EL PROCESO DE LA
ELECCIÓN DEL
PAPA*
El Papa ha fallecido y se ha convocado un cónclave. La Capilla Sixtina que luce
frescos pintados por Miguel Ángel, es el recinto en el que debe elegirse un
nuevo Pontífice. Allí los llamados a tan alta misión escucharán el sermón que
les recordará su obligación suprema de darle a la Iglesia a su hijo más apto
para que la dirija y la guíe.
En el mismo momento en el que muere un Pontífice, se inicia
un periodo provisional que se denomina Sede
Vacante. A lo largo de este tiempo, la curia romana se rige
estrictamente por el principio de «nihil innovatur», o lo que es lo
mismo, «no innovar en nada». Aunque el gobierno de la Iglesia queda en manos
del Colegio de los Cardenales, éste
sólo puede tomar decisiones de rutina y de mero trámite.
Pasados quince días de la muerte del Papa, los cardenales
deben constituirse en cónclave para proceder a elegir al nuevo Vicario de
Cristo.
La palabra «cónclave»
proviene del latín cum clavis,
o lo que es lo mismo, “con clave” o
«con llave». Este nombre se debe a
que la reunión que elige al nuevo Papa siempre se ha celebrado a puerta cenada,
para evitar que los participantes puedan tener algún tipo de contacto con el
mundo exterior.
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Capilla Sixtina |
En nuestra realidad contemporánea, el cónclave no es sólo la elección de un Papa, sino mucho más. Es una pugna por el poder supremo de la Iglesia, de manera que los allí congregados, en función de las distintas corrientes doctrinales o ideológicas, deben esforzarse por ganar adeptos a su precandidato y establecer las alianzas precisas para que al final éste sea el escogido. A menudo ninguna facción alcanza la mayoría necesaria y es preciso llegar a un acuerdo para escoger uno que sea producto de transacciones mutuas.
El camarlengo pontificio
es el funcionario al servicio del Papa anterior que debe
ocuparse del protocolo en la elección del nuevo Pontífice. En realidad el
camarlengo no es sino una especie de mayordomo, Es él quien se ocupa de citar
a los purpurados de todo el mundo, confirmar su asistencia, recibirlos en la
Santa Sede y controlar que todo esté preparado para el día del cónclave fijado.
En el caso de la muy próxima elección del sucesor del Papa Francisco, se ha
fijado el inicio del cónclave para el próximo 7 de mayo con la asistencia de un total de
133 cardenales.
La palabra camarlengo procede del latín «cameraríus» (de la cámara), en
referencia al lugar donde se guardaba un tesoro. Trasladado al mundo monástico,
el camarlengo era el monje que se encargaba de la administración de los bienes
de la congregación, o sea una especie de tesorero. Y así llegamos hasta el
camarlengo de la Santa Sede romana, que al principio administraba las
posesiones y las rentas del Vaticano. Pero a principios del siglo XIX el papa
Pío VII restringió en gran parte su autoridad.
Actualmente, además de las funciones propias de su
cargo, el camarlengo se ocupa de la verificación oficial de la muerte del Papa
y de colaborar con el Gran Elector en el desarrollo del cónclave.
Si el papel del camarlengo ya es de por sí complejo,
no lo es menos el que tiene que desarrollar el llamado Gran Elector. Dentro del secretísimo cónclave, quien organiza las
votaciones y controla que todo el proceso se realice según lo marcado por el
protocolo es el Gran Elector, también conocido como el Maestro de Ceremonias.
En este punto, es preciso aclarar que los cardenales no siempre han tenido un papel tan preponderante en la elección de los papas. En realidad, ni las Escrituras ni la tradición apostólica indican cómo se debe proceder para escoger un nuevo Sumo Pontífice. De hecho, se supone que los primeros papas escogieron más o menos a dedo a sus sucesores. Más tarde sería el obispo de Roma el llamado a ocupar ese alto puesto. En 1059, el papa Nicolás II decidió que el conjunto de los cardenales debían elegir a su sucesor y a los sucesivos Pontífices que vendrían después. En 1179 el Concilio de Letrán estableció que eran necesarias dos terceras partes de los votos para ungir a un candidato, norma que aún hoy sigue vigente. El primer cónclave formal, bajo estrictas reglas de encierro, se celebró en 1271 tras la muerte de Clemente IV, ocasión en la que “la Iglesia estuvo en sede vacante durante casi tres años. Cansados de esta situación, los ciudadanos de la localidad italiana de Viterbo, encerraron a los cardenales (enfrentados entre ellos) y les racionaron la comida para forzarles a elegir a un Papa. El Papa Juan Pablo II promulgó en febrero de 1996 el documento «Sobre la vacante de la Sede Apostólica y la elección del Romano Pontífice», un escrito en el que precisa cómo debe realizarse la elección de quien le sucederá en el cargo.
