jueves, 27 de junio de 2024

PARA LA HISTORIA DE PUNO

 A LOS 20 AÑOS

DE LOS HECHOS DE ILAVE

Christian Reynoso

D

e camino hacia La Paz, paso por Ilave, en la zona sur de Puno. La caseta del peaje que se ubica poco antes de la entrada a la ciudad solo es un elemento decorativo inservible, pero que, estoica, aún guarda su dignidad como testigo de los hechos ocurridos en Ilave hace veinte años, cuando la población de la provincia de El Collao se levantó contra su alcalde Cirilo Robles. Hechos ya conocidos en la historia de los conflictos sociales en el Perú, que terminaron en sangre y muerte. Ver mi artículo: “Ilave y la génesis de una novela”. 

Los dos puentes de Ilave: el moderno, llamado puente Internacional (aquel que suelen bloquear en las protestas) y el antiguo, de piedra, siguen también imperturbables uno frente a otro. Observo a mi paso desde el primero, al segundo, como si hoy el paisaje de esa porción de Ilave no hubiera cambiado en absoluto. Y recuerdo que a los pies del de piedra, a un lado de la orilla, quedó abandonado el cuerpo muerto del alcalde Robles el 26 de abril de 2004. Pienso que tal vez su espíritu sigue rondando por ese lugar, inocente. Pues, lo mataron sin ningún sustento en las denuncias de corrupción que le endilgaban.


Ilave ha crecido, pero el color del paisaje sigue igual. Y una parte de su gente se ha ido y otra ha crecido y otra se ha quedado. La historia del conflicto social que remeció el sur del altiplano y el país en general en el año 2004, ha quedado como una huella de la que se sigue hablando hasta hoy, aunque haya pasado mucha agua bajo el río, y nuevas sean las razones de protesta para esta población en el lapso de este tiempo, y nuevos sean los intentos de entender lo ocurrido hace veinte años.

El frío deshonesto invade el cuerpo, pese a que las ventanas del auto están cerradas, y uno podría creer que es difícil vivir aquí, pero hay algo que atrae y que, al mismo tiempo, plantea un reto, el de resistir en el tiempo junto con el paisaje. ¿Será ese el acervo espiritual del sentimiento rebelde de Ilave? Los amigos aymaras que van en el auto nos dicen que sí, hoy como hace veinte años y como veinte años más hacia el futuro. Y mientras seguimos avanzando mi mirada se pierde en el manto amarillo de la paja de la vasta altiplanicie. Una alfombra infinita que nos invita a echarnos sobre ella. Un amarillo nuevo y potente que emerge junto con el azul del lago. La sabia y la paja. <>

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