PUNO: LA MUGRE DEL PASAJE PEATONAL LIMA
Christian Reynoso
L |
as
losetas venecianas lucen una mugre, peor que una mugre. Acaso sea el saldo del
tiempo, el paso de los caminantes y danzantes, las grasas de las anticucheras
nocturnas, los miles de litros de bebidas que se echan por las noches de fin de
semana o cuando llega la fiesta de la Candelaria, o quien sabe qué miasmas del
infierno sean los que se han concentrado en aquellas venecianas losetas que
forman parte de la vía principal de Puno: el pasaje peatonal Lima que une a las
dos plazas más importantes, el parque Pino y la plaza de Armas.
Un
paseo rápido permite observar esta mugritud a lo largo de las tres cuadras del
pasaje peatonal, y especialmente en la intersección con el jirón Libertad, en
el que se ubican restaurantes turísticos y bancos. Una mugre que rompe con toda
lógica de conservación, estética, higiene y de aquella condición de Puno de ser
una ciudad noble a sus habitantes y a sus visitantes. Pero hay más. Al llegar a
la plaza de Armas, tanto la explanada como las gradas del atrio de la Catedral
lucen salpicadas de las heces de las palomas: millones de manchas blancas secas
por el tiempo. Y esto sin contar con lo desmejorada que luce la fachada de la
Catedral [ver mi artículo “Arreglos
necesarios en la Catedral de Puno” en La Mula].
¿Qué hace el municipio puneño que no puede ejecutar una limpieza profunda y a conciencia de esta vía y espacio, además de darle mantenimiento? ¿Qué hace el alcalde y su equipo de funcionarios encargados del ornato de la ciudad que parecen sentirse cómodos sobre la mugre? ¿Qué hace el obispo de Puno que no deja sentir su preocupación ni muestra ningún esfuerzo por salvaguardar la Catedral de Puno, su fachada y sus problemas estructurales? ¿Ocupados estarán?
El
proyecto de convertir el jirón Lima en pasaje peatonal Lima inició en julio de
1994, bajo la alcaldía de Juan Sotomayor Pérez. La obra debía estar concluida
en noviembre, en el día de Puno, pero diversos atrasos y las lluvias hicieron
que se concluyera en agosto de 1995. Un caos que puso en jaque a los vecinos
frente al municipio, con posiciones a favor y en contra [ver mi artículo “El Pasaje
peatonal Lima de Puno (1994-1995). Una crónica de cómo fue su construcción e
impacto”, en Revista de Derecho]. No obstante, a la larga, el pasaje ha
devenido en símbolo de la modernidad para la ciudad y hoy es centro neurálgico
de la dinámica social, política, comercial, cultural y turística. Una pena que
hoy la mugre se haya apoderado de su paso. <>
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