martes, 17 de diciembre de 2019

HISTORIA POLÍTICA DEL PERÚ


EL GOLPE
DE MORALES BERMÚDEZ
Fragmentos del libro de Héctor Béjar HISTORIA DEL PERÚ PARA DESCONTENTOS. VIEJA CRÓNICA Y MAL GOBIERNO. aCHeBe Ediciones, Lima diciembre 2019

El 28 de agosto de 1975 se celebraba en Tacna un aniversario más de la reincorporación de ese departamento al Perú con la presencia del comandante general del Ejército, presidente del Consejo de Ministros y ministro de Guerra Francisco Morales Bermúdez, el comandante general de la III región militar, general Luis La Vera Velarde y el jefe de la guarnición militar de Tacna, general Artemio García Vargas. El presidente Velasco no podía ir, su enfermedad se lo impedía. Morales asistió en representación del presidente. Después de los sucesos de febrero había descontento en algunos medios militares. Una comisión de las Fuerzas Armadas había hecho un informe negativo sobre la reforma agraria. Los servicios de inteligencia informaban que había infiltración comunista. El general Aníbal Meza Cuadra había informado a Velasco que un grupo conspiraba contra él. “Tienes que tomar la decisión ahora, porque en caso contrario, Dios sabe lo que puede ocurrir en cualquier momento”, le dijeron La Vera y García a Morales1, porque suponían que Meza Cuadra los había denunciado ante Velasco. Luego de los festejos, los tres, Morales, La Vera y García, acordaron encabezar el movimiento contra Velasco. Llamaron al resto de las regiones y a la mañana siguiente, los jefes de las once regiones se unieron al golpe o lo aceptaron. (Introducción al Cap. 30 La Contrarevolución Militar)
Cap. 29. Alta Traición
El golpe (pág. 620 y ss.)
La suerte estaba echada.
Según la versión de José Rodríguez Elizondo, a las cinco de la mañana el general Artemio García, el jefe de la guarnición de Tacna, despertó al jefe de la guarnición chilena de Arica, de quien era ami­go, para informarle que Morales sería el nuevo presidente del Perú. También se comunicó con el coronel Orlanier Mena de la Dirección de Inteligencia del Ejército chileno en Santiago. Otras versiones asegu­ran que la noche del 28, luego de un almuerzo y una cena regada con alcohol, Morales estaba ebrio y seguía tomando en la casa de García.
Le quitó el teléfono a García y él mismo habló con Mena diciendo qu estaba todo listo para actuar. Les estaba dando cuenta a los chilenos de sus próximas acciones.
Tomándolo de Contrahistoria del Perú, transcribo el siguiente diálogo que, aunque de ficción, es muy parecido a las versiones que recibí de diversos amigos civiles y militares2.
A la una, mareado, Morales salió de la fiesta junto a La Vera y Artemió García Vargas, jefe del Destacamento Tacna. Fueron a casa de este último, siguieron conversando, con whisky.
--Meza Cuadra nos cagó. La cosa continúa bastante tensa en Lima ¿Quién habrá ido con el chisme? Velasco ya no responde, había dicho Morales Bermúdez señalándose la cabeza. ¿Y si lo derrocamos?, propuso La Vera. Entre los dos tenemos todo el armamento que es para la guerra con Chile, secundó García Vargas.
Llamaron entonces al general Leónidas Rodríguez que estaba en Lima -¿Es Morales? dijo Rodríguez en el teléfono-. Son las cinco de la mañana: qué milagro tan temprano.
--La Revolución, cholo, hay que acelerar la Revolución. Hay que profundizarla. Tú sabes que el general Velasco está fallando mucho. Tenemos que ejecutar lo conversado ahora mismo.
Leónidas habría llamado de inmediato a Graham.
-¿Aló, Pepe? Sí, soy Leónidas. Oye, despierta y vente corriendo al edificio de la Segunda Región.
-Pancho Morales me acaba de llamar desde Tacna, parece que está borracho.
El general José Graham acababa de llegar al edificio, miró incrédu­lo a Leónidas Rodríguez, que prosiguió.
--Está allá con La Vera, que se ha plegado a nombre de la Tercera Región. A ver si lo haces entrar en razón antes de que acabe con un balazo en la oreja.
Pero Morales llamó también a Graham.
-¡Colorao! Aquí Francisco Morales Bermúdez. Estoy con el encargado de la Tercera Región Militar, general La Vera Velarde. Es­tamos por...
-Oye Pancho -interrumpió Graham-. Ya ese plan se acabó, el general Velasco designó un sucesor. Carajo, Morales, ¿con qué apoyo vas a dar un golpe? La Primera Región acaba de ser comandada por Meza Cuadra, ¿tú crees que se van a plegar? ¿Vas a hacer un golpe con Tac­na e Iquitos? ¿Quién te va a reconocer, la embajada de Cuba? Esto es un disparate. Tú llamas a una persona más y se va enterar Meza Cua­dra. No tendrá mando de tropa, pero es el sucesor.
-Anda, llama a la Marina.
-¿Qué quieres, que mandemos los tanques a La Punta? ¿Quieres una guerra dentro de la Fuerza Armada? Mira Pancho, no seas cojudo, ándate a dormir que nos estás poniendo a todos en aprietos. Con lo de las reuniones ya tenemos la soga al cuello.
--Solo necesito que se pliegue Leónidas como Segunda Región, in­sistió Morales Bermúdez. Con eso tenemos Lima, metemos los blinda­dos, y...