En ese documento apostólico Juan Pablo II da incluso
indicaciones concretas sobre cómo se debe escribir y doblar la hoja de papel en
la que cada cardenal anotará el nombre de su favorito. Es evidente que la
mayoría de apreciaciones y acotaciones se basan en la normativa que ha imperado
tradicionalmente. Para la elección del sucesor del Papa Francisco no habrá
grandes cambios; el proceso será prácticamente idéntico a los anteriores,
salvo algunos matices.
El actual camarlengo, el cardenal Kevin Joseph Farrell, un cardenal y obispo católico
irlandés-estadounidense, quien tras la muerte del Papa Francisco, es también el
Jefe de Estado en funciones de la Ciudad del Vaticano.
De acuerdo a las normas y costumbres establecidas, el
camarlengo además de encargarse de declarar la muerte del Papa es responsable
de destruir inmediatamente el sello personal y el famoso Anillo del Pescador
para evitar que se falsifiquen documentos; sellar las habitaciones papales;
cumplir con anunciar al decano del Colegio de Cardenales la muerte del Sumo
Pontífice solicitándole la convocatoria a cónclave.
El cardenal italiano Giovanni Battista
Re decano del Colegio Cardenalicio debe ser el Gran Elector presidente
del cónclave, pero debido a su avanzada edad, será sustituido por el cardenal
Pietro Parolin.
Los cardenales efectuarán la elección del Papa a
puerta cerrada en la Capilla Sixtina, jurando guardar silencio «absoluto y
perpetuo». Las penas eclesiásticas por violar estos juramentos son tan severas
que pueden incluir la excomunión.
El día elegido para proceder al conclave y elegir al
nuevo Papa, los cardenales se reunirán en la imponente basílica de San Pedro
para celebrar una misa votiva llamada «Pro
eligendo Papa» e irán en solemne procesión a la Capilla Sixtina.
Para
elegir a un nuevo Papa se necesita una mayoría de dos tercios. Cada cardenal
emite su voto en una papeleta que dice, en latín: “Elijo como Sumo Pontífice a”
y añade el nombre del candidato elegido.
Si las votaciones no alcanzan a reflejar la mayoría
necesaria, los electores deberán pasar las noches que sean necesarias dentro
del Vaticano, en la Domas Sanctae Marthae, una residencia inaugurada en
1996 y dedicada habitualmente a alojar personal de la curia. Eliminada por Juan
Pablo II la posibilidad de elección por aclamación, el voto será absolutamente
secreto, sin que se pueda comentar con el resto de cardenales.
La tradición marca que, tras cada votación, los
electores informen a los fieles congregados en la plaza del resultado de la
misma. Para ello se emplea desde hace siglos el mismo sistema: una columna de
humo o fumata, que asciende por una de las chimeneas. Si los votos aún
no han consagrado un ganador, se quema paja seca con determinados agregados
químicos para que el humo salga negro. Pero si la votación que haya designado
un nuevo Papa, se quema paja húmeda con la aplicación de elementos químicos
para producir la famosa «fumata bianca», que la multitud celebra con
devoto entusiasmo. Es el aviso de ¡Habemus papam!.
Una vez conocido, consensuado y difundido el
resultado, se quemarán todas y cada una de las papeletas en las que los
cardenales han escrito el nombre de su favorito.
El cardenal decano debe dirigirse a quien está
llamado a ser el nuevo Sumo Pontífice y preguntarle si acepta su elección. Si
lo hace, debe informar al cónclave del nombre con el que quiere pasar a la
historia como Papa. Tras esto, los cardenales procederán a rendirle homenaje;
luego el primero de los cardenales diáconos, el cardenal protodiácono,
anunciará Urbi et Orbi la buena nueva desde el balcón de la basílica
Vaticana, utilizando la fórmula tradicional. <+>
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* Condensado por PUNO CULTURA Y DESARROLLO de: Rene Chandelle MAS ALLA
DE ANGELES Y DEMONIOS. COPE.es/religión hoy
dia. INFOBAE.com. BBC.com
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