INDIOS “CONQUISTADORES”
Los
españoles no conquistaron a NADIE,
solo hay
que imaginarlos peleando en la altura,
recién
llegaditos, les da el mareo.
Simplemente
se quedaron con todo después que
NOS
VENCIMOS ENTRE NOSOTROS
.
El encuentro entre los europeos y los pueblos americanos en
el siglo XVI es un tema muy complejo de entender y hasta ha sido politizado con
el pasar de los años. La alianza político-militar entre las Antiguas Naciones y
las Empresas de Conquista resulta un tema desconocido o difícil de asimilar
para muchos, hasta el punto de que es inaudito aceptar a indígenas como
Conquistadores y Pacificadores.
Contrario al pensamiento popular, los nativos de América no
eran ajenos a la guerra, diplomacia, alianzas estratégicas, así como tampoco
eran un solo pueblo. La gran mayoría de estas sociedades consideraban a la
guerra como un mecanismo de supervivencia, de prosperidad a nivel comunitario y
también a nivel individual, los curacas y comandantes indígenas encontraban el
camino al ascenso social, económico y político a través de los logros en el
campo de batalla.
Cañari |
Con la incursión de los exploradores españoles muchas
sociedades del norte vieron una oportunidad para librarse del yugo del pueblo
hegemónico en la región, y decidieron participar en la conquista del
Tahuantinsuyo a cambio de la promesa de libertad, riquezas y autonomía
política.
La ayuda de estos pueblos no solo se limitó a proveer
suministros, guías, traductores, sirvientes y cargadores, sino que también
cumplieron funciones militares, es decir que combatieron contra las tropas
incaicas, y es menester aclarar que fueron el grueso de las tropas
conquistadoras.
Así mismo cumplieron roles de mando, como el caso del Curaca
de Latacunga que lideró tropas de españoles e indígenas en la conquista del
Napo (Ecuador).
En los enfrentamientos contra las tropas incaicas los
“indios conquistadores” se revelaron como unos magníficos soldados, que a
diferencia de los españoles se lanzaban sin temor alguno a la batalla
realizando incluso temerarias cargas frontales contra las líneas enemigas, su
habilidad natural para la guerra se convirtió en una pesadilla para la
existencia del mismo Tahuantinsuyo, la cual terminó de sucumbir ante la alianza
en 1572.
Referencias:
.-
Cronistas indios y mestizos.- Francisco Carrillo (1991).
.- Incas
e indios cristianos: Elites indígenas e identidades cristianas en los Andes
coloniales, Jean-Jacques Decoster (2002)
.- La
guerra de reconquista inka: historia épica de como los incas lucharon en
defensa de la soberanía del Perú o Tawantinsuyo entre 1536 y 1572, Edmundo
Guillén Guillén (1994).
.-
Cacicazgos y nobiliario indígena de la Nueva España, Guillermo S. Fernández de
Recas (1961).
.-
Boletín del Archivo General de la Nación de México, AGN (1935).
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INDIGENAS
AMERICANOS ALIADOS DE LOS INVASORES EUROPEOS
https://laamericaespanyola.wordpress.com/2017/05/29/aliados-americanos/
Fueron numerosos los aliados americanos que
apoyaron a los españoles en el Nuevo Mundo. Sin ellos, «la conquista» no se
hubiera producido, dado su escaso número (y no solamente al principio), por lo
que muy probablemente la historia habría sido otra. También se podría haber
contado la historia de la conquista de América como la liberación de los
pueblos americanos más débiles, sometidos por los mas fuertes. Pero esa también
sería otra historia.
El mismísimo Cristóbal Colón, que llegó a las
nuevas tierras allá por finales del siglo XV tenía clarísima la consigna de que
había que entablar contacto con los nativos de forma amistosa, saludarles,
darles regalos y preguntarles por las rutas y productos existentes. Es lógico
que cuando se llega a un lugar sin saber nada o muy poco sobre el mismo tu mejor
guía, asesor y ayudante vaya a ser el que sí lo conoce.
