POR QUÉ SOY AGNÓSTICO
César Hildebrandt
En “HILDEBRANDT EN SUS TRECE” N° 630 7ABR23
“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios
lo creó; varón y hembra los creó” -dice el Libro del Génesis.
Mi agnosticismo de niño, bombardeado por las tentaciones
eclesiásticas en el colegio, empezó dudando de ese relato temerario. ¿Cómo era
posible que de la perfección de Dios, de su inteligencia abarcadora, de su
inmensidad indescifrable, naciera el hombre, el varón y hembra?
Claro -me dirán los exégetas bíblicos- que aquello
de la semejanza era entusiasmo retórico y que a lo que aludía era a que el varón y la hembra tendrían, infiltrado por
Dios, “un lado espiritual”.
Pero la historia de la humanidad, desde la derrota
de los neandertales hasta la guerra de Ucrania, no es precisamente el cuaderno
de bitácora de un ser espiritual.
La historia es un gigantesco parte de guerra, una
lista de bajas, el relato de un baño de sangre. La gloria se la han llevado
siempre los grandes perpetradores de masacres, los mariscales de campos
cubiertos de cadáveres, los cancilleres que instigaron el crimen. La historia
le dio a la espada, al arcabuz, al fusil, al cañón y a la bomba atómica la
clave para entender, desde el cinismo, las grandes palabras: el honor
nacional, el patriotismo, el destino manifiesto de ciertas caballerías.
Las tres religiones más importantes, las que han colonizado
las mentes del varón y la hembra, describen el asesinato como justo si es que
se practica por razones celestiales. Los católicos fueron a las cruzadas a
exterminar infieles en nombre del Dios que los creó semejantes. El islamismo
puede derribar torres gemelas en nombre del Dios que autorizó a su profeta a
casarse con una niña impúber. El judaismo más pegado a la letra aspira a borrar
a los palestinos de la faz de sus fronteras mal habidas Estados Unidos no
require la visa de ninguna divinidad para invadir y bombardear: él es Dios en
traje de campaña.
¿A su imagen y semejanza? No me hagan reír.
El hombre es el enemigo jurado del planeta. Hará su
aire irrespirable por codicia, enloquecerá sus mares por estupidez, hará
invivible la esfera que Dios le dio como domicilio. Habrá desierto en vez de
verde, diluvios donde no llovía, vientos de espanto donde hubo calma y esta
será la obra maestra de una humanidad obsesionada en agotar todas las variantes
de la imbecilidad consumista.
O Dios no supo lo que hacía -y entonces no sería
Dios-, o Dios supo que lo que hacía nos llevaría a esto -y entonces sería un
Dios perverso, superstición tan grande que resulta aún más delirante que la de
creer en su afán ubicuamente protector-.
No hay salida: varón y hembra no pueden proceder de
un plan compasivo, no son hijos de la generosidad de un ser superior. Ningún
Dios pudo coronar, en la cima de su escala, al varón y hembra que, miles de
años después de salir de la caverna, mantienen la barbarie como dogma mayor.
¿Alguien puede creer que Dios ve a los de Vox, desde
su dron mayúsculo, y llora de emoción paternal? ¿Alguien puede suponer que
Dios miró a Castillo como el Pedro de Tacabamba? ¿Algún irresponsable difamaría
a Dios diciendo que Keiko Fujimori y Dina Boluarte son sus creaturas?
Rafael López Aliaga va a misa e invoca a Dios tanto
como reverencia a “las fuerzas del orden”. ¿Ustedes creen que subirá a los
cielos y volverá gracias al pasaporte de la reencarnación? ¿Será posible, en
suma, que Hitler, Stalin o Trump hayan contado con el check de Dios?
Piérola rezaba mucho y antes de la batalla de San
Juan y Miraflores lo hizo especialmente. ¿Quizá Dios no lo escuchó o es que;
sabía de sus andanzas camales y quiso castigarlo? ¡Divino misterio!
Y sin embargo, está Bach. O Joyce. O gente como Miguel
Grau. O la mirada de Oscar, nuestro perro. Cuando escucho la música que amo,
leo a quienes me hicieron la vida más llevadera, examino la pintura que me
emociona, intuyo una luz que está más allá de nuestra condición estrictamente
humana, esa que nos impone la cárcel de la carne, el imperio de los instintos,
la humillación de la necesidad.
Ese resplandor que sale del arte y del genio no es Dios, pero podría parecérsele. El problema es que ese destello del espíritu es la rareza, la excepción, el refugio acechado de las minorías. La estadística es abrumadora: las manadas de la vulgaridad prevalecen y cada día proclaman con cada vez más orgullo su victoria.
sin embargo, también están los condenados a la pobreza, los ajusticiados por la indiferencia, los despedidos del sistema de dominación y saqueo, las víctimas de este desmadre global. Muchos de ellos esperan al Dios que no vendrá y ese candor es respetable. Por ellos vale la pena luchar. Creer que no venimos de Dios no supone que nos resignemos. Soy agnóstico, pero aún creo, candoroso yo también, que podemos salvarnos de nosotros mismos. No lo veré, por supuesto, pero tendrá que ser un mundo muy diferente. Uno austero, fraterno, escarmentado. Uno que, respetando las libertades y los derechos del individuo, será esencialmente socialista por mandato del planeta herido. ▒▒
No hay comentarios:
Publicar un comentario