Escribe: Néstor Pilco Contreras
La Hoya del Titicaca en los Andes es uno de los más importantes centros de civilización antigua en América, albergó decenas de formaciones y sociedades complejas como Uros, Puquinas, Aymaras y Quechuas. Con la influencia ibérica, el orden social, económico, político e ideológico se trasformó creándose en lo político, circunscripciones territoriales coloniales llamados corregimientos. Durante el virreinato del Perú existieron 48 corregimientos. La provincia colonial de Paucarcolla, comprende desde 1565 hasta 1784, año en que se implanta el sistema de intendencias.
Paucarcolla es un distrito de Puno, ubicado en la ribera noroccidental del Lago Titicaca. Su toponimia proviene de dos vocablos: “Paucar”, que significa guerrero, en puquina y “Colla” hierba o remedio curativo, en aymara. Según Romero (1999:35) significaría “lugar donde pelearon los Collas”. Lo cierto Paucarcolla fue la segunda cabecera del señorío etnohistóricamente llamado Colla (1 100 d.n.e. - 1 450 d.n.e.), principal centro administrativo, después de Atuncolla. Dentro de la configuración espacial circunlacustre, según ha advertido Bouysse Cassagne, pertenece al ámbito de Orcosuyu que se identifica con lo masculino, lo socialmente ordenado y con predominio de población aymará.
Luego
de implantarse el régimen de dominio español, iniciada en 1534, la población
indígena del Altiplano (de los tres señoríos Colla, Lupaca y Pacaje) quedó
dividida en “encomienda de indios” así, los “Collas de Orcosuyo” fueron divididos en 13
encomiendas. Uno de ellos fue Paucarcolla, adscrito a la jurisdicción de la Paz , siendo uno de sus
poseedores más antiguos el encomendero Gomes de Rojas y que luego mediante
cédula fechada en 24 de abril de 1560, el virrey Márquez de Cañete cedió el
repartimiento a favor de Francisco Méndez. Es conocido que hacia 1561 este
grupo aborigen brindaba al encomendero Méndez una renta anual de 1.500 pesos.
(Hampe, 1979: 87).
Posteriormente
al imponerse las nuevas jurisdicciones administrativas y políticas, se creó el corregimiento de Paucarcolla,
que es equivalente a una provincia actual, fue un pueblo de Indios, que
estaba conformado por tres zonas territorialmente discontinuas: a) al norte, la
zona de Huancane, Vilque [chico], Moho y Conima; b) al centro, la zona de
Coata, y Capachica; y c) al sur, la zona de Paucarcolla, Tiquillaca -también
conocido con el nombre de San Francisco de Puna- y Puno e Ichu.
Eclesiásticamente pertenecía al Obispado de Charcas y tuvo una parroquia en
Paucarcolla, y dos viceparroquias Icho y Chiaraque, en la etapa media colonial.
Documentos
burocráticos: Las visitas
El
imperio ibérico, una vez consolidado el dominio en el altiplano surandino llevó
a cabo una
sistemática administración burocrática, basado en documentos
legales, como visitas, censos y empadronamientos; con un fin primordialmente
económico. Gracias a estos documentos conocemos sobre el número de habitantes
con la aptitud de tributar y sobre la capacidad económica, la dinámica social
interna de los grupos locales, la organización laboral y de sus mecanismos de
producción.
En
este marco, en el pueblo de Paucarcolla en particular, y en el altiplano andino,
en general, se llevó visitas y censos. En el pueblo de Paucarcolla se realizaron tres “censos”.
El primero, en la época de la “visita General” del Virrey Francisco de Toledo [1569 - 1581], a cargo
del Caballero Fray Pedro Gutiérrez, en 1573, teniendo una población de 1.003
tributarios, de los cuales 711 eran Aimaras y 292 Uros (proporción de
70.9 por 100 y 29.1 por 100 respectivamente); a ellos se agregaba 205 viejos e
impedidos, 1059 muchachos y 2.319 mujeres, formando en total una colectividad
de 4586 personas. (Hampe, 1985:210).
