domingo, 13 de agosto de 2017

GRATA VISITA A COMPLEJO ARQUITECTÓNICO

POSTALES DE VIAJE
KUÉLAP
Por Guillermo Vásquez Cuentas
Partimos a las seis de mañana de Chiclayo del 22 de julio en la camioneta de doble cabina de mi amigo y paisano Jaime Sánchez Ortega. Su hijo José Carlos Lenin al timón. Además de los dos nombrados y yo, eran parte del grupo Aleida también hija de Jaime y su esposo Martín Adrianzen.
PORCULLA Y NO "PORCUYA"
Empezamos a devorar kilómetros e ir dejando atrás, uno a uno, distintos lugares y poblados todos ubicados en el trayecto entre Chiclayo (Capital del departamento de Lambayeque) y Chachapoyas (Capital del departamento de Amazonas). Fueron quedando atrás mientras ganábamos altitud creciente las localidades del Cruce Olmos, Punto Cuarto,
MINIBUS
Mochum, Jayanca, Motupe, Pedro Ruiz y otros, hasta llegar al punto más alto: el Abra de Porculla (ubicado en el departamento de Piura), en cuyo letrero de señalización algún despistado de habla “yeyista” seguramente limeño, hizo escribir “Porcuya” contradiciendo la denominación precisa que consigan mapas y libros de
PORTADA DE LA ESTACIÓN DE PARTIDA
geografía.
Ya de bajada por el flanco oriental de Los Andes pasamos por El Tambo, Corral Quemado, Bagua Grande y otros, siguiendo paralelamente el curso del rio Utcubamba.
Nuestra meta era el pueblo de Tingo Nuevo, pero por insuficiencia de información pasamos de largo el desvío de Laymebamba por donde
INGRESO A CABINA
debíamos seguir y llegamos hasta los suburbios de la ciudad de Chachapoyas desde donde tuvimos que regresar y en consecuencia enmendar la ruta. Llegamos a nuestro destino casi junto con la ultimas horas de la tarde, después de casi once horas de viaje con breves interrupciones.
EN EL AIRE
Tingo, el Nuevo, llamado así porque el antiguo o ahora “Tingo Viejo”, fue gravemente afectado por la furia de un huayco que hace veinticinco años aproximadamente había bajado por el cauce del rio del mismo nombre. Es uno de los veintitrés distritos de la Provincia de Luya, ubicado en el Departamento de Amazonas. Lo “nuevo” aparece a la vista del visitante, tanto por el trazo urbano como por las edificaciones.
Nos instalamos en el
SERVICIO DE ACÉMILAS
cómodo Alojamiento Castillo, cuyo administrador propietario “don Pancho” y su familia nos recibieron afablemente. Descansamos después de un breve paseo nocturno y conversación en la glorieta de la amplia plaza.
MURALLA EXTERIOR
IMPONENTE PARED LITICA
Al día siguiente –previa compra de los pasajes respectivos- nos encaminamos al embarque de minibuses, distante unos quinientos metros del hospedaje y allí abordamos uno de los bien cuidados vehículos, que luego de unos diez minutos nos dejó en la Estación de partida del Sistema de Cabinas, así llamadas a despecho y hasta en contraposición de otros nombres tales como teleférico o funicular.
MURALLA
A las 9.00 a.m. empieza el servicio de las telecabinas cuyo aforo es un máximo de seis personas. Estuvimos entre los primeros que embarcaron. Presas de la emoción contemplamos desde muy arriba la cañada del rio Tingo, las montañas todas verde claro, los caminos, las casas y chacras en la lejanía; todo eso mientras el artilugio colgado del cable que pendía de las altas torres que aparecían cada cierta distancia, ascendía desplazándose con velocidad moderada.
FRISO
Después de veinte minutos de viaje por los aires y venciendo casi treinta kilómetros, llegamos a la Estación de Llegada y a las instalaciones de servicios y venta de artesanías que lacomplementan. Desde ahí empieza una sinuosa escalera excelentemente trabajada y mantenida que sube por pronunciada cuesta hasta las ruinas, la
