viernes, 6 de diciembre de 2024

OPINION. LA COYUNTURA POLITICA EN EL PERU

NO ERA LA CARA

César Hildebrandt

En HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 712, 6DIC14

E

l problema no era su cara. Ni la edad. Ni los kilos que sobraban. Ni la ignorancia que de­rramaba cada vez que abría la boca. Ni esos trajes que parecían fundas de almohada. Ni los relojes y pulseras que funcionaban como brillo y tintineo distractivo.

El problema fue siempre su capacidad de ser moralmente miserable. El problema fue su capacidad de deshonrar cada promesa, de olvidar cada compromiso, de prevalecer caminando entre charcos y bosta.

Real residencia del gobierno peruano
La señora venía de la izquierda y debió caer al lado del presidente de pacotilla que la hizo famosa.

Lo que le tocaba era asumir fugazmente la presidencia heredada y convocar a nuevas elecciones.

Eso es lo que habría hecho alguien que no despreciara la decencia.

Pero la señora es indecente. Y por eso se vendió al hampa. El fujimorismo y sus alia­dos la compraron al peso y le prometieron protección, impunidad, cofres diversos. El contrato era muy claro: ella no gobernaría, ella sería una pantalla, ella y unos cuantos payasos frecuentarían Palacio y mandarían al diario “El Peruano” las leyes que el Congreso del hampa redactaría y que ella y sus payasos suscribirían como puro formalismo.

¿Pero eso no significaba acaso que gobernaría, de facto y con la complicidad de un sentenciado y de gente como Luna y Acuña, Keiko Fujimori, la dueña de esa Cooperativa AELU de la política que es Fuerza Popular?

¿No era que Keiko Fujimori había perdido las eleccio­nes del 2021?

Dos obscenidades se juntaron, se sintieron mutuamente necesarias. La señora que había perdido las elecciones y la señora que debía convocarlas porque su presidente había intentado un golpe de Estado de ópera bufa se reunie­ron en la cima de la desvergüenza y decidieron coordinar esfuerzos para dar, ellas sí efectivamente, un golpe de Estado de verdad. Y lo dieron.

Ese es el gobierno que los peruanos hemos aceptado indignamente.

Ese es el gobierno que ha le­gislado para la prosperidad del crimen, para dificultar la tarea de jueces y fiscales, para hacer del sistema electoral un anexo de sus propósitos, para corrom­per la Defensoría del Pueblo, para garantizar en lo posible la impunidad de sus congresistas implicados en fechorías.

Ese es el gobierno que legisla para los agroexportadores y que ha acrecentado las cifras del hambre y el número de desempleados.

Ese es el gobierno que empezó con cincuenta muer­tos y que ahora intenta retomar el control absoluto del Tribunal Constitucional elevando a nueve el número de sus magistrados.

Ese es el gobierno congresal de la prescripción de los delitos de lesa humanidad, de los cambios constitucio­nales hechos para destruir instituciones y perturbar la función punitiva del Estado, de los mochasueldos y el macropresupuesto para sí mismos.

Ese es el gobierno que los peruanos -herederos de quie­nes le rogaron a Bolívar que sea dictador, descendien­tes de quienes miraron con miedo la resistencia andina de Cáceres, remotos sucesores de quienes entregaron Arequipa sin disparar un solo tiro- hemos aceptado porque la derecha nos dice que es lo mejor, que no hay otra salida, que eso es lo que hay, que callao boca.

El infame pacto traidor
No era un asunto de operarse la cara ni de quitarse unos años. El asunto era librarse del estigma de la debilidad y la traición. Y para eso no hay cinceles ni ciru­janos.

Aceptar la dictadura del Congreso del ham­pa nos asoma al abismo moral y a la erosión sin retomo de la arquitectura democrática basada en la separación de poderes y en la contención recíproca de prerrogativas.

Vivir bajo esta dictadura nos embarra a todos. Alguien, en el futuro, nos preguntará, con toda razón, cómo fue que toleramos que la derecha más en paños menores, la de Erasmo Wong y Femando Rospigliosi, la de Keiko Fujimori y Porky, nos gobernara y nos condujera a esta humillación. No sabremos cómo responder. <:> 

No hay comentarios:

Publicar un comentario