En las islas del
Caribe
Ya en ellas comenzaron muy pronto las alianzas. En la
mayoría de ellas siempre hubo tribus que se aliaron con los españoles como
la del cacique Guacanagarix en la isla de La Española y Agüeybaná y Caguax en
la isla de San Juan Bautista (Puerto Rico).
De los cinco caciques de la isla de La Española, cuatro
se rebelaron contra los españoles: Caonabo, Guarionex, Behechio y Cayacoa. La
excepción fue Guacanagarix, cacique del territorio de
Marien, donde Colón desembarcó la primera vez y con el que mantuvo siempre su
alianza.
El cacique Agüeybaná recibió a Juan
Ponce de León amablemente cuando éste desembarcó en 1508 con la intención de
asentarse en la isla, recibimiento que imitaron otros muchos caciques.
Luego, Agüeybaná auxilió a Ponce de León en sus exploraciones.
Los sucesivos intercambios entre ambos jefes reflejaban una alianza pacífica
entre los habitantes de la isla y los españoles. Agüeybaná, según
las costumbres taínas, se convirtió en guaitiao de los recién
llegados, es decir, aliado o amigo de los extranjeros.
Azteca |
Los pueblos sojuzgados por el Imperio Mexica no
dudaron en apoyar a Hernán Cortés para quitarse el yugo al que estaban
sometidos. Totonocas y Tlaxcaltecas fueron
decisivos en las batallas sobre la capital del Imperio, Tenochtitlan.
El cacique gordo de Cempoala (totonaca), ofreció su
sobrina a Cortés como medio para ratificar la alianza política establecida.
Los pueblos xochimilcos, otomíes, huejotzingos, cholusenses, chinantecos
y chalqueños, se sumaron a Tlaxcaltecas y españoles.
Antes de emprender el definitivo ataque contra Tenochtitlan,
Cortés habló a su ejército y a sus aliados en Texcuco:
» ...Ninguno de vosotros blasfemará del nombre de Dios ni
de la Virgen María. Nadie armará pendencias con sus compañeros, ni pondrá mano
a su espada para ofenderles. Ninguno hará violencia a mujeres, bajo
pena de la vida. Nadie quitará la propiedad a su prójimo. Nadie
castigará a indio alguno salvo que sea su esclavo. Nadie se entregará al
pillaje de casa particular, a menos que el general lo disponga. Ningún
español tratará mal a los aliados americanos, antes al contrario, hará cuanto
posible sea para mantenerse con ellos en buena armonía».
En el territorio de Nuevo León, la ayuda por parte de
los Tlaxcaltecas fue notable. Desde su alianza con Hernán
Cortés se habían convertido en eficaces colaboradores de los españoles.
El virrey Luis de Velasco firmó capitulación con la República de Tlaxcala (14
de marzo de 1591) para que cuatrocientas familias pasaran al norte,
concediéndoles iguales privilegios que a los españoles, tales como
recibir mercedes de tierras, usar armas, anteponer a sus nombres el tratamiento
de don, montar a caballo, etc. Con estas familias fue sistemáticamente
establecida una cadena de pueblos: Mezquitic, Venegas, Venado, San Luis Potosí,
Guadalcázar y Santa María. En ese mismo año de 1591 fundaron, en los aledaños
de Saltillo, el pueblo de San Esteban.
Pedro de Alvarado, uno de los capitanes de Cortés,
que había partido en 1524 hacia el sur a la conquista de Guatemala, llevó
en su ejército Tlaxcaltecas y otros mesoamericanos. Una vez
en territorio guatemalteco se alió con los Cakchiqueles, uno
de los pueblos mayas indígenas de las tierras altas del medio oeste de Guatemala.
Con su alianza derrotaron a los Quichés, los zutuhiles y
los pipiles y conquistaron la ciudad de Iximché.
La primera capital española de Guatemala, Tecpán
Guatemala, fue fundada cerca de Iximché el 25 de julio de
1524. Posteriormente también los Quichés se unirían a los
españoles.
Antes de la guerra civil entre Huáscar y su hermano
Atahualpa, los pueblos Huancas, Cañaris y Chachapoyas vivían sometidos
al Inca.
