LA FRUSTRADA INDEPENDENCIA:
EL HOLOCAUSTO DE
1815
Luis Guzmán Palomino
Luis Guzmán Palomino
Tomado de Facebook 29MAY17
Un día como hoy, el 29 de mayo de 1815, en la plaza mayor
del Cuzco (la Huaccaypata de los lamentos) fueron ejecutados los hermanos
Vicente, Mariano y José Angulo, Gabriel Béjar, José Agustín Becerra, Pedro
Tudela, Mateo González e Ildefonso Muñecas, principales jefes del movimiento
anticolonial que iniciado en el Cuzco se extendió a todo el sur del virreinato.
Antes habían sido muertos otros dos connotados líderes, Mariano Melgar,
fusilado en Umachiri el 12 de marzo de 1815 y Mateo García Pumaccahua,
decapitado en Sicuani cinco días después.
Lo más destacable de esa epopeya fue declarar sin ambajes la
independencia del Perú y adoptar una bandera bicolor, azul y blanca, asumiendo
la mascaypacha como símbolo de autoridad. Hubiese cambiado con ellos, sin duda,
el destino del Perú, pero desgraciadamente sucumbieron sin ver realizados sus
ideales. Así, derrotado el proyecto indígena en 1783, con la muerte de los
últimos Túpac Amaru, y liquidado el proyecto mestizo con la masacre de 1815,
solo quedó vigente el proyecto de los “españoles americanos” (o criollos), que
alcanzarían su emancipación en 1821-1824, proclamando una independencia que no
alteró el dominio de clase ni tuvo el objetivo integrador que si fueron
enarbolados en 1780 y 1815. Anotemos finalmente que el bicentenario de la gesta
de 1814-1815 pasó casi desapercibido, quizá porque fue indígena, incaico,
mestizo y popular.
El inicio
Noticias llegadas de Argentina y del Alto Perú convencieron
a esos patriotas que hacia 1812 se presentaba la ocasión propicia para reanudar
la lucha libertaria. Y se dedicaron entonces a gestar la insurrección,
fijándose el 9 de octubre de 1813 como fecha para su estallido. Frustró ese
plan la delación del traidor Mariano Zubizarreta, a consecuencia de lo cual
Vicente Angulo fue tomado prisionero, al igual que Gabriel Béjar y Juan
Carbajal, sindicados como líderes del movimiento. En la mira de liberarlos, sus
camaradas decidieron asaltar el cuartel realista del Cuzco la noche del 5 de
noviembre, pero una vez más fueron puestos al descubierto, por traición de
Mariano Arriaga. Las tropas virreinales se apostaron estratégicamente y no
dudaron en disparar sus armas contra los paisanos que ignorando la delación,
acudieron a la antelada convocatoria. Pero entonces, inesperadamente, el
Cabildo del Cuzco se pronunció por los patriotas, declarando mártires a los
muertos de aquella jornada. Creció el temor de los realistas y no tardaron en
ser apresados otros destacados caudillos, entre ellos José Angulo y Manuel
Hurtado de Mendoza.
Los hermanos Angulo. Auténticos patriotas |
Vicente y sus compañeros permanecieron en prisión hasta
agosto de 1814. En ese lapso, las tropas virreinales obtuvieron revitalizadores
triunfos en el Alto Perú, lo que impediría la consumación del proyecto patriota
de dividirlos en dos frentes. No obstante, en la madrugada del 3 de agosto se
inició la revolución, con la prisión de los oidores del Cuzco y el acatamiento
incruento de las milicias allí acantonadas.
Primer acto de la revolución fue declarar la independencia
del Perú: “El pueblo no reconoce ninguna autoridad extranjera”, rezó la
proclama inicial de los insurgentes. José Angulo fue reconocido como Capitán
General y Gobernador Político, al tiempo que el curaca Mateo Pumacahua, de gran
ascendiente entre los indios, investía la jefatura militar. El cura Ildefonso
Muñecas, uno de los ideólogos del movimiento, se encargó de redactar la
Proclama Revolucionaria, importantísimo documento que inició con estas frases:
“Amados hermanos: la antigua corte de los Incas enarbola el estandarte de la
libertad y rompe las pesadas cadenas de la esclavitud y envilecimiento que por
tres siglos le impuso la tiranía española”. Y Pumacahua, en atención a su rango
de brigadier general, asumió la responsabilidad de remitir la declaratoria de
guerra al virrey Abascal.
