sábado, 21 de marzo de 2015

SIKUS SIKURIS 1

EL SIKURI DE PUNO
José María Arguedas Altamirano
“Sikus y sikuris del Titiqaqa. Apuntes etnomusicológicos”. José Domingo Calisaya Mamani y Fernando Medrado Verano. Ed. Rectorado UNA, Puno. s/f

Dentro de su amplia producción literaria tiene un libro titulado: "Indios, Mestizos y Señores", que es una compilación de ensayos sobre el desenvolvimiento social y cultural de los pueblos que el visitó sobretodo de la sierra centro y sur Perú. Dentro de estos ensayos, hay uno dedicado a una tropa de sikuris o más propiamente de siku Morenos que él tuvo la oportunidad de observar en el pueblo de Sicuani al sur del Cuzco camino a Puno, donde se desempeñaba como profesor de Escuela.

"Phusa" en aimara es una flauta de Pan doble. En las tumbas de Paracas se han encontrado sikuris de barro, pero estos de Paracas son, como las antaras de Ayacucho, una flauta de Pan simple. Los sikuris de Puno son de una complejidad extraordinaria, cada instrumento representa una flauta de órgano, y diez o quince indios tocando siku forman una orquesta, un órgano impresionante en que cada flauta está tocada por un artista, por un ser viviente excitado de violenta sed de danza y embriaguez. Cada sikuri está formado por dos flautas de Pan hechas de una caña muy fina y amarradas con cuerdas de tripas o con cintas de lana de oveja tejida. Una orquesta de sikuris, una tropa de bailarines, está formada por sikuris de diversos tamaños; según la nota que le corresponde tocar, desde los 40 centímetros de largo hasta pequeñísimos sikuris que se pierden en la mano del indio que las toca. Este es hoy un instrumento típico del altiplano; en las otras regiones del Perú está desapareciendo, en el centro y en los otros departamentos del sur es ya un instrumento raro; los indios prefirieron definitivamente los instrumentos de origen español y olvidaron este y ya no lo saben tocar ni fabricar. 
Pero en Puno, en la altura, el "Phusa" sigue siendo el instrumento principal y característico, y como no se toca en forma individual sino en grupo, es instrumento de las fiestas y de las danzas más grandes e importantes. Instrumento ritual y extraño, indio puro, significa fiesta, multitud, procesiones, víspera de grandes borracheras y llantos; lo tocan soplando a pulmón lleno; el aire alcanza la base de las flautas, rebota y escapa por la boca de las cañas y silba; en los sikuris altos y gruesos suena con una gravedad profunda, en los pequeños y agudos produce un silbido fino y largo; todos juntos, los "Phusas" en una tropa de bailarines forma una orquesta de viento que oprime y sacude el alma de quien los oye; los bailarines los tocan saltando y agachándose contra el suelo, danzando con una furia desenfrenada; un bombo duro y grave acompaña a los "Phusas", y sobre la voz gruesa y siempre igual del bombo, la voz de los sikuris se levanta y grita, como si todo los tonos del viento de las grandes alturas hubiera sido encadenado y dominado, sometido y manejado por la furiosa tropa de bailarines vestidos de espejos, de cuentas de vidrio y de entorchados de plata y oro. Es el conjunto más impresionante y hermoso que he visto en esta Región del Vilcanota.
Nadie sabe cuántas clases de danzas indias hay en el departamento de Puno; solo sabemos que es la Región más rica del Perú en bailes típicos; en ninguna otra Región hay tanta variedad de danzas, ni indios o mestizos de otras regiones han creado tal cantidad de disfraces: nadie ha sabido aprovechar con más imaginación y fantasía los vestidos y adornos de origen español para disfrazar y dar brillo y misterios a sus bailarines. Los bailarines de Puno bajan a todos los pueblo y quebradas del Cuzco para acompañar a las procesiones y dar solemnidad e importancia a las fiestas principales de los pueblos y convertirse en el centro de las fiestas, y como embajadores de los indios del gran altiplano. Los indios de Puno son pobres; en muchas provincias son miserables, acaso los más miserables de todo el Perú; hace poco, en 1939, cuando la gran sequía, murieron de hambre por centenares; pero así y todo, son gente activa, audaz, industriosa y sensible. El altiplano es frío, cruel y de una hermosura tormentosa e inclemente; la tierra es lisa, dilatada como el viento de un solo color y de una sola vegetación fina y baja; los rarísimos árboles que crecen en los patios de las casas sorprenden y casi infunden temor; en los horizontes lejanos y silenciosos se levantan las montañas filudas y rocosas de granito negro, y los nevados brillantes, llenos de mágico misterio, bajo las sombras de las nubes; el lago esta al centro y es como la imagen de todo este campo alto y helado, cuando uno ve llegar las balsas al puerto, en el crepúsculo, toda esta tierra parece de nuevo primitiva, mítica y legendaria. La música y la danza de los indios de esta tierra están cargadas de la silenciosa y torturante belleza del paisaje en que viven. Cuando los sikuris ensayan en Sicuani, bajo el cielo hermoso y tranquilo de la quebrada, yo iba a escucharlos desde una esquina próxima, la voz de los grandes sikuris parecía sacudir los eucaliptus y los árboles de durazno que crecen en algunos canchones del pueblo, el viento llegaba como empujado por el canto impaciente y alocado de estas antaras de tantos tonos, mezclado en un profundo intento de reproducir y cantar tal cual es la fría y negra nube de la gran cordillera, el cielo y la tierra de la puna alta y sin límites de cantar el tormento del corazón de los hombres que a través de milenios han sufrido y adorado en esta tierra, esa tierra y ese mundo que los oprime y exalta.
La palabra sikuri es quechua. Se supone que viene de la palabra "sijwa", sijwa es el nombre de la especie más alta de la paja brava o ichu; el sijwa es la paja que más suena cuando sopla el viento; sijwa es un infinitivo onomatopéyíco que significa silbar como la paja alta de la puna. Julián Palacios, maestro puneño, de puro espíritu indígena, diccionario viviente de toda la sabiduría del indio kolla, afirma que la palabra sikuri denomina indistintamente al instrumento y a los bailarines de la danza que lleva ese nombre. Pero el nombre específico aimara de la zampoña es "Phusas" que viene de la palabra "ppusay", soplar.
Julián Palacios cree que esta danza es de indudable origen post-colombino, que los españoles, ante el espectáculo brillante e ilimitadamente variado de las danzas nativas, decidieron exhibir en las fiestas religiosas algunas danzas españolas. Que los sikuris tienen su origen en una danza peninsular que se baila al compás de una banda de músicos que era una de las muchas variantes del baile de los "morenos" o "negros". Los indios imitaron esta danza y sustituyeron la banda de música con la "Phusas" o antara, que es el instrumento típico y el más perfecto de los indios kollas. El doctor Francisco Pastor, profesor universitario puneño, que ha estudiado el folklore kolla, está de acuerdo con la explicación. Los sikuris salen vestidos de lujosísimos disfraces bordados en hilos de oro y plata, tachonados de piedras brillantes y de cuentas de cristal. Se observa una evidente influencia del vestido de luces de los toreros en estos disfraces; y lo extraordinario es que los talleres donde los hacen están en Bolivia, en la Región india más lejana de la influencia española. Y los vestidos que lucen que lucen los sikuris de Puno y principalmente los conjuntos que bajan a los pueblos de las quebradas o se improvisan entre las colonias de indios kollas, son en realidad de segunda mano, restos o deshechos de los opulentos trajes que son estrenados en la gran fiesta de Copacabana. El bailarín sikuri genuino es la imagen de una sota de oros del naipe español, y los indios, hoy mismo, les llaman "sotas" a los personajes típicos de esta danza. El "sota" lleva en la cabeza un gorro dorado y un penacho de plumas rojas y blancas. Este disfraz ha degenerado mucho hoy y el conjunto mismo ha admitido personajes extraños pertenecientes a otras danzas. Todos los bailarines tocan zampoña o "Phusas"; un bombo acompaña a los sikuris. La música de la danza es un huayno del altiplano, de aire marcial. Cada bailarín toca una sola nota, y entre todos, como las flautas de un órgano, forman la melodía de la danza. Tocan bailando, pasan por las calles en tropa; mientras caminan danzan suavemente, pero al llegar a las esquinas el bombo truena más alto, los bailarines forman círculo y danzan a saltos, mirándose las caras y aproximándose unos a otros como para acompasar mejor las notas; y suben cada vez más el ritmo del huayno y la danza termina en un zapateo violento y alocado.
En los últimos años los conjuntos de bailes indios han ido perdiendo su pureza. La tradición perdió su rigurosa autoridad y surgió una nefasta libertad de mezclar los personajes de unos bailes con los otros. Aunque parezca contradictorio, el interés demostrado por los turistas y viajeros ha contribuido no poco a esta degeneración de las formas genuinas de las danzas, por el afán de improvisar y ostentar; por otra parte, la campaña incansable de los adventistas contra las danzas y las fiestas ha contribuido al relajamiento de las formas puras y antiguas. A esto hay que agregar la influencia de las carreteras y la civilización. El indio pierde la mítica conciencia de sus bailes, se desintegra del contenido religioso y profundo de las danzas, de su valor ritual; y cuando no ve ya sino la forma externa; trata de acomodarla a su sentido nuevo de las cosas, vacío, intrascendente y ostentoso, adultera los disfraces, mezcla los personajes de las danzas; atenta, con toda la audacia de su inconsciencia, contra las formas esenciales de las antiguas y sagradas costumbres y ritos.

