miércoles, 6 de julio de 2022

EN EL DIA DEL MAESTRO II

 JOSÉ ANTONIO ENCINAS Y EL MAESTRO*

Escribe: René Víctor Calsín Anco

A

cerca del maestro contamos con atinados y autorizados enjuiciamientos de José Antonio Encinas, en cuanto al perfil que debe poseer, la formación que le corresponde, la labor que le toca desempeñar, la libertad en que le incumbe actuar, la posición política que debe asumir, el rol protagónico en la transformación social del país, la carrera magisterial, y la conversión de esta función en un apostolado y en un liderazgo.

PERFIL.- En opinión de Encinas el título de profesor debe conferirse a quienes cumplan con requisitos ineludibles, decía: “en el período del postulado el futuro maestro aprenderá a connaturalizarse con la vida inquieta del niño, a poner a prueba su paciencia, serenidad, equilibrio espiritual, flexibilidad mental. Si en el curso de ese período no tiene condiciones para vivir la vida de los niños, no debería otorgársele el diploma de maestro por muchos que fueran sus conocimientos teóricos”. En cuanto a los maestros en ejercicio, hacía la siguiente objeción: “Todo maestro petulante, hosco, mandón, engreído, colérico no puede profesar, menos estar junto a los niños, quienes necesitan para aprender serenidad y equilibrio espirituales”.

En varias apreciaciones de Encinas se percibe el perfil del maestro, como en estas: “la nobilísima misión de educar… requiere vocación manifiesta, preparación científica y gran experiencia”; “Sólo quien posea un espíritu dúctil, flexible, tranquilo frente a los más difíciles problemas de la vida escolar, puede dirigir la educación del niño”; “Hoy la ciencia de la educación sólo está al alcance de sujetos de una superior cultura, de un espíritu selecto capaz de comprender la vida inquieta de los niños”; “el maestro tanto como gestor social, cuanto como director de la conciencia infantil, debe poseer la máxima cultura sobre la materia, y demostrar un gran espíritu de sacrificio y lealtad a los ideales que la Escuela persigue”.

FORMACIÓN.- Son elocuentes las siguientes observaciones de Encinas: “Gentes sin escrúpulo han convertido la misión de preparar maestros en una fuente de explotación con menoscabo de los intereses de la colectividad”; “hasta hoy, se ha preparado al ‘preceptor’, al clásico maestro de escuela, mas no al educador”; “Nada hay de más peligro que entregar la vida de los hijos a manos mercenarias, a gentes profanas e ignorantes en la misión de educar”.

Para Encinas era indispensable una formación permanente del maestro en su especialidad, en asuntos pedagógicos y, sobre todo, en materia psicológica. Expresaba: Debemos “exigir de los maestros más capacidad espiritual que mental, es decir, mejor preparación y conocimiento del niño, y, subsidiariamente, dominio de las materias por enseñar”; “Cinco años no serían suficientes para dar conocer, elementalmente, el complicado mecanismo del espíritu del niño. Sin este conocimiento todo propósito de formar maestros es no sólo pueril, sino dañoso”; “Un maestro… debe ser un educador, o sea, una persona capacitada por experiencia y por estudios continuos”.

LABOR.- Algunos reparos de Encinas, son: “Enseñar por enseñar, por cumplir una obligación reglamentaria, es lo más falso en materia de educación”; “La charlatanería en materia de educación es mil veces más dañosa que en materia de medicina”.

Al fondo : antigua casa de los Encinas en Puno
Esta lamentable situación debe revertirse. Según Encinas: “La misión del profesor… es educar y, luego, enseñar”; “El maestro… es un educador antes que un funcionario al servicio de la administración pública”; “es necesario que el maestro no sea un simple expositor, sino hábil conductor de la vida mental del alumno”.

LIBERTAD.- La restricción de la libertad atenta la misión de los maestros. Encinas advertía: “Incurren en un gravísimo error y en una manifiesta responsabilidad quienes pretenden educar al pueblo en medio de un silencio de cementerio”; “No se concibe un educador amordazado, sujeto a la coyunda”; “Cuando [el maestro] no tiene libertad necesaria para dar impulso a los nuevos ideales educativos que están en pugna con todo régimen de tiranía o con todo monopolio de la conciencia, su labor es ímproba”.

Encinas exigía plena libertad para el docente, enfáticamente señalaba: “Los maestros, al ponernos al servicio del Estado, no hemos vendido nuestra conciencia, no hemos hipotecado nuestras opiniones, ni hemos perdido nuestra ciudadanía. El hecho de recibir una suma mensual de dinero significa sólo el pago de nuestros servicios técnicos, pero no el pago de un silencio y de una conformidad que repugna. Quienes pretenden que el maestro debe ‘callar, obedecer y trabajar’, están en un error, y cometen un acto de injusticia y de insulto a la dignidad humana… El maestro debe tener libertad de opinar, porque ante todo es un mentor social”; “Si la Escuela es un laboratorio donde se analiza la conciencia humana; si lleva una fuerza ideológica, si es un jalón en el camino del progreso espiritual del hombre, necesita de la máxima libertad tanto política como académica”.