La
segunda visita, se
llevó a más de un siglo después de la Visita General , cuando subsistió los efectos de
la sistemática política de reorganización colonial impuesta por Toledo,
generando un doble fenómeno social en la población andina: una concentración y
dispersión. La concentración se dio en los “pueblos nuevos” o reducciones, que
fueron más que verdaderos ´cárceles sin rejas´, mientras la dispersión fue
consecuencia de las duras condiciones impuestas de trabajo, de tal
suerte
surgió la denominación de indios
originarios y forasteros. Razón por la cual ante tan situación adversa
de la población andina y con el propósito de dar una estructura mas expedita,
el Virrey Duque de la Plata [1681 - 1689]
determinó llevar acabo una numeración
general de los indios del Perú que concluyó con la imposición de nuevas
tasas tributarias y obligaciones laborales. Con este objetivo en 1684, se
realizó un censo de los habitantes de Paucarcolla a cargo del Almirante - General Don Pedro
Díaz Zorrilla quien registró en este pueblo 267 tributarios de
procedencia forastera y 89 originarios (proporción 75 por 100 y 25 por 100
respectivamente).
La
tercera visita se realizó en el siglo XVIII, a razón de la dura condición de
servidumbre impuesta por los ibéricos que originó una catástrofe demográfica
que sumado a una hecatombe, una grave epidemia llamada peste grande que apareció hacia 1720, diezmó y
dejó en el peor ostracismo y pobreza a la población indígena. Por esta
razón, una vez más, el Virrey
Márquez de Castelfuerte [1724 - 1736] ordenó un empadronamiento de los
indios originarios y forasteros de Paucarcolla, acción que se realizó durante
los días 25 a 27 de febrero de 1728,
dirigido por el capitán de infantería Manuel Benero de Valera. Por la visita se conoce
que Paucarcolla estuvo dividido en 9 ayllus, 3 estancias y 2 ingenios, contó
con una población de 753 habitantes de los cuales 574 originarios, 95 varones
tributarios, 70 aymaras y 25 Uros. Y 179 indios forasteros de los cuales 43
tributarios (no se distingue tributarios aymaras ni uros).
Situación
económica: los tributos
La
gruesa población andina a condición de súbditos debido al sometimiento
violento, tenía la obligación de tributar con especies y monedas, según la composición sociolingüística
(aymaras y uros) y la naturaleza poblacional (indios originarios y
forasteros). Así los “aymaras” debían pagar un promedio de 6 pesos anuales,
mientras que los “Uros” pagarían la mitad, 3 pesos, debido a la peculiar
condición de vida, estimados como una casta pobre, de inferior nivel de
civilización. El primer grupo obtenía sus ingresos de acceso a tierras de
cultivo así como a tierras de pastoreo; debían tejer ropa de lana, y trabajar
en la mita a Potosí. Los “uros”, al no tener acceso directo a tierras ni
ganados, debían acudir a la mita a Potosí, tejer ropa y tributar con pescado
seco en arrobas.
En
tanto el grupo de tributarios de categoría originaria y forastera se debió a
las condiciones infrahumanas de explotación. Sánchez Albornoz señala que el
delegado del pueblo de Paucarcolla don Juan Apaza denunció que los españoles
les quitaron sus propiedades y les impedía salir aduciendo que debían dinero.
“De tal suerte los indígenas no tienen en qué sembrar ni pastear sus ganados, y
por eso huyen a otras partes”. Por esa situación los forasteros tributaban 5
pesos cuando los originarios pagan 9 pesos, en 1684; y en 1728 los forasteros
tributaban 20 reales al tercio, 5 pesos al año y no otra cosa.
Los conflictos
sociales: vascos y andaluces
Durante
la década de 1650 se descubre los asientos de minas de San Juan de Álva y San
José. Asimismo, hacia 1567 el minero español José Salcedo “descubrió” las minas
de Laycakota en tiempos del virrey Luís Henríquez de Guzmán, Conde de Álva de Liste (1655 -
1661) y junto a ella creció una regular población y se le dio el nombre de San
Luís de Alva; que en seguida se convirtió en la capital del Corregimiento de Paucarcolla.