Así se ha mezclado a los sikuris con los "diablos". Los "diablos" que acompañan a los sikuris son de origen muy reciente; dice Julián Palacios que fueron creados hace unos veinte años por los obreros de Puno para solemnizarla fiesta de la Virgen de la Candelaria. Estos diablos preceden a los sikuris y les abren camino entre la multitud, blandiendo pequeños tridentes, danzan a saltos y no tocan zampoña; se cubren el rostro con impresionantes mascaras que semejan cabezas de león armadas de grandes cuernos. El conjunto que vi en Sicuani llevaba además un "werak'ocha" (caballero). El "werak'ocha" o "jaykuy misti" es un personaje propio del baile de los "Kanchis", danza principal y genealógica de la provincia de Canchis, que ocupa toda la cuenca alta del Vilcanota. El "werak'ocha" representa a los "mistis", es decir, a los blancos; sale vestido de caballero y lleva algunas prendas de soldado raso. Es el bufón del conjunto; haraposo y humilde, sirve de payaso y hazme reír del público. Los sikuris bailan en los pueblos de las quebradas rodeados de un gran público. Fue la danza máxima de cuantas vi en el Vilcanota. Los indios seguían al conjunto, deslumbrados y cautivos. Los vestidos de oro y de cristales los subyugaban, y la música del altiplano, tocada en esos instrumentos que cubrían el pueblo con un aire de puna, de pampa helada, los exaltaba y reunía. El sol reverberaba en el vidrio de los disfraces y el huayno angustiante de la luna parecía dominar a las montañas que estrechan la quebrada y darles ese semblante lejano nebuloso de los Aukis del Kollao.

Sicuani 28 de marzo de 1943



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