LA PRENSA Y SAGASTI
César Hildebrandt
Tomado de HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 520, 18DIC20
C |
uándo se fregó el periodismo peruano? Nadie sabe.
Nadie quiere saberlo.
Es más, muchos interesados se empeñan en decir que
el periodismo peruano florece cada día en las mil expresiones de las redes
sociales.
Pero lo de las redes suele ser basura a la vena,
prensa de tumulto, analfabetismo armado. Las redes son, por lo general, la
demostración de que el periodismo ciudadano, que nadó con buenas intenciones,
es hoy una fórmula acabada que recluta a los menos dotados del sentido común, a
los sicarios que sirven a partidos, a los profesionales del agravio.
El problema no está allí. El gran problema está en
el periodismo barato de la prensa formal, esa que ha renunciado a la calidad y
rinde cuentas a accionistas que solo quieren ver rendimientos y márgenes. Y
para eso sirven los periodistas de a sol cincuenta o aquellos que sólo esperan
trepar rampando.
Dibujo de CHILLICO |
¿Quién educó a quienes exhibieron el miércoles pasado
-con un par de excepciones- la miseria intelectual del periodismo peruano? ¿De
dónde salen estos muchachos y muchachas que gustan de las preguntas limítrofes,
las dudas redundantes, el pack de naderías? ¿Quién les enseñó a odiar el
idioma, a huir de la claridad? ¿En qué universidad aprendieron que el
periodismo es una lucha a muerte, chaira en mano, con la inteligencia?
No lo sé y a estas alturas poco me importa. Lo que
es cierto es que la prensa peruana, en general, da pena.
Da pena cuando se la lee porque ha renunciado a todo
lo que la había hecho importante: el estilo, la búsqueda, la originalidad, el
acabado. Sí: la prensa fue alguna vez un arte, un oficio de artesanos, el
borrador de la historia, como le gustaba decir a Phil Graham. Por eso es que la
literatura y el periodismo estuvieron atados y por eso es que Hemingway o
Valdelomar cabalgaron en ambos caballos y amaron esa dualidad. Como Vargas
Llosa o García Márquez. Como Mariátegui o Gramsci. Como Umbral o Capote. Como
tantos otros.
El periodismo empezó a morir el día en que comenzó
a despreciar el estilo, el buen hacer, la estética del brillo. Fue el golpe de
estado de los dateros en sociedad con los gerentes de publicidad. Entre ellos
-los que escriben en morse y los que obligan a los periodistas de hoy a leer
comerciales como si de hetairas se tratara- terminaron de arruinar la profesión.
¿Hace cuánto tiempo que la televisión peruana renunció
a la meritocracia y optó por la baratura? No se sabe, pero fue hace mucho. Ver
un noticiero de la tele peruana es asistir, entre otras cosas, al funeral del
castellano. Escuchar la radio puede ser contagioso. Es que nada se propaga más
rápidamente que la estupidez.
A los que cortan el jamón les conviene que la prensa
haya llegado a estos niveles. Así resulta más manejable el negocio de ocultar
cosas, que es la verdadera meta de gran parte del periodismo doméstico.
Me han preguntado algunas veces si recomiendo el
periodismo como destino y he dicho que sí. Me arrepiento. Hoy no se lo diría a
nadie. La prensa peruana está en manos sucias y el afán por la verdad ha dejado
de existir.
¿Claudicar? No. El asunto es seguir luchando sabiendo
que, por ahora, la batalla está perdida.
Y luchar supone seguir pisando callos.
El gran nutriente de la prensa nuestra es la mentira.
Miente que da miedo la prensa que hoy manejan los
contadores y los que organizan las preventas.
Miente cuando nos dice que la economía se recuperará
pronto, que el neoliberalismo es la única puerta digna de ser tocada, que la
Constitución de Fujimori es ley mosaica.
Miente al decimos que tenemos un Congreso cuando lo
que tenemos es una asociación criminal con fueros especiales. Miente cuando nos
dice que la clase media que creó el consumo de los últimos años es firme y
duradera. Miente cuando nos dice que los peruanos aman a su país. ¿Aman a su
país los que creen que sus bosques son vendibles al mejor postor? ¿Los que
permiten la concentración empresarial y la perversión del mercado? ¿Los que
roban en el estado y en la esfera privada? ¿Los que corrompen las instituciones
para seguir medrando? La patria no es un vals ni un bordoneo ni una hinchada
que llora detrás de una pelota: es el lento y cotidiano proceso de construir
un sentido de pertenencia, un interés de todos.
Y por todo eso es que empezamos a acostumbrarnos a
Francisco Sagasti, ese fantasma de la ópera que es especialista en fingir que
está allí cuando la verdad es que no está en ninguna parte.
Si el periodismo peruano dio vergüenza el día de la
conferencia de prensa, el señor Sagasti se empeñó en repetir esa imagen elusiva
de quien se presenta para simular que está al mando. Y lo cierto es que el
señor presidente no dijo nada importante ni anunció nada significativo y ni
siquiera absolvió las preguntas apenas inteligibles que le formularon. Su
primera ministra hizo de pareja disciplinada y leyó las paporretas que algún
asesor de café con achicoria le había preparado. En resumen, no hay vacunas, no
hay responsables, no hay culpas, no hay disculpas y que viva el Perú. Que no me
jodan. ▒▒
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