LECTURAS INTERESANTES Nº 829
LIMA
PERU 8 JUNIO
2018
VIZCARRA NO ES EL UNICO DÉBIL
César Hildebrandt
Tomado de “HILDEBRANDT EN SUS TRECE”
N° 400, 8JUN18 p. 8
D
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ecir que este gobierno es débil es como decir que
las moscas vuelan.
Su debilidad es intrínseca. Le viene de raíz. Es su
ADN. Es lo que quedó del banquete interrumpido de Pedro Pablo Kuczynski. Hay
algo de miga en el mantel y servilleta usada en todo esto.
Pero esta afirmación redundante nos lleva a una
pregunta clave: ¿a qué llamamos un gobierno débil?
¿Un gobierno es débil cuando, en nombre de la
prudencia y la convivencia pacífica, le cede al Congreso, capturado por la
oposición, el dominio de la agenda? ¿Es débil cuando retrocede ante los tumultos
y protestas? ¿O lo es cuando se deja intimidar por lo que dice la CONFIEP y
repite “El Comercio” y su segundilla aún más miserable?
La primera respuesta que se nos ocurre es que un
gobierno fuerte es aquel que tiene un norte que va más allá de los intereses
partidarios y de clan. Un gobierno fuerte tiene metas nítidas y de largo plazo.
Un gobierno fuerte se debe al país, a los intereses nacionales, al mandato de
la justicia. Un gobierno fuerte lo es porque sus miras altas le impiden
distracciones diminutas. Un gobierno es fuerte porque sueña en grande y piensa
en la posteridad. Un gobierno fuerte no se desliza por inercia en la ruta de
todos sino que señala caminos nuevos y apetece un lugar en la historia.
Vizcarra es débil. Pero débiles han sido todos sus
predecesores. Todos ellos aceptaron las sobras del liberalismo chusco impuesto
en los años 90 y confirmaron al Perú como un satélite de la deriva internacional.
Vizcarra es débil. Pero no sólo Vizcarra. El Perú es
débil. Somos débiles. Por eso no tenemos política internacional propia. Por
eso padecemos instituciones anémicas.
Por eso nuestros partidos políticos importantes
están en trance de extinción. Por esa debilidad es que la corrupción nos está
ganando la batalla.
Y no se trata de debilidad sólo en el sector público.
En el sector privado abundan los sinvergüenzas, los coimeros y los
saltapericos. El grupo de prensa más importante del país -el del diario “El
Comercio”- es una impúdica demostración de cómo puede el periodismo llegar a
parecerse a un lupanar. “El Comercio” murió hace varias décadas. Lo que hoy se
asoma como marca usurpadora es una conjunción de voracidades que tienen que ver
con la gran minería, la ortodoxia conservadora y la demonización de todo
aquello que no sea aceptado por las élites industriales y bancarias. El
nombramiento como directora de “Perú 21” de una soplona mal informada, vocera
directa de la inversión minera, es toda una expresión de esa decadencia.
¿Y la televisión? Bueno, todos sabemos a qué huele
la descomposición orgánica.
La debilidad lo cubre todo. Nuestra “academia” está
llena de viudas y huérfanos y ha llegado a ser una mafia tragicómica que se
reserva mutuos reconocimientos y donde cualquier grafómano con buenos contactos
resulta “consagrado”. Somos de los países que menos invierte en investigación y
nuevas tecnologías. Y el que menos hace, en toda la región, por el medio ambiente.
EL OTORNGO 8JUN18 |
El Perú es un país débil. Nos faltó entereza siempre
y nos falta coraje hoy para aceptarlo.
Vizcarra no es un forastero. Es un intérprete
criollo de nuestra debilidad.
Si hay alguna fortaleza en el Perú, esa está en el interior,
entre los sobrevivientes, entre los que siempre recibieron la tajada más chica
de la torta. Lima es un pudridero de conciencias. El antídoto sigue siendo el
Perú subterráneo, el viejo Perú que Mariátegui intentó descifrar, que Haya
previo, que Quijano definió como el lado de los derrotados que un día, tarde o
temprano, buscarían su redención. Con ellos debería unirse Vizcarra. Y junto a
ellos debería enfrentarse a quienes lo quieren ver hecho sombra de los que
cortan el jamón. Piénselo, Martín, piénselo antes de que la brevedad sea su
designio. ▒
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