viernes, 27 de octubre de 2023

OPINION. HILDEBRANDT REFLEXIONES SOBRE SI MISMO

MI VERDADERO OFICIO

César Hildebrandt

Tomado de HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 659 27OCT23

E

l periodismo ha sido mi pasión, mi enfermedad, mi novia malhumorada, mi soledad.

No cambiaría nada de lo que he hecho en estos largos años.

Empecé en la prensa escrita siendo un muchacho temerario y he de terminar mi carrera, entre papeles, siendo un viejo impávido.

Pero que no me deje dominar por el miedo no significa que me resigne.

El periodismo que vale la pena -el que queda al final del día- es una variante de la indignación. Lo otro es información de la bolsa, notas de secretaría, tinta china.

Hace muchos años pensé ingenuamen­te que la teoría del progreso nos daría una mano. Ha sido al revés: el Perú ha involucionado. Somos la comprobación de la ley de Murphy.

Estamos mucho peor que hace 50 años y esa ha sido una tarea entusiasta de las pulsiones autodestructivas de este amado país.

Nuestro primer presidente fue un trai­dor. Nuestro primer congreso suplicó a Bolívar que fuera capataz látigo en mano. Perdimos una guerra por maldicientes y anarquizados y llegamos al siglo XX con las taras invictas del XIX.

Pero muchas cosas pasaron en los años 20 que nos pusieron en la lista de países con un futuro prome­tedor: una generación provinciana y culta combatió a la oligar­quía y creó el socialismo, con el moqueguano Mariátegui a la cabeza, y la socialdemocracia, con el trujillano Haya de la Torre haciendo de Kautsky mochero. Fuimos referente continental, laboratorio de ideas y rebeldías. Avanzábamos y el túnel dejaba ver, al fondo, una luz leve. La movilidad social, basada en la educación, seguía su marcha y la creación de las clases medias, eje de la estabilidad y la herencia cultural, mantenía su ritmo. Combatir las desigualdades extremas era un punto en la agenda hasta en los partidos de centro. Éramos una nación en proyecto, a pesar de que la derecha hizo todo lo posible por meter al Perú en un pozo de formol.

Hoy estamos perdidos. El socialismo de Mariátegui se llenó de bubas y terminó siendo esgrimido por Guzmán, un sociópata montuno. La socialdemocracia, que ya había sido desmontada parcialmente por su creador, fue a caer en manos de un frenético amante de lo ajeno. La derecha, que inventó sanchezcerros y odrías pero que siempre tuvo a gente como Benavides y Beltrán para inflar el pecho, terminó en Alfonso Baella. Su ideólogo más ilustre fue, entre hipos, Enrique Chirinos Soto.

Hemos fracasado pero nos hace­mos los locos, como si Shakespeare nos soplase la pluma. Y no es Sha­kespeare: ¡es Chespirito!

Somos un país que se deshizo an­tes de terminar de hacerse. Y ahora tenemos lo que hicimos a pulso: la corrupción nos gobierna. Hablo de todos los que nos han regido en las últimas décadas. Tuvimos a Fujimori porque tuvimos a Alan García I y tu­vimos a Alan García I porque tuvimos a Belaunde II. Y tuvimos a Belaunde II porque el proceso castrense de reformas terminó en un fracaso. Y aquel proceso se dio porque Belaunde I fue un desastre. Y así. hasta la náusea. Hasta la verdad que duele y que negamos: somos un país por hacerse, un campamento con bandera e himno, un revoltijo con ínfulas de unidad.

Y esto que no he hablado de Toledo, de García II, de Humala, de Kuczynski, de Vizcarra y de Castillo. ¿Debiera redundar? Creo que no es necesario. Pero para decir algo sobre lo más reciente: Pedro Castillo no es hijo de la nada. Este profesor disparatado y corrupto salió de las entrañas de un país que pudrió su edu­cación pública y que toleró que la ignorancia se jactara del éxito alcanzado. Castillo es el producto de nuestro derrumbe cultural, del mismo modo que Keiko Fujimori y su organización criminal vienen de la normalización del hampa en la política.

Todos los barros de hoy proceden del envilecimiento de la sociedad en general. Hay bolsones de resistencia, por supuesto, pero son cada vez menos y están bajo fuego graneado.

Hoy nos gobierna un régimen manchado desde su origen y que pretende dejar una inmundicia heredera en el 2026. La calle ha desaparecido, la juventud teme o se ha comido el cuento del emprendedurismo salvador, los partidos han sido reemplazados por pandillas. La democracia peruana es una farsa grotesca.

Y a todo eso ha aportado lo suyo la prensa de los intereses, las siglas, los descuentos y las hipotecas. Nada me satisface más que no haber sido parte de la claudicación de la “gran prensa”.

Y valdrá la pena si eso nos cuesta salir del escenario. Estoy acostumbrado a desaparecer. Creo que ese es mi verdadero oficio. <> 

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