domingo, 1 de septiembre de 2013

DEBATE INTERESANTE SOBRE RACISMO EN PUNO

El racismo es de doble vía
Por Miguel Santillana 20 AGOSTO 2013 en http//semanaeconomica.com/osodecirlo/
 
Un tema que me impresionó durante mi reciente visita a Puno, invitado por la fundación Konrad Adenauer y el Instituto Peruano de Economía Social de Mercado (IPESM), fue el racismo: los cobrizos contra los mestizos, criollos o blancos. Este racismo se justifica como revanchismo histórico marcando la vida política del departamento. Mientras que esto no sea enfrentado como un pernicioso pasivo de la sociedad peruana, éste departamento y los otros en los que se observa este tipo de comportamiento no podrán integrarse al proceso de crecimiento económico y social. El racismo es una trampa para nuestro desarrollo.
A continuación, la narración de una persona que sirvió de anfitrión durante mi visita. “Habiendo tanta migración del campo a la ciudad, y no superada la pobreza que existe en el departamento, los campesinos empezaron a enviar a sus hijos a estudiar a la universidad (Nota: en Puno existen 2 universidades públicas y 4 privadas). En especial a la Universidad Andina Néstor Cáceres Velásquez (UANCV, fundada en 1981 tiene sedes en Juliaca, Puno, Arequipa, Ilave, Azángaro; tiene 20 mil estudiantes, 7 facultades, 19 carreras profesionales, maestrías y doctorados), que es privada y cuyas pensiones no son caras -un promedio de 150 a 250 soles-. Yo he sido docente en esa universidad y la calidad de los alumnos es pésima. En muchos casos ni dominan el castellano, no saben ni armar una oración. Trabajar con ellos es súper complicado”.
“La UANCV tiene 32 años de sacar profesionales mediocres. Con los años, tienen una masa crítica mediocre de abogados, ingenieros, administradores, profesores, que se apellidan Maquera, Condori, Huayhua, Cahua, Pacori, Cariapaza, Yujra, etc. Dentro de este grupo los de mejor apellido son los Quispe y Mamani”.
“Son ellos los que más se quejan de unos fantasmas: los blanquitos de Lima, los pituquitos, los terratenientes, los hacendados (aunque eso se acabó con la Reforma Agraria aún siguen con el complejo). En especial, son los izquierdistas quienes insisten en este discurso. Se han dedicado a crear odios y resentimientos -como si Diez Canseco, García Sayán, Dammert, Letts, Pease, Franke, De Echave, Monge, Glave, Villarán, fueran cobrizos-. Ahora, para ganar las elecciones, tienes que ser parte de este grupo porque, como dicen, “ahora les toca gobernar”. Tienes que ser un “originario”, tienes que ser un aymara o un quechua auténtico. El actual Presidente Regional se apellida Rodríguez, pero tuvo que explicar que él había nacido en una comunidad y que es campesino”.
“No importa no saber gobernar, ni administrar, ni nada; basta pertenecer a esta “nueva mayoría”.
No tienen idea de calidad de vida. No les importa comer todos los días chuño, vivir en un solo cuarto con sus hijos amontonados. Existe un rechazo muy fuerte en contratar profesionales de verdad y técnicos con experiencia. Peor si es blanco, criollo o mestizo, pues como, dicen en los pasillos, “les pueden quitar el puesto porque saben más”.
“También existe racismo entre quechuas y aymaras. De la mezcla salió el juliaqueño. Es horroroso. Es el nuevo rico. Atropellan a quien les da la gana. No tienen educación: se tiran unas trancas épicas y luego hacen intercambio entre la comadre y el compadre. Al día siguiente, no pasó nada”.
“Durante el ‘Aymarazo’ (mayo 2011), nadie con tez clara podía caminar por las calles porque lo agarraban a chicotazos. Yo he visto a grupos de jovencitos “originarios” masacrar a golpes a jovencitos blanquiñosos por las puras, y nadie se metía. Recordar eso me parte el corazón. Yo también tengo un hijo que es blanquiñoso y puneño…”
Hay que enfrentar esto de una vez.