cual es usada por peatones que se proponen llegar al objetivo en otros veinte minutos. Alternativamente y con el mismo fin es posible emplear acémilas. Parte del grupo elegimos montar en baquianos caballos que halados por sus conductoras sortearon el accidentado y pedregoso sendero que nos llevó hasta casi al pie de las altas e impresionantes murallas que rodean la ciudadela, que en algunas partes exceden los veinte metros de altura.
ALTA MURALLA SUR
ENTRADA AL SENDERO QUE LLEVA AL COMPLEJO
Sobre la rica cultura Chachapoyas se ha dicho que “es una cultura arqueológica del Antiguo Perú que se desarrolló en el actual departamento peruano de Amazonas a finales del Horizonte Medio y durante todo el periodo Intermedio Tardío. Ha dejado un número importante de grandes monumentos de piedra, como la llacta de Kuélap, el Gran Pajatén, edificaciones funerarias, sarcófagos y mausoleos como los de la Laguna de los Cóndores y otros lugares de difícil acceso… habrían sido conquistados por los incas en tiempos del gobernante Tupac Inca Yupanqui”
El arqueólogo Kauffman Doig que dedicó muchos esfuerzos al estudio de esa cultura dice que “La construcción monumental de Kuélap se ubica al suroeste del pueblo de Tingo, a 3.000 msnm. Este coloso de la arquitectura ancestral peruana, que se extiende por 600 metros en su eje longitudinal, está conformado por una plataforma construida sobre la cima de una elevada montaña. Los muros que la sostienen, levantados con piedras uniformes y careadas, se elevan hasta por 19 metros. Kuélap es sin duda el testimonio más grandioso de los Andes amazónicos norteños”
DE REGRESO
Tuvimos la oportunidad de verificar esos y otros juicios que hacen descripción y valoración del complejo arqueológico, entrando por estrechos accesos, apreciando los elevados torreones, examinando lo que queda de la notable cantidad de casas circulares, las pocas edificaciones rectangulares y en general la vasta y compleja sinfonía arquitectónica de piedra que levantaron, seguramente con gran esfuerzo, los antiguos peruanos del lugar. El largo recorrido lo hicimos andando por senderos fabricados íntegramente de madera, cuyo calculado trayecto permitía ver lo principal de las ruinas. El guía José Edilberto puso el debido empeño en explicarnos las posibles funciones y características pasadas y actuales de las edificaciones, durante todo el recorrido que finalizó poco más del mediodía.
AL PIE DEL GRAN MURO SUR
Concluido el excepcional regalo a la vista y al intelecto, bajamos por la serpenteada y larga escalinata que en parte de su recorrido corre al pie mismo de los inmensos muros. ¿Cómo pudieron haber construido tan espectaculares paredes líticas?
Arribamos finalmente a la Estación de llegada y después de comprar algunos recordatorios en el mercadillo de suvenires, nos embarcamos en la cabina de regreso. El aire violento e inquietante de sorpresiva ráfaga nos hizo compañía a mitad del trayecto.
Subimos al minibús de bajada, recogimos los equipajes del hospedaje y enrumbamos raudos a Chachapoyas. Allí almorzamos a media tarde en el Restaurant Los Guayachos que nos regaló con deliciosos potajes y emprendimos el viaje de retorno que tuvo como etapa la localidad de Pucará a donde llegamos pasadas las nueve horas de la noche, donde pernoctamos, para llegar en la mañana del día siguiente a Chiclayo.
Después de esta experiencia inolvidable solo me apena que no pueda pagar nunca las facilidades que con tanta generosidad me prestó la familia Sánchez Uribe conducida por su jefe, para hacer realidad este muy esperado, ilustrativo, intenso e inborrable viaje.



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