Tan pronto, en menos de una década de su existencia, se alzó en fama y
opulencia hasta convertirse en un emblemático conglomerado social principal
centro de actividades económicas.
La
lógica cultural de los pueblos andinos circunlacustres prehispanos, indica que
los metales, el oro y la plata no se usaron con propósitos comerciales, sino
más bien ceremoniales; así un paralogismo: pues, sin controles el oro y la
plata no tienen valor alguno. Al fin, el “Muki” dios de la mina, o guardián de los socavones,
el duende ambiguo reveló a los Salcedo tan riqueza, pero quizá se enojó e hizo
de Laicacota el epicentro sangriento de conflicto. Aun en el siglo XVIII, en el
informe de Manuel de Portillo Haedo, corregidor de la provincia de Paucarcolla
y de la Villa de la concepción y San Carlos
de Puno, firmado el 3 de noviembre de 1753, se constata sobre la magnitud
de riqueza. Hubieron 8 minas, con 1
a 2 vetas, en los cerros aledaños a la ciudad de Puno.
A
raíz de los descubrimientos mineros “la rebelión de Laicacota” o “rebelión de
los hermanos Salcedo” comprendió cuatro años de violento conflicto de dos
nacionalidades ibéricas: vasco-andaluz ocurrido en las minas de Laicacota (1665
- 1668). Fue un fenómeno por la heterogeneidad de una sociedad compuesta por
tantos segmentos étnicos y diferenciaciones sociales y tantas historias de vida
diferente, generaron contradicciones insolubles entre sectores e individuos, y
favorecieron el clima de permanente inestabilidad al Virreinato. Según
Domínguez Faura, fueron las migraciones laborales de descorporatizacion y
mestizaje no biológico que ayudaron a desarrollar una “identidad mestiza” entre
los trabajados tan altamente móviles. Otro factor fue las “alianzas espúreas”
los indígenas con los agentes españoles con pretensiones políticas.
Mucho
se ha polemizado sobre el advenimiento de las riquezas de Laycakota y con ella
sobre la Fundación
de Puno, una de las historias que ha quedado impregnada en la memoria colectiva
de los Puneños, es la versión narrada por el Maestro José A. Encinas. Sin
embargo tanto la riqueza y la fama de San Luís de Álva se esfumó, con la
intervención Virreinal de Conde de Lemos trasladándose a la Villa de San Carlos de Puno
el 9 de setiembre de 1668, siendo la población de Concepción y San Carlos la nueva capital de la provincia
de Paucarcolla el 4 de noviembre de 1668.
A
tenor de lo expuesto, considero que el desarrollo histórico institucional del
corregimiento de Paucarcolla basado en sucesos o hechos políticos y
coyunturales -también Jurisdiccionalmente, tanto en lo civil y eclesiástico - ,
en los siglos XVII y XVIII, principalmente, puede ser dividida en los
siguientes tres periodos cronológicos relativos y sociopolíticos llamados:
-
1573 a
1657 del Patrimonio de la
Corona y el auge minero y la rebelión de Laycakota;
-
1657 a
1720 de San Luís de Alva y la
Villa San Carlos de Puno y
-
1720 a
1784 de la catástrofe demográfica y la revolución Burguesa anticolonial, mas
concretamente hasta 5 de
junio de 1784, fecha en que se crea la intendencia de Puno.
Finalmente
debo señalar que a la luz de tanta polémica y debate, ante la falta de un
documento fehaciente que demuestre la fundación española de Puno, no se si sean
actos deleznables o “tradiciones inventadas” las celebraciones de una efeméride
con tanta pomposidad, desfiles gallardos, cada 4 de noviembre de todos los
años, lo cierto es que Puno, es tradición e historia, una posibilidad histórica
de desarrollo, esa es la razón para seguir viviendo para hacer realidad la
esperanza, la utopía con conciencia y compromiso. En fin lo innegable e
indiscutible es que,
Paucarcolla, es capital histórica de Puno.
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