No me sorprende el autor de la nota, sino la poca inteligencia de la fundación Konrad Adenauer y el Instituto Peruano de Economía Social de Mercado (IPESM), de tener un estúpido como invitado para sostener un discurso fatuo y hueco. El estereotipo y las falacias son las que presiden esta apreciación sesgada que se pública en SEMANAeconomica.com. La ignorancia es atrevida y claro: estúpida. Me recuerda a Paul Tabori cuando señala que "algunos nacen estúpidos, otros alcanzan el estado de estupidez, y hay individuos, a quienes, la estupidez se les adhiere. Pero la mayoría son estúpidos no por influencia de sus antepasados o de sus contemporáneos. Es el resultado de un duro esfuerzo personal. Hacen el papel de tonto cabal y perfecto. Naturalmente, son los últimos en saberlo, y uno se resiste a ponerlos sobre aviso, pues la ignorancia de la estupidez equivale a la bienaventuranza". Saquen sus propias conclusiones. El racismo es un tema complejo para tan poco conocimiento
 
Racismo con piel de cordero
Por Gustavo Faverón Patriau

Una recomendación. Si quieren quedar como gente ajena al modo de pensar de los racistas, nunca usen la frase "el racismo es de doble vía".
Primero que todo, porque, si lo hacen, van a dar la impresión de pensar que el mundo, o nuestra sociedad, o cualquier sociedad a la que se estén refiriendo, están divididos en dos campos, que la barrera que separa a ambos campos está racialmente determinada y que el vínculo más común entre ambos campos es el odio racial. Y eso, obviamente, es falso. No sólo es falso, sino que es precisamente la manera de pensar de los racistas. Y ustedes, recuerden, no quieren quedar como racistas.
Los nazis, que no se reconocían racistas, o que, en todo caso, no reconocían el racismo como un discurso atrabiliario, odiaban a los judíos, a los gitanos, a los polacos, a los árabes, etc., pero además suponían que ellos, los nazis, y los germánicos en general, o los "arios" en particular, eran odiados por todos los otros: "el odio es de doble vía" es una frase que cualquier desquiciado de la Ahnenerbe o de la SS o de las Juventudes Hitlerianas hubiera usado campante y feliz en cualquier momento.
De hecho, cuando Hitler llegó al poder y amenazó a los judíos alemanes con boicotear sus negocios, en 1933, y en respuesta a ello comenzaron en Europa y Estados Unidos las manifestaciones públicas contra ese inminente abuso, el gobierno nazi se defendió de las acusaciones diciendo que no eran otra cosa que una campaña judía de "odio anti-alemán".
A los racistas les gusta hacer hincapié en que "el otro" los odia a ellos.
”El racismo es de doble vía” es el título de un artículo que ha escrito Miguel Santillana y que ha aparecido en la revista Velaverde y en un blog de Semana Económica. El artículo comienza con un párrafo que parece, formalmente, al menos, de los dientes para afuera, ser un alegato en contra del racismo:
"Un tema que me impresionó durante mi reciente visita a Puno, invitado por la fundación Konrad Adenauer y el Instituto Peruano de Economía Social de Mercado (IPESM) es el racismo: los cobrizos contra los mestizos, criollos o blancos. Este racismo se justifica como revanchismo histórico marcando la vida política del departamento. Mientras que esto no sea enfrentado como un pernicioso pasivo de la sociedad peruana; éste departamento y los otros, en los que se observa este tipo de comportamiento, no podrán integrarse al proceso de crecimiento económico y social. El racismo es una trampa para nuestro desarrollo".
Si uno lee rápidamente, está casi de acuerdo. O, por lo menos, comprende que la intención general de Santillana es llamar la atención contra el racismo. "El racismo es una trampa para nuestro desarrollo", dice. Eso está bien. Pero si uno lee con cuidado, la cosa es distinta. El racismo del que habla Santillana está estrechamente definido: los "cobrizos", por un lado, como agentes del racismo, y, por el otro, los "mestizos, criollos o blancos" como víctimas del racismo.
