LOS K’USILLUS
Escribe: Juan Sosa León
Tomado de JULI ETERNO
S |
i a un juleño le preguntas ¿A qué santo se le
rinde culto el 14 de septiembre? Estoy seguro que lo primero que se hará
presente en su memoria serán los K’usillus. Alguien me dijo que no hay juleño
que no se hubiera disfrazado y bailado de K´usillu, caso contrario, dejaría de
ser juleño.
Sería una impertinencia querer describir su
indumentaria y los objetos que porta. Sin embargo, el k’usillu juleño difiere
de cabo a rabo con los de otras latitudes (Bolivia y Acora). Mientras aquellos
visten abrigos y pantalones anchos, el juleño, lleva una levita o frak de jerga
tejida en telares caseros y trusa blanca, lo cual los hace más agiles y
vivaces, como un verdadero mono.
La palabra K’usillu es un vocablo aimara que
significa “mono”. Personaje típico en varias danzas, vivaracho, fanfarrón y
mentiroso. Dicen que, en sus caretas, sobre todo la nariz y los cachos, le
ponen alfileres, por si alguien intenta quitarle la máscara para reconocerlo.
Los K’usillus se desplazan en grupos, haciendo
monadas, bailando a los acordes del charango que uno de ellos pulsa. Cortejan a
las señoritas hasta hacerlas sonrojar. Al mismo tiempo hablan en aimara
fingiendo una voz muy aguda: –¿Khititsa? (¡Quién soy?) huy, huy, huy.
En efecto, no se les podía reconocer, cuentan que
solo un amiguito era fácil de reconocer, pues al momento de hacer sonar su
chicote lo hacía con la mano izquierda. Mi compañero de trabajo, un señor de
unos 45 o 70 años de edad, me contó que, en una oportunidad, un grupo de
nuestros personajes motivo de esta narración, ingresaron al templo San Pedro y
al salir encontraron una manada de 12 a 15 llamas. Uno de ellos, se atrevió a
montar a uno de estos camélidos, el animal, dio un salto que hizo volar por los
aires al atrevido que quería realizar sus monadas en el lomo de la bestia. El
improvisado jinete, no se levantó. Sus compañeros, siempre en son de broma
decían:
– Huy, huy, huy Jiwatawa huy, huy, huy jiwatawa (está muerto, esta muerto) Lo levantaron entre cuatro, cada uno jalaba una extremidad, lo llevaron hasta la pileta de la plaza con el fin de reanimarlo. Al llegar al lugar, hacían el ademan de echarle agua, cuando quisieron que se incorporara le decían: – ¡Sartum! (levántate) –pero el susodicho no se levantaba y pensaron que seguía fingiendo el desmayo. Y seguían la monada, bailando y haciendo piruetas alrededor del compañero.
Pintor puneño Max Castillo confraterniza con k'usillos
La gente que observaba la pantomima reía de buena
gana. Sin embargo, al momento de querer desplazarse por las calles, se dieron
cuenta que el desmayado estaba más tieso que un palo de eucalipto, es decir,
estaba ya bien muerto hace rato. En un segundo pasaron de la risa al llanto, no
obstante, algunos curiosos seguían riendo, pues pensaban que la escena final,
era también producto de las travesuras de los K’usillus.
Al día siguiente, todos tuvieron que desfilar por
la policía. Desprovistos de sus caretas y su anonimato, esclarecieron a la
autoridad su presunta participación en un delito, pues para la ley no hay
K’usillu ni huy, huy, huy que los ampare. También me contaron que muchas
damitas se disfrazaban de K’usillus, demostrando la paridad de género. Yo era
incrédulo al respecto, hasta que una señora que tenía su tienda me contó que
muy sigilosamente se le acercó un K’usillu y al oído le dijo:
– Señora, por favor, facilíteme su baño para hacer
mis necesidades, soy fulanita de tal y no puedo hacerlo como los demás, en la
calle. Después de muchos años estuve de pasada por Juli en la fecha indicada.
El dueño del carro, nos sugirió que observáramos
unos 10 minutos la fiesta, todos accedimos, subimos a la tolva del vehículo y
observamos un tumulto de personas que avanzaban tras de un niño de 4 o 5 años
de edad. Con su lujosa indumentaria de K’usillu, hacia las delicias de los
espectadores. Con su chicote dibujaba hermosas figuras en el piso y bailaba
saltando sobre las figuras que diseñaba en la vereda. Posteriormente me entere
que el niño, era el nieto de mi amigo más entrañable de Juli. Para terminar
esta narración, contaré lo que un amigo bromista que estudió en el colegio de
Juli y que seguro bailó con sus compañeros, expresó en su lengua aimara, no con
el fin de ofender, solo para hacer reír a las personas con que conversábamos en
un grupo de amigos:
–“Juliñunakax
K’usillut Isthapisisax imillanakar arkanaqasinxa, imillanakan Ch’inap
mukhisipki” (los juleños vistiéndose de k’usillus persiguen a las chicas y
están oliéndoles el trasero).
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