EL PEZ DE ORO
O LA PUERTA A LAS LOGICAS HÍBRIDAS EN EL
PEZ DE ORO DE GAMALIEL CHURATA
José Luis Velásquez Garambel
“presumo
que me leen challwas.
Y que
no pocas veces se habrán detenido
a
observar su vida en el titikaka…”
Gamaliel
Churata http://ediciondigital.diariocorreo.pe/puno/20170702/#!/pagina/12 y en
el Pez de Oro N° 20 (sin embargo, la conferencia completa, junto a los debates
pueden revisarse en la publicación dirigida por Elizabeth Monasterios)
U
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no de nuestros problemas son los términos que solemos
emplear para construir nuestras realidades y también construirnos a nosotros
mismos a través de las variantes de los idiomas que empleamos en cada uno de
los referentes de los cuales somos parte, y en los que se han venido, desde
tiempos inmemoriales, construyendo discursos míticos e históricos, y siendo
Churata un escritor “limbo”, “fronterizo”, “extra e intra territorial”, trataré
en lo posible de desnudar la lógica del lenguaje que emplea, aunque las
metáforas de su médula correspondan a un híbrido que durante tantos años ha
recreado imaginarios a veces tan complejos e
impenetrables en su misma raíz o
“ahayu” si se quiere en sus orígenes “Puma” imago de Wirakocha y “Sirena”
símbolo de la mortífero y de encanto, de pérdida de la razón, y de la música
occidental. El Hijo de la Sirena y del Puma Sobre los estudios de sirenas, los
antecedentes inmediatos, corresponden a las inquietudes orientales que luego se
transformaron en los imaginarios y espacios occidentales, desde los estudios de
San Melitón (S. II d.c.), el Etimologiae de San Isidro de Sevilla (S. VII
d.c.), los textos que versan sobre los bestiarios medievales, hasta las
referencias recogidas en el renacimiento como el Emblematum Libellus de Andrea
Alciati y los trabajos notables de Cesare Ripa que atrajeron la curiosidad de
Borges y motivaron la escritura de “El Manual de Zoología Fantástica” o acaso
todos los manuales de criptozoología que nos conducen por una ruta llena de
peripecias imaginarias, desde los cantos homéricos que nos muestran sirenas con
rostros de mujer y cuerpos de aves hasta esas imágenes mitad mujer y mitad pez,
mitad ave, mitad felino, mitad can, etc. y su presencia en el universo andino y
específicamente en Churata constituyen un lenguaje propio a través del que le
otorga forma a sus propias creaturas y mitologías.
Porque son eso, “construcciones propias”, en este caso
“madre nutricia del Pez de Oro”, elemento del que se alimenta ovularmente o
acaso de su “ñuñu” del cual como si fuera la pacha succiona vida para ser
intemporal, él mismo, en su compleja coyuntura espiritual, híbrida, y
atemporal. Las sirenas indias del lago Titicaca, a las que alude, han motivado
numerosas referencias y estudios contemporáneos por parte de Teresa Gisbert,
Luis Millones, Andrés Orías, Ramón Gutiérrez y Luis Enrique Tord. Sin embargo
la fascinación por el tema data de hace varios siglos, iniciando un recorrido a
través de su incrustación en templos/huaca como la iglesia de San Francisco de
Paula en Ayacucho, el de Magdalena en Huamanga, su metamorfosis en los templos
en el altiplano puneño.