Ok, no es precisamente la forma de racismo que más ha complotado contra nuestro desarrollo desde la Colonia, durante los siglos de servidumbre forzada de los indígenas y la esclavitud de los afrodescendientes, o en la república, con el mantenimiento de formas de producción cuasi esclavistas y mecanismos feudales de explotación, pero hay que darle tiempo a Santillana para desarrollar su idea, hay que leer los párrafos siguientes.
Los párrafos siguientes, lamentablemente, no son precisamente de Santillana, no de manera directa, sino que son su transcripción (ya que está entrecomillada, hay que suponer que es literal y que quizás tenga la grabación) de las cosas que le dice a Santillana un anónimo anfitrión que lo recibe en Puno.
Ese anfitrión explica la tesis de Santillana sobre el racismo de los "cobrizos" contra "mestizos, criollos o blancos". El problema es que -involuntariamente, queremos suponer-, las palabras de ese anfitrión son el discurso de un racista clamoroso y altisonante, que no representa ninguna novedad en el Perú -ni en Puno ni en Lima-: un sujeto que odia a los indígenas puneños, los desprecia, los culpa de la precariedad de sus propias vidas y los estigmatiza con frases que Enrique López Albújar o Ventura García Calderón hubieran juzgado demasiado retardatarias para escribirlas en sus cuentos en los años treinta.
El anfitrión anónimo dice haber sido profesor en la Universidad Andina Néstor Cáceres Velásquez. No es de los profesores que hablan sobre sus alumnos con amor: "La calidad de los alumnos es pésima", dice. Y continúa: "En muchos casos ni dominan el castellano, no saben ni armar una oración. Trabajar con ellos es súper complicado".
O sea, este profesor universitario juzga que sus alumnos son "pésimos" porque hablan otro idioma y el español es su segunda lengua. Son tan malos que "no dominan el castellano", dice. Claro, ni a este absurdo profesor ni al columnista de opinión (que no opina nada ni cuestiona nada) se les ocurre observar lo evidente: un país tiene que ser muy injusto y autoritario, muy centralista y discriminatorio para tener un sistema universitario al que sus ciudadanos no pueden acceder en sus lenguas maternas.
¿Qué país es éste en el que un sector de la ciudadanía necesita aprender un idioma que no es el propio para poder instruirse y, encima, cuando trata de estudiar en una segunda lengua (el español), se encuentra con profesores mostrencos y antediluvianos que creen que no hablar un español castizo es un indicio de bajo nivel intelectual?
El sabio catedrático anónimo continúa:
"La UANCV", dice, "tiene 32 años de sacar profesionales mediocres. Con los años, tienen una masa crítica mediocre de abogados, ingenieros, administradores, profesores, que se apellidan Maquera, Condori, Huayhua, Cahua, Pacori, Cariapaza, Yujra, etc. Dentro de este grupo los de mejor apellido son los Quispes y Mamanis".
En este punto, claro, uno quiere meterle una cachetada a este sujeto. ¿Alguien imagina a un
profesor universitario que se pone a enumerar apellidos quechuas como si fueran demostraciones de estupidez, o como si el origen quechua, yuxtapuesto a un título profesional, produjera un ridículo tal que ni siquiera hay necesidad de explicarlo? ¿Un profesor universitarios que habla de "mejores" y peores apellidos? ¿A quién le suena absurda la frase "ingeniero Huayhua", o la frase "profesor Cahua", o la frase "abogado Quispes? Mi pregunta es retórica: si cualquiera de esas frases te suena ridícula, eres un racista y, además, eres un racista que no le ha dado una buena mirada al Perú en los últimos cincuenta años.
No sé si los profesionales de la UANCV terminan sus carreras con buen o mal nivel académico, pero si la respuesta es la segunda, se me ocurre una explicación: tienen profesores idiotas y atravesados de racismo, profesores que los odian produndamente y los desprecian por su origen. No voy a generalizar porque no sé nada sobre el resto de la plana docente de esa universidad y de seguro tiene una inmesidad de docentes honrados y conscientes de su labor. Pero pongo mi mano en el fuego por una cosa: muchos estudiantes de la UANCV han tenido que pasar por las manos de por lo menos un profesor que los detesta con toda su alma.
