LA HORA DE LA PATRIA GRANDE
Por Gustavo
Espinoza M.
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C |
asi
sin sentir, está llegando la hora de América Latina. Y el reloj de la historia
suena con similar intensidad en distintos países tomando diferentes v variables
pero un solo contenido: ante el ascenso combativo de los pueblos que anhelan la
liberación nacional y social de sus países, asoma una vez más el Amo del Norte
con sus bravuconadas, prepotencia secular e inmenso poderío económico, político
y militar; y acciona vigorosamente en el empeño de avasallar la voluntad de
millones de hombres y mujeres en todo el continente.
En
cada rincón de América, la fuerza del Imperio tiene un nombre ante sus
ojos. En Venezuela, su tarea es derribar a Maduro y escarmentar al pueblo
bolivariano. En Colombia, tomar por asalto el Palacio de gobierno y acabar con
la figura de Gustavo Petro. En el Caribe, hundir a Cuba en el mar
ahogando de una vez y para siempre a millones. En Nicaragua, matar nuevamente a
Sandino y cortarle el cuello a Daniel Ortega.
En México, acabar con Morena y, de una vez y para siempre, liquidar el legado de López Obrador y la sencilla firmeza de Claudia Sheinbaum. En Ecuador, sepultar la memoria de Correa apagando su luz para que no prenda nunca más. Y hasta en Honduras, ese pequeño y martirizado país que preocupa a Donald Trump tanto como Nigeria asoma como señuelo Xiomara Castro, a la que busca desaparecer. Para todos ellos tiene un mismo mensaje: guerra, muerte, renuncia, fin del régimen. No hay más.
Por ahora, en las costas del Caribe navega el Gerald Ford, el Portaaviones más poderoso y mejor artillado del mundo. Se dedica a cazar pequeñas lanchas y matar pescadores, acusándolos de narcotraficantes. Pero sus conductores no han presentado -hasta hoy- ni siquiera una bolsita con un mate de coca, como para decir que es droga.
Usan
el tema como entretenimiento fugaz, pero su voracidad no tiene límite. Y pronto
querrá devorar países enteros. Por ahora, estas ejecuciones
extrajudiciales que constituyen delitos de Lesa humanidad espantan incluso a la
Corona Británica.
El
caso de Venezuela es emblemático. Frente a Caracas, en las aguas del Caribe,
aúlla un lobo con la voz de Donald Trump. Y le exige al Palacio de Miraflores
que se rinda y que se entregue. Y a la Fuerza Armada Bolivariana y al pueblo
llanero, le plantea un ukase: derriben a Maduro y entreguen su cadáver. Si no,
bombardearemos el país y mataremos a todos. Y claro, restauraremos la
democracia occidental y cristiana para que allí reine Corina Machado y los
sobrevivientes.
Pero
el Imperio hoy toca también las puertas de Chile, donde este domingo 16 de
noviembre tendrá lugar el proceso electoral 2025.
Allí,
en la Araucanía, el pueblo fue capaz de construir la unidad más amplia de la
que se tenga noticia a través de su historia, y enarboló con ella la
candidatura de Jeanette Jara, una aguerrida militante comunista dispuesta a
tomar el cielo por asalto.
Por
lo pronto, el imperio se ha dado maña para rodear a la patria de Lautaro de
enemigos crecientemente hostiles: la Argentina de Milei, la Bolivia de Paz y el
Perú de Jerí.
Con
esos nombres pequeños, se pretende intimidar a un pueblo grande. Si Chile no se
asusta, el Gerald Ford vendrá también de visita por las costas de Pacífico
mirando al sur y con sus bombas listas.
En
lo que se suele llamar “la gran política” Jeri busca cerrar filas con la Casa
Blanca. Por eso la campaña anti comunista, las aviesas maniobras contra Cuba.
La persecución contra los que se oponen a sus manejos turbios, y el afán
enfermizo de vincular la actividad delictiva con el accionar de quienes
enarbolan la bandera de la Revolución Social y el Socialismo.
Por
ahora aquí, y en este barrio, le interesa impresionar al “gran público” y
empedrar el futuro para su organización partidista, y para él mismo. Podría ser
que más adelante, por segunda vez, la suerte toque su puerta. Y como Boys
Scout, hay que estar siempre listo.
Para algunos voceros del Imperio, ha llegado la hora para los pueblos. Les suena eso, como la hora de la caída, de la derrota. O aún de la muerte; en todo caso, la caída de la esperanza y el fin de los derechos de las masas oprimidas.
Para
otros, en cambio, es la hora de la solidaridad y de la lucha, del combate
esencial por la dignidad y la justicia, por el respeto a la Independencia y la
Soberanía de los Estados; por la defensa de los recursos naturales que no son
patrimonio de Imperio sino de los pueblos.
Por
eso, por las venas de nuestro continente, de esta nuestra Patria Grande, corre
la sangre de Túpac Amaru, de San Martín y de Bolívar, al lado de su espada. Y
el ejemplo de Juan Santos Atahualpa, de Túpac Catari. y Tiradentes, de Hidalgo
y de Martí; pero también el de Juan Velasco, Fidel Castro, Ernesto Guevara y
Hugo Chávez. Todos ellos enarbolan el mismo estandarte que se alzará victorioso.
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