viernes, 29 de enero de 2021

LA COYUNTURA PERUANA

 


PESADILLA

César Hildebrandt

Tomado de HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 524

C

uando despertó, la pan­demia seguía allí.

Así lo habría escrito Augusto Monterroso.

Pero esa no es sólo una frase parásita, un home­naje al escritor hondureño.

Esa frase describe ahora nuestra pesadilla.

Es como si un lobo furioso nos si­guiera.

En el infierno debe ser así: no impor­ta lo que hagas, el miedo será tu escolta y el destino habrá de ser, siempre, una repetición.

Todo tiene entre nosotros el aire de un mal sueño: no pudimos comprar a tiempo las vacunas, no hicimos nada con la atención primaria, no enfrenta­mos como debíamos el problema del oxígeno, no mejoramos significativa­mente la capacidad hospitalaria, no aumentamos en proporción al desafío el número de camas UCI, no compra­mos suficientes pruebas moleculares ni hicimos prevención diagnóstica ni seguimiento genómico por falta de pre­supuesto. Pasamos de un mentiroso crónico (Vizcarra) a un comunicador que, por lo general, nada tiene que de­cimos y que también está dispuesto a prometer en vano y a falsificar la reali­dad. Pasamos de Mazzetti a Mazzetti. Por eso el lobo nos muerde los talones. Nuestra tragedia no es la de Europa, que sí hizo, básicamente, su tarea pero que ha sido sobrepasada por una reincidencia viral aún más insidiosa que la primera y por el incumplimiento de las productoras de vacunas.


¿Qué hicimos entre marzo del 2020 y enero del 2021?

Lo que más nos gusta hacer: mentimos. ¿Las vacunas? Se harían en semanas, las tendría­mos en cuatro meses.

¿Las camas UCI?. Las duplicaríamos, las triplicaríamos, las cuadruplicaría­mos, ¿verdad, Vizcarra? Y habría oxí­geno para regalárselo a la atmósfera y postas de atención primaria en cada barrio. Y no habría segunda ola, eso sí, porque al Perú lo patrocina el mis­mo diosito de cada octubre nazareno. Y porque diosito es padre nuestro, nos cuidaríamos como otros. Veríamos a quien correspondía y haríamos de los cumpleaños unas fiestas caletas, cómo no. Por eso el lobo nos babea la basta del pantalón.

Ahora escucho a los médicos decir qué bien lo de la cuarentena y a los de las radios decir qué bien que se hayan tomado medidas y a las televisiones de­cir que estábamos a punto del colapso si no hacíamos lo que hemos hecho. Pero lo que hemos hecho se ha tenido que hacer porque no hicimos nada. Y eso es lo que no le decimos a la gen­te. Porque en el Perú, compatriotas, mentir es un placer venéreo. Somos insaciables cuando de mentir se trata. Me refiero a los zorros de arriba y a los zorros de abajo.

Escucho a los médicos celebrar la cuarentena, pero lo que descifro es una voz que dice más o menos lo siguiente:

-No vengas a mi hospital porque no tengo nada que darte. Quédate en casa. Cuídate. Y si te enfermas, sigue quedándote en casa. Y si tienes que morir, muérete en casa, con los tuyos, en tu cama. Porque en este hospital no tengo nada que ofrecerte, excepto una cola interminable de toses y respiraciones angustiadas. No tengo camas ni oxígeno ni mucho menos camas de cuidados intensivos. Es más, ni siquiera tengo personal suficiente para velar por los que ya están aquí. Quédate en casa y no hagas el intento de venir.

Entonces llego a la sencilla conclu­sión de que no es la plaga la que nos ha puesto contra la pared. Es la histo­ria. Es el pasado de nuestra república abortiva el que se ha hecho presente. Es la vejez de nuestras taras la que nos ha vuelto a pasar la factura que nunca cancelamos. Todos los fantasmas han vuelto: el de la incapacidad, el de la corrupción, el de la improvisación, el de la farsa organizada. ¡Somos el Haití de Sudamérica! Y para confirmarlo allí está el elenco electoral que “salvará” al Perú en las elecciones de este abril. Por eso es que Vallejo vuelve a ser pertinente, para placer del morado que habla a ratos en Palacio: “Quiero escribir, pero me sale espuma”. De rabia, claro está. ▒▒


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