Con J A Encinas, en La Paz |
Buena parte de las referencias existentes en las crónicas
aluden su filiación con los hechos que le acontecen a Tunupa (Dios
perteneciente a la mitología indígena de los Puquinas), pues ellas, son
identificadas como Quesintuu y Umantuu (las dos sirenas indias del lago), así
Bertonio, en el “Vocabulario de la Lengua Aymara” de 1612 manifestaba que
“Quesintuu y Umantuu, son dos hermanas con quienes pecó Tunupa, según las
fábulas de los indígenas” y como se sabe y lo refieren Churata, Iltis, Gisbert,
etc, “Quesintuu es un pez oriundo del lago Titicaca y Umantuu una especie de
Boga”, se trata de mujeres peces (sirenas) presentes en el imaginario popular uru,
puquina, aimara y quechua. Esas referencias se hallan también en Sarmiento de
Gamboa, Alonso Ramos Gavilán, Antonio de la Calancha y en registros pictóricos
de la época, así como en diversas muestras en la arquitectura colonial
existente en el altiplano, producto del trabajo de alarifes cuyo imaginario
albergó a estos seres de la mitología andina (híbrida) como mecanismo de
resistencia cultural. Aunque existen algunos registros anotados por de la
Calancha que las familiariza con el origen de los Urus (población relacionada
con el agua, tanto en sus etnias Quilla como Chipaya que tributaban ofrendas,
según el mismo cronista, “a esos seres divinos de los cuales ellos se creían
hijos”, como también lo anota Bartolomé Álvarez en 1588, en su célebre Memorial
a Felipe II), no son datos suficientes para lanzar aseveraciones mayores.
Aunque en algunos casos se mencionan la existencia de ciudades sumergidas en el
Lago, los mismos que según los cronistas religiosos, premunidos de la ideología
cristiana, manifiestan que “están pobladas de seres demoníacos y maléficos” en
los que se practican sirenamientos y demás encantamientos, como el mismo
Churata lo manifiesta en su prototipo libro primero, en su biblia, en
khori-khellkhata=khori-challwa.
La sirena que es devorada por el Puma en un momento de
exitación, y que fecunda en las entrañas de éste cual silúrico ser “Pez de Oro”
(khori challwa) y se devora al padre tal cual éste se devoró a su madre no es
sino una reminiscencia al salvaje alfabeto que descifra la vida misma de
Gamaliel Churata, el incognosible escritor que viene a asecharnos desde una
mitologías estrictamente personal. De hecho, la imagen hallada y extirpada (de
una mujer pez, Quesintuu) en “Kopakawana” (como aparece en los documentos de
los Agustinos), llegó a tener fama en España y tuvo eco en un autosacramental
escrito por Pedro Calderón de la Barca, esta huaca fue destruida y en su lugar
se construyó un templo dedicado a una virgen, a la que llamaron “Virgen de
Copacabana”, a la que los Agustinos iniciaron y obligaron a los naturales a
rendir culto, adjudicándole además la autoría a uno de ellos, a Tito Yupanqui,
con la intención de otorgar a la nueva imagen cierta legitimidad, hecho
semejante ocurrió con la huaca Umantuu en Huaquina, Juli, en la que se instalaron
los Dominicos y más tarde los Jesuitas. De tal modo que la iconografía de las
mujeres peces halladas en las portadas de los templos son representaciones
sutiles de estas deidades indígenas, las que más tarde fueron confundidas con
las iconografías traídas por los europeos en sus equipajes de imaginarios
ultramarinos e incluidos como imagen sacra por Churata en “El Pez de Oro”.
¿Cómo es posible que los pizarros hayan traído en su equipaje mental o cultural
a estas sirenas y las hayan liberado en las puquiales de américa, para ser
preñadas y devoradas por un Puma Thantoso, hokho, achachila, khala, khori puma?
Para germinar a un Khori Challwa, un Pez de Oro nacido en el Titikaka bajo la
mirada de Wirakocha en la maravillosa imaginería de Churata. Muchos años
después, no se puede negar, que existe una subordinación estética en las
diversas poéticas que se vienen desarrollando en nuestro país, de entre las que
no por casualidad se note una estética hegemónica y varias subordinadas. De tal
modo que pareciera que el peso de un molde haya irrumpido sobre los imaginarios
de la gran variedad de creadores que el Perú acoge. No ocurre lo mismo en los
espacios populares, en los que aún, luego de recepcionar violentamente los
embates de los mecanismos de dominación siguen desarrollando expresiones con
rica variedad. En tal sentido, son los creadores quienes son los más
susceptibles de recibir los influjos dominantes o serían “quizá” presas de la
violencia simbólica que hegemonizan los grupos de poder, que crean y recrean a
la vez imaginarios dominantes y terminan imponiendo un canon externo,
desapareciendo al canon del conflicto, la misma que predomina en sectores
heterogéneos como en nuestras culturas, por su naturaleza mestizas, aún
originarias en la “esperanza”.
