LECTURAS
INTERESANTES Nº 653
LIMA PERU
17 ABRIL 2015
COMO UN MATÓN
César Hildebrandt
Tomado de “HILDEBRANDT EN SUS TRECE”
N° 246, 17ABR15 p.10
Parecía Esparza Zañartu. Hablaba como Artola. Pensaba como
el Gaucho Cisneros. Y decía que había que meter presos -ahora mismo, de
inmediato, sin dudas ni murmuraciones- a los violentistas, a los delincuentes
que estaban reincidiendo.
Los violentistas y los delincuentes eran, claro, los
opositores al proyecto Tía María. Y el que vociferaba, agitando una mano
amenazante y conminando a policías, jueces y fiscales a cumplir con su deber,
era Pedro Cateriano.
Amistado con Alan García, a quien consideró un ladrón en un
famoso libro de denuncia, y con Keiko Fujimori, a cuyo padre siempre calificó
de infame, Cateriano es, por fin, el esperpento neo-liberal que el sistema
demandaba en este episodio de vacas flacas. No más máscaras, no más batallas
secundarias, no más incidentes menores: a trabajar para que el modelo primario
exportador continúe.
Y a meter bala si es necesario para que "el perro del
hortelano" deje de ladrar.
Y a meter presos a los dirigentes, como escarmiento. Qué se
habrán creído.
¿Alguien pudo imaginar que Humala terminaría con un premier
que parece empleado de la Southern?
Treinta mil personas, entre empleos directos e indirectos,
viven de las 13.000 hectáreas cultivadas del Valle del Tambo. La Southern dice
que su actividad, a cuatro kilómetros del valle, no causará molestias. ¿Cómo
creerle a una empresa con su prontuario?
Como nos lo recuerda Celso Vera, vicepresidente del Frente
de Defensa del Valle de Ilo, la Southern tiene un clóset repleto de cadáveres.
Allí están, como ejemplo, la bahía de Ite, contaminada por los relaves de
Toquepala; el valle de Cinto, esterilizado porque la empresa se robó el río que
lo servía; las playas y el ecosistema de Ilo, infectados por la fundición. Y la
Southern no construyó en 50 años un solo hospital ni una sola escuela. De vez
en cuando, eso sí, entregó tarros de pintura, calaminas y computadoras usadas.
Cuando el gobierno se niega a una nueva consulta popular y a
la revisión por una agencia de Naciones Unidas del segundo Estudio de Impacto
Ambiental de Tía María, está rompiendo el diálogo. Y cuando Cateriano va como
un matón a exigir la cárcel para los líderes de la resistencia ambientalista,
está imponiendo el discurso del orden y el progreso en la versión de Odría.
Eso es lo que me fascina de mi enfermo país: es una bestia
inmóvil, una repetición eterna, un tic de la historia. Sigue siendo el mismo
emporio de las plutocracias y su mayordomía política.
Los campesinos no cuentan. Los obreros no son visibles. El
extractivismo no se discute. ¡Potosí! ¡Siempre Potosí!
Y siempre un animoso funcionario arengando a "las fuerzas
del orden" para que detengan a los revoltosos y disparen en caso de que
sea "imprescindible".
Pero se equivocan quienes piensan que esto de imponer Tía
María a grito pelado va a ser un éxito. Hay gente decidida a luchar por lo que
considera justo y que no se va a dejar avasallar así nomás.
No estamos ante un lío menor. Detrás de los
agricultores de Cocachacra hay una opción política alternativa, una mirada
distinta de ver el desarrollo, un modo nada aldeano de adelantarse a lo que
dentro de algunas décadas será una corriente mundial mayoritaria: privilegiar
las tierras cultivadas en medio de un mundo recalentado y lleno de agujeros
hidrocarburíferos y basura tóxica. Detrás de Cateriano, en cambio, está el
viejo país limeño, el monopolio de la verdad centralista, los máuseres
reincidentes y nostálgicos al servicio de los señorones de toda la vida. Detrás
de Cateriano está lo peor del Fredemo. Sólo falta Alvarito y un mono que se
orine. Hasta Fernando Olivera ha vuelto. ▒
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