—Entiende: ya hay un camino trazado, Pancho, ya hay un orden. La sucesión ya está armada. Tranquilo, no pierdas de vista que tú si­gues siendo Primer Ministro.
—Tengo un avión por si esto sale mal.
—Carajo, Morales, ¿en serio tienes un avión? Mira, anda, descansa, dile a La Vera que haga lo mismo. Una llamada más y vamos a tener que organizar tu velorio.
--¿Qué le dijiste? -preguntó Rodríguez Figueroa a Graham.
--Eso mismo, que es un animal. Está dolido. Y borracho. De ser la nueva cabeza de la Revolución ha pasado a ser otro Mercado Jarrín.
--¿En serio tiene un avión?
--“Por si todo sale mal”, me dijo. Con destino a Argentina.
--Oye, Pepe, yo estoy jodido si alguien se entera que habló conmigo.
-¿Habrá llamado a otra Región Militar antes?
—Voy a averiguar ahora mismo. Si la respuesta es positiva, ni modo, habrá que echarlo a los leones.
—Pepe, ya está -le dijo Rodríguez Figueroa, media hora después a Graham. Todo normal. Al parecer fui yo el primero al que llamó Mo­rales. Las otras regiones no saben nada. Llamé también a Parodi. La Marina ni enterada, al menos formalmente.
—La Marina es lo de menos: ellos jamás van a contarle nada al presidente. Son capaces de cubrir a Morales, más bien. El problema es la Aviación. Si se entera Gilardi, se entera también Velasco.
—Ya hablé con Podestá. Le tuve que inventar una excusa, le pregunté por el cumpleaños de Gilardi, que es pasado mañana. Lo mismo que el resto: no sabe nada.
—¿Y Vargas Prieto?
—Ese está en su casa de Chosica, mirando los cerros.
—De todas maneras hay que estar atentos.
--¿Te imaginas qué pasaría si se entera Meza Cuadra? -finalizó Rodríguez, pálido.
En Lima, el general Rudecindo Zavaleta que era jefe del Servicio de Inteligencia Nacional y había sido jefe del Sinamos, llegó a Palacio esa madrugada del 29 de agosto, como todos los días, con su informe bajo el brazo. No sabía que el golpe se había producido y ya había un nuevo gobierno.
Los conjurados emitieron un pronunciamiento afirmando que trataban de eliminar los personalismos y las desviaciones del proceso. Mencionaban por primera vez a las fuerzas policiales del Perú que se habían levantado en febrero de ese año. Era una reivindicación para los policías se habían sublevado contra Velasco el 5 de febrero y un saludo indirecto al Apra.
Los peruanos que deseamos una patria libre en la que se reali­cen tanto los individuos como las personas, así como la sociedad peruana en pleno, nos pronunciamos revolucionariamente para evitar los personalismos y desviaciones que nuestro gobierno viene sufriendo...
Velasco se reunió con algunos miembros de su gabinete y pidió que el pueblo apoye la continuidad del proceso. Se retiró de Palacio de Go­bierno a su casa de Chaclacayo junto a su esposa y médico personal.
Al alejarme de la conducción del proceso revolucionario...lo hago con la íntima satisfacción de haber cumplido haber sen­tado las bases para un nuevo Perú... pido a todos los hombres y mujeres del Perú, con uniforme o sin él, mantenerse unidos y dar todo el apoyo que requiere la continuidad del proceso revo­lucionario.
El 30 de agosto Morales llegó a Lima con algunos ministros de Estado. La Junta Revolucionaria lo designó presidente. Prestó jura­mento ante el general Oscar Vargas Prieto, comandante general del Ejército.
En el gabinete que fue presidido por Vargas Prieto, una parte de los ministros de Velasco continuaron con sus carteras anteriores. Pero Pedro Sala Orozco, Javier Tantaleán, y Aníbal Meza Cuadra se ne­garon a participar. El ministro de Aeronáutica Rolando Gilardi pasó al retiro. El núcleo velasquista se retiraba. Carlos Delgado, asesor de Velasco, renunció. Lo mismo hizo Augusto Zimermann, secretario de prensa de la presidencia. Fueron los únicos leales.
La izquierda próxima al proceso pensó que ahora sí venía el socialismo y se dejó engañar por los primeros discursos que hablaban de “profundizar” la revolución. La presencia de Leónidas Rodríguez y Fernández Maldonado contribuía a la confusión. Se decía que Mora­les había prometido en Cuba, entre lágrimas, llevar el Perú al socia­lismo. Todos felices. Después vinieron las aclaraciones.
Nuestro Director Editor Guillermo Vásquez Cuentas
rememorando viejos tiempos con Héctor Béjar

