplirse mediante el Aytu (en aimara) o Pagapu (en quechua), empieza con la selección de tres hojas de coca en buen estado, conocidos como “K’intu” y son preparados por los acompañantes del maestro de ceremonia.

Se prepara la “Mesa” sobre una manta, “aguayo” ollijlla”, en la que se colocan organizadamente los objetos que se usan en el ritual: El “Untu” o cebo de Llama con el que se forma el símbolo de la cruz que es rodeada por los K’intus de coca portadora de los buenos deseos y augurios. No pueden faltar dulces y caramelos, serpentinas, papelitos metalizados, hiervas nativas, agua bendita, chicha, vino, alcohol. Todos esos elementos –cada uno con un significado que los entendidos conocen- son tocados, retirados o consumidos, según el caso, a criterio del Yatiri, quien dirige y conduce el acto de religiosidad conforme una secuencia preconcebida. Un auxiliar o ayudante del Yatiri se encarga del “sahumerio” con incienso, el cual constituye un ingrediente infaltable en la ceremonia.  

El aytu busca “conciliar con las deidades, principalmente con la Pachamama y luego con los Apus, Achachillas, Uyhuiris, Ispallas, Illas”; invocarles por buenos frutos (vegetales y animales); impetrar por lluvias en tiempos de sequía; pedirles protección para personas y bienes y posibilidades en el acceso a mejores situaciones en los estratos de movilidad social.

Terminado el evento ahíto de paganismo, se da curso al encendido de las piras de Qhapo y leña situadas en las cuatro esquinas de la pequeña plaza; todo ello en medio del desplazamiento de los grupos de representantes de las comunidades participantes, cada una de estas con sus danzarines acompañados por músicos conocidos precisamente como “Qhaperos”.

El fuego purificador

El culto al fuego viene desde la aurora humana, desde que es visto como uno de los elementos naturales que posibilitan la vida y su desarrollo en la faz del planeta. Entre muchas de sus aplicaciones y bondades persiste la concepción de que el fuego es purificación, “es símbolo de la eliminación de toda impureza y contaminante de nuestra alma, es la manera por medio de la cual llegamos a la sanación de las energías negativas. Metafóricamente en la espiritualidad se le considera al fuego interior como la presencia divina y también como la vida misma”[11]. Purificar, en el sistema cultural y religioso que nos sirve de contexto, es acto simbólico concebido como una devolución de pureza y limpieza de lo nocivo que pudiera existir en determinado momento, en las dimensiones material y espiritual de la vida de los seres animados.

En cuanto a la purificación de la Virgen de La Candelaria, dijimos en un trabajo anterior sobre el tema, que ella “es conocida también como Virgen de la Purificación. Asimismo, como Nuestra Señora de La Candelaria, Virgen María de la Candelaria, Virgen de la Lumbre. En casos, la virgen Candelaria asume el nombre del lugar en el que se le rinde culto tradicional preferente: Virgen de Copacabana, Virgen de Chapi, Virgen del Socavón (Oruro), Virgen de Cayma, Virgen de Cocharcas y otros”.

Por lo demás, es bastante sabido que, según la tradición católica, la virgen María obtuvo su purificación cuando concurrió al templo a los 40 días del nacimiento de su hijo Jesús para presentarlo al funcionario religioso competente. Con ese motivo María realizó la ceremonia de purificación, superando así la condición de mujer contaminada por el pecado de la concepción, que los judíos atribuían a las parturientas. El ritual purificador se materializaba con una oferta y bendición de velas de cera[12].

“El medio por excelencia para purificar personas y hasta cosas, es el fuego; ello ateniéndonos a la verdad que encierra el antiguo y popular aforismo: “el fuego todo lo purifica”.

Otros lugares en los que se acostumbra la “Quema de Qhapo”

Qhapero en Arequipa
En Arequipa en la víspera de cada 14 de agosto es tradicional la “Entrada de Qhaperos”. Héctor Ballón Lozada[13], afirma que se trata de una costumbre que se remonta a la época colonial y que en la actualidad la práctica tradicional de la quema del Ccapo incluye diversas actividades y rituales, como “el acompañamiento de la banda de los Ccaperos, la troya (camaretas y cohetes dispuestos en filas sobre el suelo) desde La Tomilla hasta la Acequia Alta en la zona de Tampisenca, los castillos, y la yareta (para alimentar las fogatas), la diana y
el ponche, las vianderas, las danzas y los productos de la tierra”.

La “Entrada de Ccapo” se identifica como un recurrente evento tradicional en Cayma distrito de la provincia de Arequipa, “que cada año organiza la Municipalidad Distrital de Cayma como ofrenda a la fiesta tutelar de la ciudad”[14]. Aquí, el uso del arbusto vendría de la colonia, durante la cual Cayma era punto de descanso de los arrieros, a donde gente del campo acudía con cargas de Ccapo para “intercambio de productos durante estas fiestas religiosas y patronales que culminaba con la quema del arbusto en la principal plaza para calentar las frías noches, junto a los castillos y troyas”.

Ciertamente, hay muchos otros lugares en los que se emplea la costumbre de la “Quema de Qhapos”, tanto en el sur del Perú como en la hermana república de Bolivia.

En fin, el Qhapo es un arbusto rodeado de cierta sacralidad que usa la gente del altiplano collavino y áreas conexas, así como muchos pueblos andinos, en sus festividades religiosas, quemándolo con el propósito de encontrar alguna forma de purificación espiritual.

El tema da para más. <:>



[1] Guillermo Vásquez Cuentas: LA VIRGEN Y LA CANDELA, revista AL DIA,  febrero 2023

[3] Hermes Torres, Rolain Borel, Nicanor Bustamante y María Isabel Centeno USOS TRADICIONALES DE ARBUSTOS NATIVOS EN EL SUR DE PUNO.  https://media.odi.org/documents/1484.pdf

[4] https://cdn.www.gob.pe/uploads/document/file/263925/RVM_245-_Declarar_como_Patrimonio_Cultural_de_la_Naci%C3%B3n_a_la_m%C3%BAsica_y_danza_Qhapero_de_San_Antonio_de_Putina__provincia_de_San_Antonio_de_Putina.pdf?v=1545944995

[5] Alberto Tauro del Pino; ENCICLOPEDIA ILUSTRADA DEL PERU, Tercera edición, Ed. PEISA, Lima 2001. Tomo 4 p.503

[6] https://powo.science.kew.org/taxon/urn:lsid:ipni.org:names:371877-1/general-information

[7] Bernabé Cobo: HISTORIA DEL NUEVO MUNDO, Ed. Atlas, Madrid 1964, Tomo I LIBRO CUARTO CAPITULO CVI

[8] https://andina.pe/agencia/noticia-conoce-a-thola

[9] https://www.agroperu.pe/  13 de septiembre de 2020 

[10] Arrufo Alcántara Hernández: En: VIRGEN DE LA CANDELARIA. ANTOLOGÍA DE ENSAYOS SOBRE LA FESTIVIDAD. TOMO I Ed. Puneñidad Editores, Puno 2002, p. 73 y ss.

[12] .https://www.universidadmayoresceu.es/

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