LA DEBACLE
César Hildebrandt
En HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 671, 2FEB24
C |
armen Mc Evoy dijo hace
unos días que estamos en un periodo de nuestra historia que podría llamarse “la
debacle”.
Tiene razón la
historiadora. Tiene razón, pero va presa.
Porque la mayor parte de
mis compatriotas creen estar viviendo un gran emprendimiento: el de un país
que, sin cumplir con sus deberes, se ha ganado todos los derechos. El
pensamiento mágico convertido en doctrina republicana.
Depende de nosotros |
La debacle es cabal. El
país ha fracasado. Lo fundamos como una república y ha terminado siendo este desorden
devorado por la corrupción.
¿Hay solución?
Sí, pero para que
empecemos a torcerle el brazo al destino fatal que hemos construido entre
todos lo primero que hay que hacer es admitir que estamos en el abismo. Mc
Evoy propone una hipótesis más deprimente y gravitacional: “estamos cayendo”.
Como si buscásemos con afán el fondo, el concolón de la desdicha.
En la conversación con
la historiadora surgió el tema de las voces provincianas que, en los comienzos
del Perú republicano, debieron ser escuchadas y que habrían podido darle otro
rumbo al país. Se refería al huamachuquino José Faustino Sánchez Carrión y al
chachapoyano Toribio Rodríguez de Mendoza, por citar dos ejemplos. Eso es cierto.
El problema es que ahora
no escuchamos voces sino que leemos prontuarios.
De Ayacucho procedía,
como canto de resistencia en medió de la peor humillación de nuestra historia,
Andrés Avelino Cáceres. ¿Cuántos gobernadores de esa región están sometidos a procesos
penales por uso indebido de fondos públicos?
Campesinos del centro
ganaron, desde el paisanaje armado, la batalla de Concepción. ¿Algún parentesco
con Vladimir Cerrón y sus hábitos de ligereza financiera?
La mugre de Lima se
reproduce como un virus en el Perú profundo. Y allí está César Acuña gobernando
una región que llena de historias las páginas policiales más coloridas.
Hemos fracasado como
Estado y como proyecto de nación. Hemos fracasado como sociedad atada por vínculos
de colaboración y complementariedad. Hemos fracasado como modelo de crecimiento
y hemos sido incapaces de abreviar los niveles de desigualdad. Y ahora
asistimos a un festival obsceno de la derecha más navajera que nos repite hasta
la náusea el mismo mensaje: la culpa de todo es del Estado y de los caviares
que vivieron de él.
El verdadero tema no es
ese, por supuesto. Lo que esa prensa quiere lograr es convencer a las mayorías
de que el centro político debe borrarse y que la ultraderecha es la voz y que
una dictadura neofujimorista nos librará de todo mal. Sueñan con un país dominado
por una pandilla que nos aleje de los tratados internacionales sobre derechos
humanos y que repita la receta de Fujimori: gobernar para los ricos fingiendo
que redistribuye las sobras. Quieren ser Milei pero sin ganar las elecciones.
Quieren entrar a Palado por las cloacas.
Conspicuo DBA |
Soñamos cojudignamente,
a mucha honra, con una nación entusiasmada por la decencia, las buenas
gestiones, la consideración de los otros, el equilibrio de poderes, la
comprensión absoluta de que en una sociedad civilizada no puede haber excluidos
crónicos ni parias por ancestro u origen.
Soñamos, sí, y
seguiremos soñando. Preferimos luchar a nuestro modo por esa causa hasta ahora
perdida que sumamos al coro de la ultraderecha envalentonada.
Me Evoy recordaba el lunes
pasado que lo que más hemos olvidado es “el nosotros”. Pero es que esa adquisición
cultural implica un instinto de semejanza del que carece la derecha y el
sicariato que escribe por ella. Para esa gente el Perú sigue siendo un cosido
trémulo de encomiendas, de repartos con gente adentro, de valles con nombre
propio. Esa derecha jamás cedió y se mantuvo agazapada por muchos años. Renació
con Fujimori y su proyecto autoritario y ambicioso: borrar toda esencia de
solidaridad, decretar la ley de la selva, hacer del sálvese quien pueda un modo
de entender la vida. Es decir, terminar de destrozarnos como comunidad nacional,
fabricar un archipiélago de intereses y codicias arbitrado por la corrupción.
Fujimori nos desalmó. Sus seguidores siguen empeñados en lo mismo.
Me produjo un enorme
placer intelectual entrevistar a Carmen Mc Evoy. Escuchar a alguien que tiene
brillos propios y una visión culta de nuestra historia es hablar con el país agónico
que aun está a tiempo de sanarse. Depende de nosotros. <>
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