En los medios de izquierda, se creía que Morales profundizaría la revolución. Era el único de los militares que había hablado de socialismo. Había un clima de entusiasmo entre los civiles que habían criticado al Sinamos como una organización burocrática fascista y que sospechaban que, detrás de la tesis antipartido, se es­condía una posición anticomunista.
Los hechos parecían apoyar esta visión. Tantaleán y Sala, miembros de la “Misión”, eran las bestias negras de la gente de izquierda. Carlos Delgado era señalado como aprista y macartista. Fernández Maldonado y Leónidas eran los ídolos, socialistas y próximos a la re­volución cubana. El primer gabinete del nuevo gobierno era de “iz­quierda”…Todos los coroneles del golpe del 68, discípulos de Velasco, llegaban al fin al poder político.
Contrariamente a lo esperado, el gobierno de Morales actuó en va­rias líneas simultáneas: paralización de las nacionalizaciones y las medidas revolucionarias; enfrentamiento de la crisis económica me­diante las tradicionales medidas de ajuste exigidas por el FMI, con las que no logró superarla; rápida eliminación de la izquierda militar; apertura a la tradicional derecha empresarial y política; dura repre­sión del movimiento popular.
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1. MORALES BERMÚDEZ Francisco: MI ULTIMA PALABRA. Ediciones B LIMA. Penguin Random House Grupo Editorial S.A. 2018, pag.19
2. Diálogo tomado de: Contrahistoria del Perú. https://www.facebook.com/KausachumVe lasquista. Capítulo sobre Velasco./ Si Velasco hubiese evitado el golpe de Morales Bermúdez. 17 de julio 2015.

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