Durante dicha guerra civil, los Cañaris tomaron partido
por Huáscar. Atahualpa había conseguido el apoyo de la
confederación norteña (Caranquis-Quitus-Puruhaes), y bajó a Tomebamba para
pactar una alianza con los Cañaris. Sin embargo estos ya habían
tomado partido por Huáscar, por lo que acabaron con la guardia de Atahualpa y a
él mismo lo apresaron.
Atahualpa consiguió escapar y volver a Quito, donde después
de reunir a sus ejércitos, regresó a Tomebamba, e hizo una masacre
generalizada de todos los Cañaris, destruyendo su ciudad.
Casi desde la misma llegada de los españoles a Tumbes, algunos
curacas tallanes no dudaron en apoyarles y en el viaje de
Pizarro hacia Cajamarca, tanto ellos como los chimú les
advirtieron de que se cuidasen de Atahualpa.
Derrotado y hecho prisionero Huáscar por el ejército de
Atahualpa, tanto sus seguidores como sus aliados, decidieron unirse a Pizarro al que le aportaron apoyo
logístico y militar para derrotar a los incas rivales.
Después de que Francisco
Pizarro capturase a Atahualpa en Cajamarca, los Cañaris fueron
a entrevistarse con el jefe español. Su odio contra Atahualpa era tan fuerte
que serían el primer grupo étnico del Imperio Inca en formar alianza con los
recién llegados. Poco tiempo después de que se unieran los Cañaris,
Pizarro recibiría también el apoyo de los Chachapoyas, de
los Huancas y del huascarista Manco Inca.
Con todos ellos partió hacia la conquista del Cuzco. Durante
el dominio español, los Cañaris lo aceptaron y se convirtieron
a la religión cristiana, guerreando durante años contra los Incas rebeldes de
Vilcabamba. Finalmente Cañaris y españoles derrotaron a los
Incas en la Batalla de Sacsayhuamán.
Los Cañaris también se unieron a las
huestes de Sebastián de Benalcázar en su conquista del reino
de Quito. En la «Relación» de Tomebamba (localidad al norte del imperio
inca), se afirma que tanto la presencia de Benalcázar en estas
tierras (primer español que lo hizo), como la posterior de Almagro,
fue motivada por el llamamiento que a ambos hicieran los principales
caciques Cañaris.
Huancas |
Como consecuencia de la enemistad de los Chachapoyas con
sus vecinos, la alianza con los españoles fue aún más firme. Cieza de León dice
que cuando Alvarado llegó en compañía de sus hombres, trece en total, a
Cochabamba: «… fueron bien recibidos de los naturales, porque de toda
la comarca los vinieron por los ver mostrándose como amigos…». Cieza
menciona un ejército de tres mil guerreros indígenas confederados con Alvarado
para someter a los grupos indígenas de la región oriental de Chillao (en el
centro del alto Marañón), que se habían mostrado hostiles a los españoles y
destaca la gestión decisiva de un principal de los aliados, llamado Guamán,
que logró avenir las voluntades de los belicosos defensores de Chillao.
La política de establecer alianzas con los indígenas fue una
estrategia que Alonso de Alvarado cultivó con una prudencia
que Cieza de León, tan crítico con la conducta de algunos conquistadores,
reconoce sin reservas. De la firmeza de esas alianzas y de la lealtad de los
indígenas que las suscribieron, da fe una relación escrita por un indio
«ladino», natural de Cochabamba, hijo de un cacique principal, que amplía la
información de Cieza sobre el Guamán «embajador»
de Alonso de Alvarado. A cambio el indio hace una petición de
mercedes a la Corona como recompensa por su larga colaboración en las campañas
de la conquista del Perú.
Los Huancas por su parte celebraron la
venida de los españoles (esperaban librarse de la esclavitud de Atahualpa)
y los consideraban sus salvadores, por lo que se unieron a ellos. El
9º Inca Pachacuti les había infligido un enorme castigo por
haberse sublevado contra su imperio. Mandó cortar las dos manos a los hombres y
la mano derecha a las mujeres. Desde entonces habían estado sometidos al estado
Inca.