Todo viene con esa terrible carga llamada pluralidad de
culturas (o estado multicultural), que intenta, sin éxito, crear una nación
sólida espiritualmente y heterogénea al mismo tiempo. Para el caso de la
literatura, se puede resumir en una postura ideológica que se expresa en
estéticas expuestas tanto por Vargas Llosa y José María Arguedas, cuyas obras
han servido para alimentar propuestas que de algún modo retraten la complejidad
del Perú, aunque ese no sea el rol estético y social de la literatura funcional
y didáctica, ya que bajo este criterio se considera que las Ciencias Sociales
no han bastado para hacerlo y por lo mismo, se tiene la imperiosa necesidad de
recurrir a la Literatura, en sus elementos fantásticos (un referente que marca
el desarrollo y la evolución de los imaginarios no tan convencionales). En ese
panorama la obra de Gamaliel Churata se halla adscrita al Canon del conflicto y
por ello mismo ha permanecido subvalorada, incomprendida y hasta desdeñada, por
su lógica híbrida predominante, ha permanecido inasible a los lectores sin
competencia cultural e histórica. El Pez de Oro, la obra clave de Churata,
aparece en 1957 (aunque su autor manifiesta un intento fallido de publicación
en la década del 30); los ríos profundos, la novela más conflictiva de Arguedas
data de 1958. Ambos mueren en 1969, el primero olvidado y el segundo de un
disparo en la cien y tras algunos días de agonía. Arguedas fallece después de
haber publicado muchas obras posteriores a los Ríos Profundos; Churata deja
varios inéditos y textos dispersos que lo configuran en un escritor con
alegorías a ese mito de Pandora y no deja de ser aún después de su muerte en un
escritor promesa.
De tal modo que la obra churatiana recién empieza a ser
estudiada en varias de sus complejidades, las mismas que no pueden ser
comparadas con las que muestran las obras de Arguedas, ello sería iluso, ya que
la obra de Churata “contiene” una recreación de su propia mitología, una
autocatalepsis (debido a que Churata jamas se aleja de Puno, ni del Titikaka en
toda su obra), la que se ha basado en una revisión e interpretación de toda la
cosmogonía andina personal y hasta autogravitacional, casi autobiográfica, en
la búsqueda de una construcción de realidades híbridas expuestas en su mímesis
lingüística, en su recurrencia a la filosofía universal, a la problematización
de lo heterogéneo (en el imaginario mitológico) y todo para crear una estética
del conflicto, con varias racionalidades y lógicas cada vez más alternas que
desequilibran los campos semánticos estrictamente personales y que quiebran las
posibles realidades construidas por el lenguaje y los tropos epistemológicos
occidentales, creando y recreando sucesivamente referentes mitológicos de su
entera propiedad, los mismos que son basados en un acto de protesta
hermeneútica como lo había señalado Michael Foucault, “silúrico” como el mismo
Churata lo menciona. Por lo que con todos los riesgos, el universo churatiano
es mucho “más” complejo que el arguediano, no es una confesión literal, es una
exploración argumentada a través de un “alfabeto incognosible” que conduce a
una auto-hetero experiencia cognitiva y epistemológica. En “Resurrección de los
muertos” Churata crea un escenario, un anfiteatro zoomórfico, simbólicamente
“deidico” y con una escritura ideológica expresa, no oculta en ningún símbolo
