A DOS AÑOS DE LA MASACRE
Ybrahim Luna
En
HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 711, 29NOV24
E |
n el Perú, los ciudadanos que son perforados por el
plomo oficial se convierten en cifras simbólicas. El tiempo, principal aliado
de los que buscan impunidad, borra las fotos, las historias personales y los
lamentos de los caídos en conflictos sociales y los convierte en estadísticas
dramáticas,
incómodas, corrosivas, pero cifras, al fin y al
cabo. La valla de “cierta cantidad de muertos”, 49 por arma de fuego, es la que
se ha establecido en la memoria popular junto a una peligrosa certeza: un
puñado de muertos de provincia ya no cambia nada, es el nuevo costo-beneficio
de la gobernabilidad.
En el mes de diciembre se conmemorarán dos años de la masacre de Ayacucho, ocurrida en 2022, durante los primeros días de gobierno de la presidenta Dina Boluarte, en medio de la convulsión social generada por su asunción y tras el fallido golpe de Estado del hoy preso Pedro Castillo. Son dos años en que los familiares de los caídos han sido mecidos por un Ministerio Público que debilitó las fiscalías provinciales especializadas en Derechos Humanos para argumentar una supuesta incapacidad de reconocer a los autores materiales de las ejecuciones. Varios fiscales se esmeraron en aquellas fechas en no ir al lugar de los hechos, en no pedir los videos de las cámaras de vigilancia, en no registrar las declaraciones de los testigos directos; en suma, en echar más tierra a los muertos y en asustar a los familiares con la posibilidad de ser investigados por los hechos violentos. Todo bajo la tutela de la hoy defenestrada ex Fiscal de la Nación Patricia Benavides.
“La masacre de Ayacucho” ocurrió entre los días 15 y 16 de diciembre de 2022 en la ciudad de Huamanga, durante un estado de emergencia decretado por el Ejecutivo. Un grupo de ciudadanos que se manifestaba en la plaza de armas se dirigió hasta el aeropuerto Alfredo Mendívil Duarte con la intención de tomarlo. El ejército y la Policía, instruidos por el Ejecutivo para combatir “amenazas terroristas”, contuvieron a los manifestantes con bombas lacrimógenas y luego salieron en su persecución por calles y avenidas aledañas, registrándose disparos de las fuerzas del orden por casi dos horas. En esas circunstancias murieron 10 manifestantes: Josué Sañudo (31 años), Jhon Mendoza Huarancca (34), Edgar Prado Arango (51), Clemer Rojas (22), Cristofer Ramos Aime (15), Raúl García Gallo (35), José Luis Aguilar Yucra (20), Leonardo Hancco (32), Jhonatan Alarcón Galindo (19). Todos fallecieron por impacto de proyectil de arma de fuego (básicamente fusil Galil) en cabeza, tórax o abdomen. Por entonces, la historia fue portada del diario estadounidense “New York Times”, que subtituló: “9Are Killed in a Protest Over the Arrest ofthe Ex-President”. Ayacucho significó más que nunca -en quechua- “el rincón de los muertos”.
Semanas después se produjo “La matanza de Puno –
Juliaca”, el 9 de enero de 2023, con el saldo de 18 muertos.
Ahora está claro que el Ministerio Público de
Patricia Benavides nunca quiso dar con los responsables de las masacres en el
sur. La agenda principal de la exfiscal era coludirse con el congreso
fujicerronista para capturar ei sistema
judicial.
Los deudos continúan exigiendo justicia. <:>
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