Abastecieron y equiparon a sus nuevos aliados con ganados,
comida y ropa. Y en su momento, a la hora de enfrentar la última resistencia
militar de las huestes que permanecían leales a Atahualpa, españoles y Huancas decidieron
jugarse el «todo por el todo”. Más tarde, con miles de guerreros, contribuirían
a combatir la resistencia de Manco Inca.
Fueron
reconocidos por la Corona de España por su ayuda en la lucha contra los
incas. Felipe II les otorgó un blasón en señal de la unión entre ambas naciones.
Los curacas y la nobleza huanca recuperaron sus privilegios y el
gobierno español mediante Real Cédula prohibió el establecimiento de
latifundios en territorio huanca.
La enemistad de estos pueblos en general con las autoridades
incas había sido tradicional y, desde el inicio de la marcha sobre el
Cuzco, ya se ha dicho que acompañaron a los españoles. El cronista Sancho de la Hoz, secretario de Pizarro, nos ha dejado
importante información sobre estos pueblos, que colaboraron en el asentamiento
de los españoles en Xauxa, Perú: «… celebrando mucho su venida, porque con
ella pensaban que saldrían de la esclavitud en que los tenía aquella gente
extranjera (refiriéndose en este caso a los incas). El mismo
cronista nos informa también de que en Andahuaylas (al sur del actual Perú):
«…hubo gente procedente de comarcas vecinas que venían
huyendo de las tropas quiteñas que desde el Cuzco dominado por Quizquiz
actuaban en toda la región en una campaña devastadora; y desde luego ha sido
suficientemente resaltado el apoyo que Manco Inca brindó en un principio a los
españoles«
Cuando Hernando Pizarro lideró la defensa del Cusco contra
el asedio de Manco Inca, doscientos soldados españoles estaban apuntalados por
“más de treinta mil indios
auxiliares”, entre los que se contaban muchos Cañaris y Chachapoyas.
Poco más tarde, cuando los incas cercaron la ciudad de Lima,
colaboraron en el levantamiento del cerco los yungas de Lima
(Lurigancho, Surco, Chilca), los huaylas de los Andes
Centrales y nuevamente sus vecinos, los Huancas. También vecinos de
éstos, los yauyos, los tarmas y los chankas,
mostraron en otro momento su alianza con los españoles.
El historiador peruano Waldemar Espinoza Soriano, en la destrucción del
Imperio de los Incas, por su parte, centra casi toda su atención en el
papel descollante que, como aliados de los conquistadores españoles cumplieron los Huancas de
los ricos valles agrícolas de Jauja, Concepción y Huancayo, en los Andes
Centrales del Perú.
En otro momento de la historia, durante el proceso de
independencia del Perú, los ejércitos realistas tenían un numeroso componente
de indígenas. Eran descritos por sus superiores, como el general Pezuela, como
soldados dispuestos a hacerse matar en sus puestos. Lo curioso, es que después
de tres siglos de presencia española en esos territorios, la mayoría de esos
indios no hablaba la lengua de Cervantes; sus lenguas nativas, siendo el quechua y
el aymara las mayoritarias, estaban protegidas por las leyes
de la Corona, razón por la cual muchos mandos medios españoles aprendían sus
idiomas para darles instrucciones en batalla; no es de extrañar que hubiera tal
lealtad a España, que siempre fue muy respetuosa con las tradiciones y culturas
locales de sus súbditos.
En el Perú se conformó el regimiento de Nobles
Patricios del Cuzco, cuyo cuerpo de oficiales estaba compuesto por los descendientes de las 13 casas de sangre
Inca. Es decir, en plena guerra de independencia, los descendientes del
imperio Inca continuaban con el estatus de nobleza de sus ancestros dentro de
la estructura social española.