como lo hace en el “Pez de Oro” en donde Churata se refiere a Colón mencionando
lo siguiente: “…si las aguas de la “mar océana” están en la tierra, en la
tierra habitan, y la tierra en el cielo, decirle que vino de éste, revela sólo
que los antropófagos de Kanidia eran cuando menos más reflexivos y observadores
que el almirante ¡y este sublime iluso nos descubrió! Aunque la traposa verdad
esté de su parte, la verdad no está de parte de Colón, si de los Kanidios (…)
Allí, en las piedras nefitas, se dijo que un tal Cristóforo, o cosa así como
Sejhesua en lengua hermética – sería descubierto al mundo, al mundo a causa de
tal prodigio; que no es poco que un mundo saliese por un hombre. Se ve que el
descubierto no puede ser el descubridor (…) y Martín Alonso, “pidiéndole
albricias”, gritara al Almirante que “vido” tierra”. Y tierra no era: era EL
PEZ DE ORO. Obviamente Sejhesua se refiere a ladrón de lo que produce la
tierra, que es también símbolo y no solo riqueza material, sino cultura. Tiene
razón Bosshard al manifestar que: “el lenguaje es la casa de nuestro ser” y
también Cassirer cuando alude “somos lo que es nuestro lenguaje” o el mismo
Witgenstein “el límite de nuestro conocimiento es el límite de nuestro
lenguaje” y Churata hibridiza al lenguaje acaso con la intención de quebrar la
lógica y la reflexión europea y al igual que esa aseveración, de lo real, es
que todo poblador andino posee genéticamente una clara noción de lo que es su
“ser” y de lo que representa su lenguaje, que también es pacha en todas sus
dimensiones (ya que el lenguaje servirá para construir cosmos- mundo y tiempo y
se regenerará en sus propios límites); pero, el pensamiento de Churata
representa un mito que encierra “al mismo tiempo” a varios mitos, en donde el
tiempo será inexistente en lo real (será por decirlo mera construcción del
lenguaje) y es que por ello, la muerte no puede alcanzar a ese tiempo, porque
solo es concepto y no vida, que a fuerza de haber incursionado en los textos
sagrados en su niñez empieza, en plena juventud, a des-sacralizar sus esquemas
culturales y a escribir su propia biblia (lo propone Valcarcel o almenos no lo
explica, Aramayo lo manifiesta con mayores presupuestos; sin embargo qué es la
“homilía” sino el génesis? Qué es el pez de oro, pueblos de piedra, los
versículos, los sacramentales y demás elementos sagrados híbridos con los
cuales configura un sistema sacramental propio? Es acaso un hereje? Toda lógica
opuesta es hereje.
Por eso quizá para Churata hay que tumbar la escuela y
retirar todo pizarrismo como práctica y finalmente “la no existencia de la
muerte”, es decir como todo lo que existe en nuestros universos conceptuales y
que a diferencia de Kant postulara que no es el hombre quien posee las
cualidades únicas de aprehender; entonces lo que existe, existe
independientemente del hombre y es la naturaleza la que aprehende al hombre y
eso en esta racionalidad no es posible (de ese modo los elementos del
conocimiento: sujeto y objeto no se encuentran conceptuados bajo un mismo
sistema racional; sino que más bien obedecen a una estructura distinta,
obedecen a la estructura de la racionalidad andina). Por ello estos
presupuestos rompen todo marco de racionalidad occidental, y logran crear un
resquebrajamiento en los arquetipos usuales de comprensión y de apreciación
interpretativa del mundo indígena (al menos en ojos mestizos y en lógicas
similares).
