A LOS 20 AÑOS
DE LOS HECHOS DE ILAVE
Christian Reynoso
D |
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camino hacia La Paz, paso por Ilave, en la zona sur de Puno. La caseta del
peaje que se ubica poco antes de la entrada a la ciudad solo es un elemento
decorativo inservible, pero que, estoica, aún guarda su dignidad como testigo
de los hechos ocurridos en Ilave hace veinte años, cuando la población de la
provincia de El Collao se levantó contra su alcalde Cirilo Robles. Hechos ya
conocidos en la historia de los conflictos sociales en el Perú, que terminaron
en sangre y muerte. Ver mi artículo: “Ilave y la génesis de una novela”.
Los
dos puentes de Ilave: el moderno, llamado puente Internacional (aquel que
suelen bloquear en las protestas) y el antiguo, de piedra, siguen también
imperturbables uno frente a otro. Observo a mi paso desde el primero, al
segundo, como si hoy el paisaje de esa porción de Ilave no hubiera cambiado en
absoluto. Y recuerdo que a los pies del de piedra, a un lado de la orilla,
quedó abandonado el cuerpo muerto del alcalde Robles el 26 de abril de 2004.
Pienso que tal vez su espíritu sigue rondando por ese lugar, inocente. Pues, lo
mataron sin ningún sustento en las denuncias de corrupción que le endilgaban.
El
frío deshonesto invade el cuerpo, pese a que las ventanas del auto están
cerradas, y uno podría creer que es difícil vivir aquí, pero hay algo que atrae
y que, al mismo tiempo, plantea un reto, el de resistir en el tiempo junto con
el paisaje. ¿Será ese el acervo espiritual del sentimiento rebelde de Ilave?
Los amigos aymaras que van en el auto nos dicen que sí, hoy como hace veinte
años y como veinte años más hacia el futuro. Y mientras seguimos avanzando mi
mirada se pierde en el manto amarillo de la paja de la vasta altiplanicie. Una
alfombra infinita que nos invita a echarnos sobre ella. Un amarillo nuevo y
potente que emerge junto con el azul del lago. La sabia y la paja. <>
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