Los Guaraníes se aliaron con los españoles
para defenderse de sus grandes
enemigos, los guaykurúes de la vecina región de Chaco y de los ataques
de los portugueses. Cuando a
mediados del siglo XVI los primeros españoles llegaron a tierras de los Guaraníes en
el Paraguay, un gran número se aliaron con ellos. Los españoles se
integraron en la región utilizando el sistema tradicional de este pueblo, de
intercambio de bienes y mujeres. Muchos españoles tuvieron hijos con
mujeres guaraníes, y esos mestizos formaron una población criolla.
Así fue como el idioma guaraní se hizo general en zonas del nordeste argentino
y del Paraguay, país donde aún hoy gran parte de la población es bilingüe.
La mujer indígena, desde su rol de procreadora, se convirtió
en el primer nexo de unión entre Guaraníes y españoles, a la
vez que integraba en el incipiente orden hispánico a toda su parentela, que
enseguida les reconoció el estatus de tovayá o «cuñado».
A través del matrimonio de sus hijas, los Guaraníes sellaron
una alianza, que también incluyó a los mas ilustres de ambas naciones, como fue
el caso de las uniones de los capitanes Gonzalo de Mendoza con doña Isabel de
Irala y Pedro de Segura con doña Ginebra de Irala en los últimos años de su
gobierno.
No por ello dejó de haber abusos, por lo que La Corona
prohibió las rancherías en 1543, en
dos Reales Cédulas en las que se suspendían conquistas y descubrimientos en el
Río de la Plata: «…Por cuanto somos informados que en las nuestras Indias se
han hecho y hacen entradas rancherías […] y los naturales de ellas han recibido
y reciben daño y queriendo poner el remedio de ello […] mandamos que ninguno y
algunas personas de cualquier estado y condición que sean, sean osados a hacer
entradas, rancherías.»
A partir del siglo XVII, los sacerdotes
jesuitas instalaron varias misiones para aborígenes en el Paraguay,
el sur de Brasil y el nordeste argentino. Allí, muchos Guaraníes encontraron
protección contra los abusos. Las misiones constituyeron un importantísimo
freno a las aspiraciones expansionistas de los lusos, que liderados por
los bandeirantes se dedicaban a la caza de indios para venderlos como
esclavos en São Paulo y Río de Janeiro.
Tras varias incursiones lusas en 1641, una gran tropa
de bandeirantes paulistas fue vencida en la batalla de
Mbororé. Aunque volvieron a atacar en 1562 y en 1676 el Gobernador de
Paraguay consiguió detenerlos gracias a la participación de las milicias
jesuitas.
Estos frecuentes ataques de los bandeirantes obligaron a una
mayor militarización de las misiones. Las reducciones empezaron a fortificarse
y a formar milicias armadas con armas de fuego y entrenadas en tácticas de
guerra modernas, gracias al entrenamiento con veteranos de las guerras
europeas. De esta manera se constituyeron milicias permanentes a las que, a
cambio de participar en campañas convocadas por los Gobernadores de Asunción y
Buenos Aires, se les liberaba de la mita. Los Guaraníes aportaron
numerosos contingentes de tropas en las batallas por la Colonia de Sacramento
en los años 1680, 1704 y 1735 con hasta 4.000 guerreros en cada ocasión.
Desde los primeros tiempos de la conquista de América, la
corona española otorgó a los indios o naturales americanos, el mismo estatus
jurídico de hombres libres, equiparándolos a los vasallos peninsulares. Esta era la condición que tenían
los Guaraníes en el Virreinato del Perú.
En Norteamérica
En La Florida, los Timucuas y los
Apalachees fueron aliados de los españoles ante los ataques de los
ingleses y los Creek, que se recrudecieron a partir de 1700 desde Carolina
del Sur. En 1793 los pocos centenares que quedaban, se marcharon con los
españoles cuando estos abandonaron Florida, y unos pocos restantes se unieron a
los seminolas.