Ante ello se plantea como tesis, que casi todas las
alteraciones que se producen en el discurso de las vanguardias americanas en
comparación con el de las europeas se deben a esos mundos indígenas
incomprendidos e inaceptados. Por eso, en el caso de muchos vanguardistas
americanos, nos encontramos ante una escritura con bastantes aspectos
antropológicos, mitológicos y filosóficos que a menudo intentan validar
imágenes de los indígenas (u originarios), abordando su condición disminuida de
hombre; pero negándoles otras formas de racionalidad, de estética y hasta de
reflexión, quitándole validez al simple paradigma/programa de la
“deshumanización” porque los indígenas no son humanos, presupuesto que fue
moneda corriente en la crítica cultural para caracterizar a las vanguardias. En
ese sentido Churata desarrolla un debate con toda la tradición de la razón
occidental y “re – funda” una crítica cultural con presupuestos de la génesis
americana, a través del Siluro, el Puma, del Pez de Oro y de cada uno de los elementos
simbólicos que recrea en su debate con occidente. Y habrá de referirse a la
concepción de Churata del modo siguiente: “En el párrafo -La caverna-, del
largo prefacio Homilía del Khori-Challwa, Churata invoca la parábola platónica
de la caverna; para él, la caverna —o chinkhana en quechua— es conceptualizada
como pars pro toto (tomar una parte del todo) de Pachamama; es decir, como
metáfora del útero semántico en su función de instancia que genera la vida. Por
eso, Churata polemiza: Entones la caverna del infinito no será el universo, ni
el tiempo, ni la nada: será la vida, el ñuñu. ¿Entiendes, Platón? Sólo se puede
ser en mónada. La propuesta platónica, que consiste en superar los fantasmas de
la caverna a través de la filosofía para luego llegar al mundo de las ideas
verdaderas, no es compartida por Churata que predica todo lo contrario: Vivir
en caverna, en la caverna y para la caverna, con el infracturable destino de la
unidad vital, que no es más que el gozo de la fertilidad. Y como no se puede estar
vivo y muerto, ni estar en dos naturalezas, ni objetiva y simultáneamente,
estar en dos sitios, hay que estar en tensión láctea, que el punto de la
tensión es el punto de la caverna. Esto no será expuesto sólo en Homilía del
Corí-Challwa, sino también con lo denominado como Pachamama: “estais de acuerdo
ya que en que INTI descubrió el alma del descubridor? Banake en sus manos fue
la constelación del oro, pero como Banaque estaba ene. Horizonte, el marino no
llegó a atrapar a Banake, pero el horizonte le atrapó a él. Desde un perplejo
presentimiento admitía cada vez más la certidumbre de que el mundo por el cual
saliera sobre la mar viscosa, se hundía en su sensorio; y en cambio se
internaba
en espacio poblado de larvas y rumores, espectral, espeluncal. ¿Quién el dueño de esa cueva que abarca el universo? La cruz palpitaba en el zodíaco, y Alfa era un parpadeo del estupor. Pero, trescientos mil kilómetros astronómicos hacen un ¡tic! Suizo, en un ¡titac! Mosaico comprendió el descubridor que le asarían a la parrilla, si la pachamama, viniendo de millones de latidos, no le acorría. Y como el sentimiento de hake ni la ahayu de la pachamama admiten los paralelajes (…)! Continúa más abajo: “Adelante con la Pachamama que está y no está en todos los sistemas del universo; y que si algo es necesario puntualizar es que está, y es la misma en el espacio finito y en el infinito (refiriéndose a otros seres manifiesta: ignoramos lo que de ella piensen los habitantes de otros planetas, pero sí estamos seguros que la dicen: ¡Mama! Y si los del nuestro lo saben aún, día les llegará de confesar que la pachamama es la madre del universo, no por sus cachorros, sino por ser madre en tiempo y en espacio, que espacio es y sólo ella secreta tiempo”. De ese modo, Churata se adelanta al tiempo en el que los paradigmas dejan de ser aceptados por convención y surge una revolución en la concepción de los elementos del conocimiento, por ello plantea del modo no intuitivo sino racional (la razón de la práctica, o la “lógica de la práctica”, la razón intuitiva o “la lógica de la intuición” expuesta por Pierre Bourdieu) que los objetos pueden también captar las propiedades del quien las toca y aquello que eternamente era piedra será ya no una piedra vacía sino que poseerá un ahayu, es decir un espíritu. conclusiones En tal sentido, no conviene especular que el Pez de Oro se constituya en “la biblia del indigenismo” en el sentido que le otorga Valcárcel; por el contrario, es la biblia cultural que un profeta mestizo escribió en un alfabeto incognoscible a la razón dominante y a la razón rampante, es un libro orgánico/puerta que decanta los mecanismos a través de lo que se busca debatir y rechazar muchas de las concepciones hegemónicas y colonizantes, empleando lógicas híbridas para construir referentes mitológicos propios y genealogías particulares de racionalidad a través del lenguaje y la experiencia personal de Churata.
*Conferencia en la Universidad de Pittsburgh, en
noviembre del 2016.
_______________
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