LECTURAS
INTERESANTES Nº 638
LIMA PERU
13 DICIEMBRE 2014
PARECIÉNDOSE AL AMO
César Hildebrandt
Tomado de “HILDEBRANDT EN SUS TRECE”
N° 230 12DIC14 p. 10
El presidente
Ollanta Humala ha reconocido, de modo implícito aunque inequívoco, que el ministro
Figallo actuó en su nombre cuando se interesó por dónde andaban las
averiguaciones judiciales en torno a Martín Belaunde Lossio.
La declaración
que admite esta grave conexión fue dada ayer y confirma que Figallo, tan
defendido por "Caretas", actuó como abogado del gobernante y no como
representante del Estado.
Lo que ya no
parece estar en duda para nadie es que Belaunde Lossio y la pareja presidencial
tienen turbios nexos que la captura del prófugo puede terminar de revelar. De
modo que la única salida que tiene el gobierno para salir de esta crisis
específica es presionar al ministro Urresti para que capture a Belaunde
Lossio y que, una vez producido ese arresto, se descarte de plano la posibilidad
de que sea considerado colaborador eficaz. Y que, desde luego, la manada fiscal
al servicio del régimen por encargo de su jefe mayor no meta las manos en el
asunto para enredarlo y hacerlo estéril y "prescriptible"
Porque el
papel de Belaunde Lossio trasciende las fronteras de Áncash y La Centralita y
extiende sus zarpas por lo menos a otros tres departamentos. Belaunde Lossio
tenía firma propia, con aval oficial, para mezclarse en inversiones públicas
de la mano de licitaciones amañadas o exoneraciones de concurso.
La tragedia de
Humala es que su gobierno ha sumado a la traición de su programa electoral las
manchas de la corrupción. Hasta en eso ha terminado de parecerse a la derecha
esa ante la que se rindió.
¿Y la
izquierda? Más desgraciada que nunca, finge silbar distraída mientras el hombre
que fue de su confianza se sacude el polvo de la escombrera. La izquierda un
día, con "La República" a la cabeza, nos vendió a Fujimori como el
salvador de la patria. Fujimori los despreció apenas llegó al poder. Hizo lo
mismo Humala. ¿Quién será el próximo mascarón de la izquierda? ¿A quién nos
presentará como la esperanza vuelta a encarnar?
Las elecciones
que acabamos de sufrir no sólo demuestran el desorden y la estupidez de la
política regional peruana -el fracaso de la descentralización es clamoroso-
sino que anuncian claramente que el 2016 los peruanos optarán por elegir entre
el fujimorismo y el aprismo o el pepekaísmo. No habrá más. Ni los advenedizos
habrán de salvarnos porque todos partirán de los mismos parámetros: el sistema
no se toca, sólo está permitida la cosmética.
Y para el 2021
cumpliremos 200 años de república. ¿Qué celebraremos? Esbozo una respuesta
agonista: dos siglos de mediocridad, corrupción y plutocracia eterna que supo
sobrevivir a todo e imponer sus valores.
No tuvimos
revolución francesa porque no la merecíamos. No tuvimos ilustración porque no
tuvimos la masa crítica intelectual que era necesaria. El Perú luchó
ardientemente por ser el país que no innova, no fabrica grandes cosas, vive de
vender lo que el azar geológico le dio, no produce tecnología, tiene un nivel
de educación por debajo de la indigencia y se jacta de cocinar
maravillosamente. Y vamos rumbo a la OCDE, derechamente al Primer Mundo, según
el tonto discurso oficial.
Ser
revolucionario en el Perú es combatir el vigente triunfo de la ignorancia.
Subversión es luchar por los fueros de la meritocracia basada en la
inteligencia y la cultura.
La izquierda
ha sido sectaria, reduccionista, crecientemente iletrada y, con Guzmán,
masivamente criminal. Es cierto.
Pero la
derecha nos ha impuesto estos discursos binarios, este blanco y negro
infantil, este maniqueísmo de baja estofa. La complejidad ha abandonado el
discurso de la prensa y los políticos. Hasta el idioma parece huir de nuestra
vida pública. El análisis es el enemigo al que hay que abatir. La estridencia y
el énfasis valen más que admitir que el sistema económico que vivimos es insostenible,
intrínsecamente pasajero y éticamente repugnante. Es una mala imitación de lo
que el sanguinario Occidente ha hecho con su historia y con el planeta. El
Perú, más que ningún otro país, necesita de líderes que salgan de la agenda
bendecida por los gringos de toda laya y que, audaces, propongan aquel otro
país que quizá hace dos siglos debimos de soñar. <>
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