Vicente secundó ejemplarmente a su hermano. Ambos concibieron
la nueva bandera peruana, bicolor, azul y blanca, adoptando la mascaypacha como
símbolo de autoridad y proclamando a la Virgen de la Mercedes como Patrona del
emergente Ejército Patriota. Este se formó afrontando enormes deficiencias,
principalmente de armamento. Se acopiaron recursos diversos para adquirirlo, al
tiempo que se fabricaba pólvora y se fundían cañones con las campanas de las
iglesias. Disciplinadamente adiestrada, esa hueste quedó así en disposición de
enfrentarse a las veteranas tropas realistas.
La guerra
El alto mando patriota lanzó tres expediciones paralelas
sobre La Paz, Huamanga y Arequipa. Esta dispersión de fuerzas y la carencia del
adecuado equipo bélico serían factores negativos en el desarrollo de la guerra,
como también la imposibilidad de contar con refuerzos argentinos que
inicialmente se creyó seguros. Sin embargo, no se puede negar mérito a la
visión estratégica del proyecto, que pasaba por la toma de Arequipa y La Paz;
el control de Huamanga, principal nexo de comunicación con Lima; el ataque a
los realistas en el Alto Perú con ayuda de los argentinos y finalmente el cerro
sobra la capital, principal bastión virreinal.
Vicente Angulo y Pumacahua comandaron la expedición que
marchó sobre Arequipa, en octubre de 1814, con 500 hombres armados de fusiles y
5,000 guerrilleros apenas provistos de lanzas, hondas y macanas. Esta fue la
principal de las expediciones patriotas y en ella tuvo el clero una destacada
participación. Luego de un triunfal avance por el altiplano, Angulo y Pumacahua
acantonaron sus tropas en lo alto de Arequipa. De esta ciudad salió entonces el
mariscal de campo Francisco Picoaga, acompañado del brigadier Pío Tristán y del
intendente Moscoso, al mando de 2,000 soldados virreinales regularmente
equipados. El 10 de noviembre, en la pampa de Apacheta, se produjo el encuentro
entre ambos ejércitos, correspondiendo el triunfo a los independentistas. Esta
fue una de las dos únicas victorias que se conseguirían en los tres frentes y
se adjudica a la pericia militar puesta de manifiesto por Angulo y Pumacahua.
Se ocupó entonces Arequipa, donde el ejército patriota pudo
captar nuevos voluntarios, entre ellos Mariano José de Arce, quien llegaría a
ser director de la
Biblioteca Nacional, y Mariano Melgar, el romántico
poeta-guerrillero. Una Junta Gubernativa Independiente fue establecida en esa
ciudad, recibiéndose la adhesión revolucionaria de las provincias andinas de
Aplao y Chuquibamba. Pero al mismo tiempo los realistas habían ido ganando
posiciones en el Alto Perú, peligrando la comunicación de Arequipa con el
Cuzco, lo que motivó la retirada patriota hacia el altiplano. Recuperada
Arequipa por los realistas, se desató una sangrienta represión, que contestó
José Angulo ordenando el fusilamiento del mariscal Picoaga y del intendente
Moscoso, a quienes tomara prisionero Vicente en la Apacheta.
El sacrificio
Las tropas virreinales concentradas en Arequipa a las
órdenes del general Juan Ramírez, iniciaron el seguimiento del ejército
patriota en febrero de 1815. La batalla decisiva vino a librarse el 11 de marzo
en la pampa de Umachiri, sucumbiendo los patriotas en toda la línea. En la
agonía de la revolución apenas si resistieron aisladas partidas de guerrilleros
y a finales de ese mes la ciudad imperial volvió a poder de los virreinales.
Vicente Angulo cayó prisionero en Zurite, junto con sus hermanos Mariano y
José, al tiempo que Pumacahua, traicionado, caía en Maranganí. Igual suerte
corrieron Gabriel Béjar, José Agustín Becerra, Pedro Tudela, Mateo González y
casi todos los líderes de la revolución, que finalmente fueron ejecutados en la
plaza mayor del Cuzco el 29 de marzo de 1815.
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