LOS
CORRUPTOS
Tomado de CARETAS Edición 2493: 22 de junio de 2017
Pena de muerte para los corruptos decretaron los
Libertadores José de San Martín y Simón Bolívar.
Las redes sociales reclaman de cárcel a pena de muerte
para los corruptos. Lo mismo ocurrió hace 200 años y se dictaron vanas normas
extremas. El régimen de terror implantado por la Contraloría hoy paraliza a los
funcionarios públicos. Decreto, sanciones y lecciones para el registro.
La historia no deja dudas. La corrupción en el Perú se
extendió por el mal ejemplo del primer contralor. Entre 1761 y 1776 había
gobernado Amat y Juniet,
Mientras en España juzgaban a Guirior, en el Perú Areche seguía sus andanzas de corrup to de marca mayor, sin rendir cuentas a nadie. Al término de su carrera fraguó las cifras a fin de jubilarse ilegalmente con dos pensiones completas. Se le juzgó y sentenció. Fue expulsado de los territorios de la corte, se recortó su pensión a un tercio y se le condenó a pagar con el saldo los gastos y perjuicios causados a Guirior, exculpado porque las acusaciones del auditor se probaron deleznables.
Mientras en España juzgaban a Guirior, en el Perú Areche seguía sus andanzas de corrup to de marca mayor, sin rendir cuentas a nadie. Al término de su carrera fraguó las cifras a fin de jubilarse ilegalmente con dos pensiones completas. Se le juzgó y sentenció. Fue expulsado de los territorios de la corte, se recortó su pensión a un tercio y se le condenó a pagar con el saldo los gastos y perjuicios causados a Guirior, exculpado porque las acusaciones del auditor se probaron deleznables.
Corrupto virrey Amat y Juniet |
Areche pagó en España pero el daño quedó en el Perú, porque
en una burocracia nada percola mejor que el mal ejemplo de los superiores. La
sisa se hizo habitual en las dependencias de hacienda y el cohecho en las
cortes de justicia. El temor a firmar se volvió crónico. Al final de la colonia
Lima no era como hoy se le pinta. Era una ciudad burocrática. No producía nada
y en ella campeaba la corrupción de civiles y militares y el contrabando de
productos, esclavos y mujeres. No existía lo que se llamaría seguridad
ciudadana. Lima era la más peligrosa de las ciudades coloniales.
La corrupción plagaba la sociedad al llegar independencia.
San Martín quiso erradicarla con la severidad de la ley. El 27 de diciembre de
1821 decretó que, previo juicio, el que hiciere contrabando por más de cien
pesos “incurrirá en la pena de cinco años de presidio”; el que no
lo delatare “incurrirá en la pena de expatriación perpétua” y
los empleados públicos que cometieren “fraude, cohecho o la más leve
infracción de sus deberes, comprobada que sea su mala fe, sufrirán
irremisiblemente la pena de muerte”. No hubo resultados. El 2 de enero de
1824 Bolívar endureció las penas y comprendió a los jueces. Dispuso que
el empleado público que haya “malversado o tomado para sí de los fondos
públicos de diez pesos para arriba, queda sujeto a la pena capital”, y que
si los jueces a cargo de las causas “no procedieren conforme a este
decreto serán condenados a la misma pena”.
Tampoco sirvió ¿Era corrupto el secretario (ministro) de
Hacienda? Difícil. El de ambos gobiernos fue Hipólito Unánue. ¿Cuánto eran los
diez pesos que merecían la muerte? Calderilla, pero prueban que había
corrupción desde arriba hasta abajo. Igual que hoy.
En 1824 ordenó penas severas para los funcionarios públicos que malversaren 10 pesos o más, Ni eso pudo desmentir .su tozudo antiperuanismo |
San Martín ganaba 30,000 pesos anuales y Bolívar 50,000. Su
secretario general, Sánchez Carrión, 40,000. No eran aumentos por inflación
sino por emulación. El Dictador no podía ir a la zaga del Protector. San Martín
repartió 500,000 pesos entre sus amigotes; Bolívar, un millón. El jefe del
Ejército, Andrés Santa Cruz ganaba 12,000 pesos anuales y el subjefe, Agustín
Gamarra, 8,000 pesos. Los haberes mensuales de la División de los Andes
ascendían a 25,450 pesos, pero no se pagaban. En febrero de 1824 la tropa se
apoderó del Real Felipe, exigiendo 100,000 pesos. Había sueldos, pero en el
gobierno nadie decidía ni firmaba. Los alzados entregaron el mando a sus
prisioneros españoles y lo tomó Rodil. En el sitio que siguió hasta 1826
murieron 5,500 personas. Rodil se embarcó glorificado a España. Nadie firmó. No
hubo responsables.
La lección de la historia es clara: las autoridades sin
probidad pervierten a las instituciones y corrompen a las personas. El
contralor de hoy acusa con la misma prosa que Areche, e igual no rinde cuentas.
Si los cargos resultan infundados, los auditores siguen tan campantes. Distinto
sería si pagaran por ellos. Los fondos del Cafae de la CGR, descontados a los
que incumplen con la asistencia y puntualidad, podrían aplicarse a ese fin. ¿Preservar la CGR?
No. Hay que rehacerla.
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