POLÍTICA.- Al maestro se suele soslayar de la vida política. Según Encinas: “Pretender que la Escuela viva al margen de la política y prohibir que el maestro sea un político, es quitar a la Escuela el impulso ideológico y todo valor social”; “Privar a la Universidad de contenido político, impedir que filosofe con libertad acerca de los intereses de la Nación, constituye el más grande error cometido en la educación de la juventud. Ese silencio aniquila la función de pensar e inhibe cualquier propósito”.

Para Encinas: “La Escuela, en virtud de un acto esencialmente político, debe ir hacia el pueblo, confundirse con sus necesidades y con sus aspiraciones. Si la Escuela se dedica simplemente a enseñar a leer o escribir, desempeña una función meramente administrativa; pero si la Escuela interviene como elemento de primer orden en la vida social del pueblo, dejando escuchar su voz, modificando la vida en determinado sentido, teniendo derecho a intervenir en ciertas actividades que beneficien y garanticen el bien común, entonces la Escuela es un centro de agitación social y por consiguiente un elemento político”.

CAMBIO SOCIAL.- Encinas consideraba que una abrumadora mayoría de “Los maestros siguen la ruta trazada por un conservadorismo enervante”; “la Escuela dirigida por un elemento burocrático al amparo de las fuerzas conservadoras significa un positivo daño para los intereses de la colectividad”.

Al maestro le corresponde un papel vital en la transformación social del país, en palabras de Encinas: “El Magisterio es la función revolucionaria por excelencia. En ese ejercicio no caben sino dos extremos: el maestro inofensivo, sometido a la coyunda burguesa, sin un soplo de ideal, ni un átomo de impulso, y aquél otro, cuya vida está jalonada por una lucha permanente contra el Poder que abusa, contra la hegemonía que absorbe toda libertad, contra ‘el orden social’, símbolo de la desigualdad y de la injusticia”.

CARRERA MAGISTERIAL.- Se ha desdeñado y menospreciado la función de los docentes. Encinas recopila la siguiente opinión: “El maestro seguía siendo considerado como el último funcionario de la escala administrativa y, era visto con menosprecio y hostilidad”.

Sin embargo, la misión del maestro es de primer orden para los intereses del país. Para Encinas, el magisterio es “la carrera más noble y de más urgente necesidad para el país”; además, “en una democracia no hay función social de mayor importancia que la que desempeña el maestro”; “Si el maestro desempeña la más elevada función en una democracia, no puede considerársele como un paria del Estado”.

APOSTOL Y LÍDER.- Encinas recoge algunas críticas sobre la función de los maestros, anotaba: se “considera al maestro un paria a quien se le encomienda la ‘despreciable’ tarea de enseñar a leer y escribir, y a quien se le obliga a callar y a prestar pleitesía y homenaje a los que se han erigido como sus amos”; “el maestro… es sencillamente un paria que vegeta dentro de la rutina, teniendo el favor como recompensa… Es, simplemente, un conductor de rebaños o un albañil de aldea”.

Según Encinas el maestro, además de educador, debe ser un apóstol, un conductor de multitudes y un líder: “El maestro no sólo debe ser un psicólogo, sino un apóstol”; “Ser maestro es ser un apóstol: todo bondad, tolerancia y sabiduría”; “el magisterio es un verdadero apostolado accesible sólo a espíritus capaces de llevar una vida en permanente tensión… Un educador convertido en paria no puede educar sino esclavos. Sólo los que sienten la fruición de la libertad son capaces de misión tan grande”; “Mientras no se tenga maestros, es decir conductores de la vida humana, mentores de la niñez y de la juventud, apóstoles dedicados a la convivencia espiritual con las generaciones jóvenes, gentes desprovistas de egoísmo, de malquerencia, intolerancia, nada podrá la escuela mejor organizada, ni el sistema de educación mejor elaborado”.

En cuanto al liderazgo, subrayaba: “El más alto cargo que un ciudadano puede desempeñar en una democracia es el de maestro de escuela. Cuando la sociedad actual se sacuda del egoísmo y de los prejuicios que anquilosan sus más vitales funciones y cuando el maestro, de su parte, deje la rutina y se transforme en un leader social, entonces el magisterio habrá sobrepasado en importancia a cualquier otra actividad humana”.

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* Artículo publicado por el suscrito, en la revista de la UGEL Puno.

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