Los Yamasee que contactaron con los blancos
por primera vez en 1521, con la expedición de Ponce de León, no estuvieron
libres de su influencia hasta el siglo XVII, cuando decidieron ir hacia San
Agustín, Florida, y ahí se vieron involucrados en las guerras entre españoles e
ingleses para dominar la región. Aunque inicialmente ayudaron a los
españoles, finalmente en 1687 se rebelaron contra ellos al permitir que los
ingleses expulsaran a los españoles de las Carolinas, a cambio de un
asentamiento en la zona, cuyo nombre no quedó registrado. Al firmarse el
Tratado de París de 1763, por el que se cedía a Inglaterra el territorio
conocido como Florida, los Yamasee establecidos en él se
trasladaron a Cuba con los españoles.
En la frontera
colombo-venezolana
Los indios Guajiros históricamente han
ocupado una buena parte del territorio. En sus dominios, fueron una total
maldición para las tropas independentistas. Muchos de los refuerzos de los
ingleses, entraron por esa zona al país y en los anales de la historia militar
británica hay volúmenes enteros que hablan de la feroz resistencia de esos
nativos a los que llamaban bárbaros, pero que los reconocían como valientes y
decididos por la causa del rey de España.
En Venezuela todavía resuena la feroz lucha de los indios Caquetios de Coro, que fueron más realistas y españoles que numerosos criollos blancos. Estos indios fueron leales a España desde la conquista, habían rechazado a los piratas ingleses y franceses durante los siglos XVI y XVII y cuando llegó la guerra de la independencia, combatieron sin descanso a las tropas de Francisco Miranda. Sus últimos reductos fueron finalmente derrotados en 1823. Su lealtad fue castigada con sangre, ya que de los más de 8.000 indios Caquetios que habitaban la localidad antes de la guerra, poco menos de 1.800 sobrevivieron al conflicto.
Arauco |
En 1817 media docena de caciques y otros tantos nobles
ofrecieron al rey todos sus medios para la lucha. Los jinetes Araucanos eran
sumamente habilidosos y respetados por los españoles, siempre combatieron con
sus ropajes tradicionales, como lo hicieran los pueblos nativos europeos junto
a los romanos. A todos sus nobles se les daban posiciones de oficiales en el
ejército y vestían con el decoro propio de Europa.
Por su parte los Pehuenches combatieron a
muerte en todo el territorio continental chileno y en la Patagonia argentina
contra las fuerzas independentistas. Su lucha fue tan extensa que no fueron
derrotados hasta el año de 1832, tiempo para el cual, las batallas por la
independencia como las de Ayacucho, Pichincha y Junín eran historia casi
olvidada. En el cono sur también los españoles contaron con el apoyo de
los lafkenches, wenteches, boroganos, reches y
en general todo el mundo Mapuche.
Baste traer un párrafo admirable de Carlos Arturo
Calderón Muñoz en sus «Cartas desde Colombia: Los indios del
Rey»:
«Desde San Bonifacio de Ibagué, Colombia, el mestizo que
esto escribe no puede aceptar que los indios lucharan obligados a favor del
Rey. España no tuvo colonias, sino provincias. La madre patria era la tierra de
seres alegres y orgullosos que desconocían el rigor del mundo feudal de la edad
media, eran libres, o arrogantes dependiendo quien los juzgue, gracias a que
habían aprendido a vivir bajo el cerco enemigo. No se rindieron, sino que
hicieron de la lucha por la subsistencia su actuar habitual, rendirse nunca ha
sido su costumbre. Eran herederos de Roma por lo tanto llevaban civilización,
no arrasaban en obras de saqueo masivo como suele hacerlo el Islam. El
aymara, el quechua, el guaraní, los múltiples dialectos mayas, las más de 65
lenguas indígenas de mi natal Colombia y muchos otros cientos a lo largo del
continente sobreviven al día de hoy porque fueron respetadas, mantenidas y
legalmente protegidas por La Corona.«
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Fuentes consultadas:
Historia
de Méjico. M. de Larenaudiére
http://elmiradorimpaciente.blogspot.com.es/2011/08/cultura-totonaca-ii.html
http://archivohistorico.monterrey.gob.mx/index.php/noticia/5636
http://www.alertadigital.com/2016/05/12/cartas-desde-colombia-los-indios-del-rey/
https://es.wikipedia.org/wiki/Ca%C3%B1ari
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