LOS ANDES | (*)
Tomado de OTRA MIRADA
El boom exportador de la quinua que empezó hace 15 años ha
terminado y esto implica nuevos desafíos. Hemos entrado a un periodo de
especialización, donde no solo se debe mejorar las prácticas agrícolas sino
también potenciar la transformación de la materia prima en productos más
sofisticados. Es el inicio de la modernización de esta actividad ancestral y el
surgimiento de una industria nacional.
El Perú produce anualmente 60.000 toneladas de quinua. Las
principales regiones productoras son Puno, Ayacucho, Cuzco, Apurímac y
Arequipa. Según el Ministerio de Agricultura y Riego (Minagri), este año se
estima cerrar ventas al exterior por US$ 200 millones, cifra que supera a la
registrada en 2014. Esto se debe en gran medida a la flexibilización de las
barreras fitosanitarias para la exportación y a los acuerdos bilaterales
concretados con los mercados extranjeros.
Pero si bien las cifras hasta el momento están en azul, al
mes de mayo se aprecia una notable disminución en el precio de venta al
extranjero del cereal andino. El 2014 cerró con un precio promedio de US$ 5.42
por kilo de quinua. En lo que va del año, el importe en referencia es de apenas
US$ 4.34 en promedio por la misma cantidad. Consultado al respecto, el
ingeniero Miguel Cordano, gerente general de Sierra Exportadora nos explica que
a diferencia del año pasado, hasta Abril de 2015, se ha producido una mayor
cantidad de quinua (cerca de mil toneladas más que el año pasado), lo que ha
generado, por efecto de las fuerzas del mercado internacional, que nuestro
comprador pague un precio menor. Se trata de un proceso de regulación por la
que está pasando el grano de oro tras el boom.
Agrega que este boom surgió por iniciativa de los EE.UU.,
nuestro principal mercado, que fue quien impulsó la investigación en torno a la
quinua y sus propiedades nutricionales. “Nosotros no buscamos el mercado, el
mercado nos buscó. Aquí no consumíamos quinua” afirma. Todo indica que a corto
plazo, el precio se estabilizará a nivel internacional y esto tendrá impacto a
nivel local. No quiere decir que volvamos a encontrar quinua en nuestros
mercados a S/. 2.00 el kilo, pero sí a aproximadamente S/.4.00 el kilo de la
variedad convencional y alrededor de S/.15.00 el kilo de la biológica, que
debería ser el precio estándar. Esta disminución no significará pérdidas para
los agricultores e intermediarios de la cadena productiva sino un desafío al
que inevitablemente debemos enfrentarnos.
LA VERDADERA GRAN TRANSFORMACIÓN
El mercado extranjero cada vez es más exigente y Perú no
está exento a sus reclamos. “Ahora ya no se nos pide solo enviar quinua en
costales. Se nos exige nuevas presentaciones, un producto más sofisticado y que
responda a altos estándares de calidad a través de certificaciones de valor
internacional” sostiene Cordano. Por eso desde el Minagri y Sierra Exportadora
se está elaborando diversos planes para insertar proveedores a lo largo de toda
la cadena productiva, empezando por el primer eslabón: los agricultores.
El principal problema que ha tenido la producción y
exportación de quinua es la desorganización con la que venían trabajando los
productores. Hasta hace unos meses, el agricultor sembraba quinua sin saber de
qué variedad era y cuál era el precio estimado en el exterior. Posteriormente,
trataba de introducir su producto al mercado extranjero, muchas veces sin
suerte, lo que afectaba el precio del grano andino, la estabilidad del mercado
local y la calidad del producto. Cambiar este incierto modelo de negocio
constituye en estos momentos el primer gran desafío.
Ahora se está impulsando el trabajo colectivo. Se han
conformado asociaciones de agricultores cuyas hectáreas se han destinado a la
siembra de una variedad de quinua en especial. Utilizan semillas mejoradas y
con el apoyo de Sierra Exportadora están asegurando las ventas al exterior
incluso antes de iniciar la plantación. Además, se ha elaborado una guía de buenas
prácticas agrícolas que permite el sembrío adecuado de este cultivo. No
obstante, aún es necesario reforzar la labor que realizan las entidades
públicas y privadas que financian el agro y la manufactura pequeña y mediana
escala.
El fomento del valor agregado del producto es el segundo
gran reto y quizá el más difícil. Es necesario procesar el grano andino y
elaborar nuevos productos que conserven las propiedades nutricionales que lo
han posicionado como ‘el alimento ideal para el ser humano’ para la Organización
Mundial de la Salud (OMS) y la Food and Agricultural Organization (FAO). Para
eso, se debe incrementar y articular la investigación científica, que hasta el
momento se ha realizado de manera muy dispersa. Se debe incidir en la
clasificación de las variedades y sus valores proteicos, para diferenciarlas
sobre todo de la quinua que se produce en otras partes del mundo.
Siguiendo esta línea y para fines de posicionamiento, aún
está pendiente el desarrollo de patentes como la marca Orgánica, que garantiza
la calidad de la quinua, desde la tierra en la que fue cultivada hasta el
producto transformado que llega al mercado internacional. Para cumplir con esto
se requiere sumar el esfuerzo de instituciones como el Consejo Nacional de
Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (Concytec), universidades y
centros privados de investigación científica nacionales y extranjeros.
Ha llegado el momento de buscar nuevos nichos en nuestros
mercados tradicionales (como la población celíaca y diabética, los bebes, los ancianos,
entre otros) a los que podamos ofrecerles productos más elaborados y que
signifiquen el menor costo posible a esta incipiente industria, hasta el
momento liderada por el sector privado. En unos meses se abrirá un nuevo
mercado para la quinua: La India. En un par de años, se espera que se sume
Paraguay y la región paranaense de Brasil. Que las nuevas demandas a las que
debemos hacer frente nos impulsen a dejar de ser únicamente un país exportador
primario.
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