viernes, 3 de mayo de 2024

REFLEXIONES DE HILDEBRANT SOBRE HISTORIA POLITICA PERUANA

 THRILLER

César Hildebrandt

En HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 684, 3MAY24

R

ecién lo supe el otro día: el Perú es un thriller. Eso lo explica todo.

Tenemos todas las características del gé­nero: siempre hay un crimen -o muchos-, un enigma, una red de encubrimientos, un montón de pistas falsas.

Pero a diferencia de la ficción, en el Perú no hay desen­lace. Las tramas se acumulan, los asesinatos se renuevan, las máscaras cambian de cara. Las ciudades son sedes de la pólvora, negocios del degüello.

Somos un thri­ller. Vivimos en el suspenso y en la usurpación de ro­les: la Fiscal que servía a Willax tenía un alias y se juntaba en co­vachas con otros de su especie, los policías integran bandas, los perio­distas “liberales” se zambullen en lodazales, los ma­gistrados del TC obedecen a la ma­fia de la política, la “oposición” sostie­ne al gobierno, el gobierno no go­bierna, Oscorima finge ser un dandy.

En las viejas novelas policiales, había que sospe­char del mayordomo. En el thriller que somos, nadie se libra de la desconfianza. Hay coartadas débiles, explica­ciones insuficientes, paraderos dudosos. Nada es lo que aparenta.

La incertidumbre nos rige. Chandler nos dicta el par­lamento. Christie nos viste para el escenario. Nadie sabe qué pasará. Es la apoteosis de la ansiedad.

El senderismo mataba a los campesinos que decía salvar, los milicos mataban a los aldeanos que decían proteger. Hasta que un día llegó un nisei que prometió una salida de izquierda y produjo la derecha más bruta y achorada de todas las que hemos tenido.

Caricatura que aparece en la carátula del
periodiquito de alasitas en Puno: KAMISARAK
I
El fujimorismo fue el clímax del suspenso. Los perua­nos trataban de adivinar cuál sería la próxima jugada de esa Yakuza instalada en la plaza de armas y siempre se equivocaban. Fujimori organizó el caos, impuso la ley de la selva de los empresarios, castigó a los pobres que ha­bían conquistado algunas cosas y declaró el mayday de la legalidad. Todo lo hizo para redimir un país que no era el suyo. Y ahora, como en los mejores ejemplos de películas de terror, ha vuelto a perorar y prometer. El zombismo potencia el guion de nuestra historia.

Un día regresó a gobernamos, por segunda vez, el escarmenta­do Belaunde. Dio la impresión de que había aprendido, pero no era cierto: seguía siendo un virrey que rendía cuentas a la penín­sula. El Perú emprendió un gran capítulo de su novela policial: el del terror masivo y los cadáveres por camionadas.

Quien sucedió a Haya de la Torre citaba a Calderón de la Barca y sus aproximaciones a la muerte cuando, por lo que hizo y seguiría haciendo toda su vida, debió acudir a estos versos de Quevedo: “No olvides que es comedia nuestra vida / y teatro de farsa el mundo todo / que muda el aparato por instantes / y que todos en el somos farsantes...”

Antes de eso, los militares habían intentado renegar de sus ancestros (Benavides, Sánchez Cerro, Odría) y ter­minaron, con Morales Bermúdez, restaurando su alianza con las élites económicas.

Otro día, hace poco, llegó al gobierno el señor Kuczynski. ¿Tendríamos con él un gobierno sensato? No. Ni siquiera tuvimos oportunidad de saberlo. La heredera endémica del fujimorismo decidió que teníamos que castigar a quien la había derrotado y, aprovechando las debilidades dine­rarias del sujeto, lo condujo a la horca pública.

¿Sería Vizcarra el líder de la res­titución de los va­lores esenciales de una democracia? ¡Gran suspenso! ¡Gran decepción!

Tras el interva­lo de un señor que recitaba a Vallejo cuando lo que tenía en mente era el hembraje que po­día entusiasmar, llegó Castillo. ¿Se­ría este profesor rural, rondero y electoralmente inexplicable, el hombre que crearía un entendimiento nacional que nos sacara de la polarización? ¡Otro suspenso! ¡Otro gran chasco! Resultó que el señor Castillo, como el resto, no era quien decía ser.

Y entonces llegó la señora, la sucesora, la vice que el congreso consagró después de sondear su miseria moral. Con ella, el thriller del Perú discurre con pinceladas de comedia negra y vuelve a sus raíces clásicas: los mayor­domos pueden ser los asesinos y las mucamas pueden alcanzar el joyero. Que venga Hércules Poirot y nos dé una mano. <>

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