viernes, 2 de febrero de 2024

HILDEBRANDT: REFLEXIONES

 LA DEBACLE

César Hildebrandt

En HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 671, 2FEB24

C

armen Mc Evoy dijo hace unos días que estamos en un periodo de nuestra historia que podría llamarse “la debacle”.

Tiene razón la historiadora. Tiene razón, pero va presa.

Porque la mayor parte de mis compatriotas creen estar vivien­do un gran emprendimiento: el de un país que, sin cumplir con sus deberes, se ha ganado todos los derechos. El pensamiento mágico convertido en doctrina republicana.

Depende de nosotros
“Los peruanos somos chamba”, dicen en la radio que coordi­naba con Vladimiro Montesinos. ¿Importa que más del 70% de nuestra economía sea informal? No mucho, si lo que se quiere es el engaño terapéutico.

La debacle es cabal. El país ha fracasado. Lo fundamos como una república y ha terminado siendo este desorden devorado por la corrupción.

¿Hay solución?

Sí, pero para que empecemos a torcerle el brazo al destino fatal que hemos construi­do entre todos lo primero que hay que hacer es ad­mitir que estamos en el abismo. Mc Evoy propone una hipótesis más de­primente y gravitacional: “estamos cayendo”. Como si buscásemos con afán el fondo, el concolón de la desdicha.

En la conversación con la historiadora surgió el tema de las voces provincianas que, en los comienzos del Perú republicano, debieron ser escuchadas y que habrían podido darle otro rumbo al país. Se refería al huamachuquino José Faustino Sánchez Carrión y al chachapoyano Toribio Rodríguez de Mendoza, por citar dos ejemplos. Eso es cierto.

El problema es que ahora no escuchamos voces sino que leemos prontuarios.

De Ayacucho procedía, como canto de resistencia en medió de la peor humillación de nuestra historia, Andrés Avelino Cáceres. ¿Cuántos gobernadores de esa región están sometidos a procesos penales por uso indebido de fondos públicos?

Campesinos del centro ganaron, desde el paisanaje armado, la batalla de Concepción. ¿Algún parentesco con Vladimir Cerrón y sus hábitos de ligereza financiera?

La mugre de Lima se reproduce como un virus en el Perú profundo. Y allí está César Acuña gobernando una región que llena de historias las páginas policiales más coloridas.

Hemos fracasado como Estado y como proyecto de nación. Hemos fracasado como sociedad atada por vínculos de colabora­ción y complementariedad. Hemos fracasado como modelo de crecimiento y hemos sido incapaces de abreviar los niveles de desigual­dad. Y ahora asistimos a un festival obsceno de la derecha más navajera que nos repite hasta la náusea el mismo mensaje: la culpa de todo es del Estado y de los caviares que vivieron de él.

El verdadero tema no es ese, por supuesto. Lo que esa prensa quiere lograr es convencer a las mayorías de que el centro político debe bo­rrarse y que la ultraderecha es la voz y que una dictadura neofujimorista nos librará de todo mal. Sueñan con un país dominado por una pandilla que nos aleje de los tratados internacionales sobre derechos humanos y que repita la receta de Fujimori: gobernar para los ricos fingiendo que redistribu­ye las sobras. Quieren ser Milei pero sin ganar las elecciones. Quieren entrar a Palado por las cloacas.

Conspicuo DBA
El odio a los periodistas que se niegan a sumarse a esa prédica es significativamente selectivo. Ninguna de las víctimas de esas campañas inmundas hemos cedido a la intimidación y a los insultos públicos o en redes. Nos interesa el país como un foro de discusión y no como un antro regentado por Erasmo Wong.

Soñamos cojudignamente, a mucha honra, con una nación entusiasmada por la decencia, las buenas gestiones, la consideración de los otros, el equilibrio de poderes, la comprensión absoluta de que en una sociedad civilizada no puede haber excluidos crónicos ni parias por ancestro u origen.

Soñamos, sí, y seguiremos soñando. Preferimos luchar a nuestro modo por esa causa hasta ahora perdida que sumamos al coro de la ultraderecha envalentonada.


Me Evoy recordaba el lunes pasado que lo que más hemos olvidado es “el nosotros”. Pero es que esa adquisición cultural implica un instinto de semejanza del que carece la de­recha y el sicariato que escribe por ella. Para esa gente el Perú sigue siendo un cosido trémulo de encomiendas, de repartos con gente adentro, de valles con nombre propio. Esa derecha jamás cedió y se mantuvo agazapada por muchos años. Renació con Fujimori y su proyecto autoritario y ambicioso: borrar toda esencia de solidaridad, decretar la ley de la selva, hacer del sálvese quien pueda un modo de entender la vida. Es decir, terminar de destrozarnos como comunidad nacional, fabricar un archipiélago de intereses y codicias arbitrado por la corrupción. Fujimori nos desalmó. Sus seguidores siguen empeñados en lo mismo.

Me produjo un enorme placer intelectual entrevistar a Car­men Mc Evoy. Escuchar a alguien que tiene brillos propios y una visión culta de nuestra historia es hablar con el país agónico que aun está a tiempo de sanarse. Depende de nosotros. <>

 

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