YARITA
Y EL PERU ENEMIGO
Juan
Manuel Robles
En HILDEBRANDT EN SUS
TRECE N° 645, 21JUL23
E |
s alucinante el caso de Yanta Lizeth, la cantante folclórica que hoy es víctima de la censura más descarada. Las cosas que le están ocurriendo a esta joven son la prueba de que comienzan a existir listas negras en el Perú de Dina Boluarte, que a ciertas personas el poder las “cancela” como castigo a sus acciones públicas en contra del régimen y sus crímenes. Entre diciembre del 2022 y enero de este año, Yarita Lizeth cometió el “error” de apoyar a su tierra natal, Juliaca, en el momento más crítico de los asesinatos a manifestantes de esa ciudad por parte de las fuerzas del orden. Además de poner a disposición de los ciudadanos en protesta el bus privado que ella usa para las giras, la artista donó cincuenta mil soles para los familiares de los muertos y heridos producto del estallido.
La acción, bastante visible debido a que la carrera de la cantante iba en ascenso, provocó el aplauso de los que queremos al Perú libre de Dina Boluarte y su gendarmería asesina. Pero también hizo que pasaran cosas raras: Yarita Lizeth tenía un concierto confirmado en el anfiteatro del Parque de la Exposición —el mismo donde han tocado artistas como Manu Chao y Susana Baca— pero los organizadores le anunciaron que la presentación ya no iba a darse. Eso fue en enero. Hace poco, volvieron a anunciar a Yarita Lizeth para un concierto por 28 de julio en el mismo escenario. Pero hace unas semanas le dijeron que ella ya no iba a participar.
Cuando la cantante salió en la prensa a expresar su molestia por la cancelación del primer concierto, los comentarios a la noticia no se hicieron esperar. “¿Financias un bus para que vengan terroristas a Lima y encima quieres cantar acá?”. “¡Vete a cantarle a Evo!”.
Esos comentarios de redes, detritus de la realidad,
revelan algo del país actual. Una parte del Perú consiente abusos contra
quienes alzan la voz. Nos hemos convertido en un país en el que se ha
normalizado el hecho dé que quien protesta sufra consecuencias y castigos. Y
esto se da con mayor encono si esas personas proceden de ciertos lugares. Cómo
no va a ser blanco del estigma una cantante folclórica de pampones de tierra,
del Perú que votó por Cas tillo,
una hija ilustre de la “segunda capital de Sendero Luminoso”, como calificó a
Puno en RPP el coronel Juan Carlos Liendo, desubicado experto en
“inteligencia”.
El racismo de siempre opera ahora con un componente
geográfico, y usando un lenguaje que llama a cuidar las fronteras: es como una
xenofobia dentro del propio país. El pecado de Yarita Lizeth es de los
peores: facilitar transporte seguro para sus conciudadanos, que, según la
prensa oficial, o son senderistas o seguidores de Evo Morales. ¡Promover que
lleguen a la capital! El mensaje entre líneas: esta señorita se lo buscó. Es
como si fuera necesario hacer ciertos deslindes ideológicos para tocar en
buenos términos en Lima (si vienes de una de esas provincias dudosas).
Lo que el gobierno de Dina Boluarte ha conseguido
es aterrador: la división casi balcánica del Perú. Se ha instalado con éxito la
narrativa de las hordas del sur enfrentadas al poder legal de Lima y las
ciudades de la costa. La periferia vándala contra el centro trabajador. La
democracia versus el comunismo neosenderista. Hay ciudades que son directamente
estigmatizadas. El señor Liendo, quien llamó a Puno segunda capital de
Sendero, dijo también que la primera capital senderista es Aya- cucho. Y poco
antes de la marcha de esta semana, la sucesora constitucional dio un discurso
en el que dijo que el llamado a la protesta viene del VRAEM, LA REGIÓN donde opera el narcotráfico armado
con pasado senderista.
Ni Ayacucho es la capital de Sendero Luminoso (el
hecho de que el movimiento se haya originado allí no es motivo para asociar el
nombre de una ciudad) ni mucho menos la “segunda capital” es Puno (que nunca
dejó entrar a Sendero). Y el problema que padece el VRAEM no es excusa para que
la primera autoridad de la nación nombre la localidad por sus inquilinos más
indeseables. Pero claro, no importa. Es algo premeditado que esta cartografía
se imponga y avance.
No se te ocurra hacer ciertas cosas, dar ciertas
declaraciones, ser músico y querer infiltrar mensajes si eres de Puno. O de
Ayacucho. La rapera Renata Flores, ayacuchana que canta en quechua, salió a
apoyar la marcha de esta semana. Los comentarios que le hicieron eran
variaciones de: cuidado, mira lo que le pasó a Yarita.
La alianza actual de Dina Boluarte con la Lima
conservadora es más tóxica. Da un paso atrás en la historia. Ha conseguido
dar carta libre para que resucite lo peor de la estigmatización entre peruanos,
y que se considere el racismo —que sufrió golpes importantes en las últimas
décadas— como una variable válida en el espectro de la opinión y las decisiones
privadas. Boluarte trabaja para una derecha que ya no se conforma con la
libertad de invertir y flexibilizar el empleo, ahora tiene una cuota de
restauración criolla con todo y escarmiento para la indiada “invasora”. Ella,
apurimeña humillada en su propia casa por las huestes derechistas cuando
postuló con el lápiz junto a Pedro Castillo (“no los queremos aquí”, le
gritaron), ha tenido que demostrar que está del lado de esa élite capitalina;
es más, que puede ser su correcta empleada al punto de la inmolación. De paso,
le dice al país que ese, el que ella adoptó, es el modelo único que permite la
vida en paz para los hijos de Aprurímac, de Puno, de Ayacucho.
Por lo pronto, consigue disuadir y paralizar a mucha
gente. Pero la rabia aumenta todos los días. <>
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