POSTALES DE
VIAJE
KUÉLAP
Por Guillermo Vásquez Cuentas
Partimos a las
seis de mañana de Chiclayo del 22 de julio en la camioneta de doble cabina de
mi amigo y paisano Jaime Sánchez Ortega. Su hijo José Carlos Lenin al timón.
Además de los dos nombrados y yo, eran parte del grupo Aleida también hija de
Jaime y su esposo Martín Adrianzen.
PORCULLA Y NO "PORCUYA" |
Empezamos a
devorar kilómetros e ir dejando atrás, uno a uno, distintos lugares y poblados
todos ubicados en el trayecto entre Chiclayo (Capital del departamento de
Lambayeque) y Chachapoyas (Capital del departamento de Amazonas). Fueron
quedando atrás mientras ganábamos altitud creciente las localidades del Cruce
Olmos, Punto Cuarto,
Mochum, Jayanca, Motupe, Pedro Ruiz y otros, hasta llegar
al punto más alto: el Abra de Porculla (ubicado en el departamento de Piura),
en cuyo letrero de señalización algún despistado de habla “yeyista” seguramente
limeño, hizo escribir “Porcuya” contradiciendo la denominación precisa que
consigan mapas y libros de
geografía.
MINIBUS |
PORTADA DE LA ESTACIÓN DE PARTIDA |
Ya de bajada
por el flanco oriental de Los Andes pasamos por El Tambo, Corral Quemado, Bagua
Grande y otros, siguiendo paralelamente el curso del rio Utcubamba.
Nuestra meta
era el pueblo de Tingo Nuevo, pero por insuficiencia de información pasamos de
largo el desvío de Laymebamba por donde
debíamos seguir y llegamos hasta los
suburbios de la ciudad de Chachapoyas desde donde tuvimos que regresar y en
consecuencia enmendar la ruta. Llegamos a nuestro destino casi junto con la
ultimas horas de la tarde, después de casi once horas de viaje con breves
interrupciones.
INGRESO A CABINA |
EN EL AIRE |
Tingo, el
Nuevo, llamado así porque el antiguo o ahora “Tingo Viejo”, fue gravemente
afectado por la furia de un huayco que hace veinticinco años aproximadamente había
bajado por el cauce del rio del mismo nombre. Es uno de los veintitrés distritos de
la Provincia
de Luya, ubicado en el Departamento de
Amazonas. Lo “nuevo” aparece a la vista del visitante, tanto por el trazo
urbano como por las edificaciones.
Nos
instalamos en el
cómodo Alojamiento Castillo, cuyo administrador propietario
“don Pancho” y su familia nos recibieron afablemente. Descansamos después de un
breve paseo nocturno y conversación en la glorieta de la amplia plaza.
SERVICIO DE ACÉMILAS |
MURALLA EXTERIOR |
IMPONENTE PARED LITICA |
Al
día siguiente –previa compra de los pasajes respectivos- nos encaminamos al
embarque de minibuses, distante unos quinientos metros del hospedaje y allí
abordamos uno de los bien cuidados vehículos, que luego de unos diez minutos
nos dejó en la Estación de partida del Sistema de Cabinas, así llamadas a
despecho y hasta en contraposición de otros nombres tales como teleférico o
funicular.
MURALLA |
A
las 9.00 a.m. empieza el servicio de las telecabinas cuyo aforo es un máximo de
seis personas. Estuvimos entre los primeros que embarcaron. Presas de la
emoción contemplamos desde muy arriba la cañada del rio Tingo, las montañas
todas verde claro, los caminos, las casas y chacras en la lejanía; todo eso mientras
el artilugio colgado del cable que pendía de las altas torres que aparecían
cada cierta distancia, ascendía desplazándose con velocidad moderada.
FRISO |
Después
de veinte minutos de viaje por los aires y venciendo casi treinta kilómetros, llegamos
a la Estación de Llegada y a las instalaciones de servicios y venta de
artesanías que lacomplementan. Desde ahí empieza una sinuosa escalera
excelentemente trabajada y mantenida que sube por pronunciada cuesta hasta las
ruinas, la
cual es usada por peatones que se proponen llegar al objetivo en otros veinte minutos. Alternativamente y con el mismo fin es posible emplear acémilas. Parte del grupo elegimos montar en baquianos caballos que halados por sus conductoras sortearon el accidentado y pedregoso sendero que nos llevó hasta casi al pie de las altas e impresionantes murallas que rodean la ciudadela, que en algunas partes exceden los veinte metros de altura.
cual es usada por peatones que se proponen llegar al objetivo en otros veinte minutos. Alternativamente y con el mismo fin es posible emplear acémilas. Parte del grupo elegimos montar en baquianos caballos que halados por sus conductoras sortearon el accidentado y pedregoso sendero que nos llevó hasta casi al pie de las altas e impresionantes murallas que rodean la ciudadela, que en algunas partes exceden los veinte metros de altura.
ALTA MURALLA SUR |
ENTRADA AL SENDERO QUE LLEVA AL COMPLEJO |
El
arqueólogo Kauffman Doig que dedicó muchos esfuerzos al estudio de esa cultura
dice que “La construcción monumental
de Kuélap se ubica al suroeste del
pueblo de Tingo, a 3.000 msnm. Este coloso de la arquitectura
ancestral peruana, que se extiende por 600 metros en su eje longitudinal,
está conformado por una plataforma construida sobre la cima de una elevada
montaña. Los muros que la sostienen, levantados con piedras uniformes y
careadas, se elevan hasta por 19 metros. Kuélap es sin duda el testimonio más
grandioso de los Andes amazónicos norteños”
DE REGRESO |
Tuvimos
la oportunidad de verificar esos y otros juicios que hacen descripción y
valoración del complejo arqueológico, entrando por estrechos accesos, apreciando
los elevados torreones, examinando lo que queda de la notable cantidad de casas
circulares, las pocas edificaciones rectangulares y en general la vasta y
compleja sinfonía arquitectónica de piedra que levantaron, seguramente con gran
esfuerzo, los antiguos peruanos del lugar. El largo recorrido lo hicimos
andando por senderos fabricados íntegramente de madera, cuyo calculado trayecto
permitía ver lo principal de las ruinas. El guía José Edilberto puso el debido
empeño en explicarnos las posibles funciones y características pasadas y
actuales de las edificaciones, durante todo el recorrido que finalizó poco más
del mediodía.
AL PIE DEL GRAN MURO SUR |
Arribamos
finalmente a la Estación de llegada y después de comprar algunos recordatorios
en el mercadillo de suvenires, nos embarcamos en la cabina de regreso. El aire
violento e inquietante de sorpresiva ráfaga nos hizo compañía a mitad del
trayecto.
Subimos
al minibús de bajada, recogimos los equipajes del hospedaje y enrumbamos raudos
a Chachapoyas. Allí almorzamos a media tarde en el Restaurant Los Guayachos que
nos regaló con deliciosos potajes y emprendimos el viaje de retorno que tuvo
como etapa la localidad de Pucará a donde llegamos pasadas las nueve horas de
la noche, donde pernoctamos, para llegar en la mañana del día siguiente a Chiclayo.
Después
de esta experiencia inolvidable solo me apena que no pueda pagar nunca las
facilidades que con tanta generosidad me prestó la familia Sánchez Uribe conducida
por su jefe, para hacer realidad este muy esperado, ilustrativo, intenso e inborrable
viaje.
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