El racista enmascarado (enmascarado por Miguel Santillana, que no menciona el nombre de su interlocutor) sigue hablando sobre sus alumnos y sobre los indígenas puneños en general: "No tienen idea de calidad de vida", dice. "No les importa comer todos los días chuño, vivir en un solo cuarto con sus hijos amontonados".
Claro. Verdad que los pobres viven como pobres porque no les interesa vivir como ricos. Porque, como el mismo sabio dice líneas arriba, "aún viven con el complejo". Bastaría con ir a la puna y explicarles a nuestros compatriotas, antes de que sus hijos se mueran de enfermedades respiratorias en este o en el próximo invierno, el concepto de "calidad de vida". Si lo entendieran, se construirían mansiones con calefacción de energía solar y pondrían una chimenea victoriana en cada uno de los muchos salones de sus residencias. ¿No es cierto?
¿Otro párrafo del experto en racismo? Aquí tienen uno genial:
"También existe racismo entre quechuas y aymaras. De la mezcla salió el juliaqueño. Es horroroso. Es el nuevo rico. Atropellan a quien le da la gana. No tienen educación: se tiran unas trancas épicas y luego hacen intercambio entre la comadre y el compadre. Al día siguiente, no pasó nada".
Obviemos el triple salto mortal que hay entre la primera frase, donde quechuas y aymaras se repudian, y la segunda, en la que no sólo conviven en feliz servinacuy sino que además tienen hijos que -horror de horrores- resultan ser ni más ni menos que juliaqueños, y, como tales, pueden ser descritos con tres palabras: "horroroso" y "nuevo rico".
Una pista más sobre cómo detectar a un racista instantáneamente: los racistas suelen referirse a toda una comunidad en singular, como si todos quienes la forman fueran una sola persona. Los racistas dicen cosas como "el negro es vicioso", "el cholo es flojo", "el chuncho es de doble filo" o cosas como "el judío es conspirador", "el árabe es engañoso".
Y dicen, claro está, cosas como "el juliaqueño es horroroso". ¿Por qué? Porque el racismo es una forma de reducción antirracional, una simplificación injustificable hecha para poder odiar en masa. Cuando el racista está en el apogeo de su segregacionismo, empieza a ver a la colectividad odiada como una sola persona, es incapaz de ver a cada sujeto como un individuo diferente.
Uno se pregunta: si Miguel Santillana cree que "el racismo es de doble vía", ¿por qué en ningún punto de su artículo se detiene a señalar que su anónimo interlocutor es un racista? ¿Acaso no es obvio? Alguien más piadoso que yo dirá "bueno, en el título del artículo queda reconocido que existe ese otro racismo". Yo diré: Santillana no censura ni critica ni le arranca la careta al racista que tiene en frente -lejos de ello, le da tribuna y lo deja circular libremente, convirtiendo sus declaraciones en el mensaje central del artículo- porque sabe que todo su argumento de destruiría si dijera: "ok, hay dos formas de racismo pero yo quiero centrarme sólo en una y mi única fuente es un racista atroz, que a partir de ahora queda a cargo del presente artículo".
Claro, es interesante leer cómo los nazis describían el odio de los judíos hacia ellos, cómo los belgas describían el odio de los congoleses hacia ellos, cómo los turcos otomanos describían el odio de los armenios hacia ellos, cómo los caucheros que invadieron el Amazonas describían el odio de los indígenas hacia ellos (la foto que acompaña este post es del Perú en pleno siglo veinte), cómo describían ciertos españoles el odio de los andinos conquistados hacia ellos, y también es interesante leer cómo un profesor universitario en Puno describe lo que él considera el odio de los indígenas hacia gente como él (que los desprecia abiertamente).
Pero los historiadores o los científicos sociales que hacen eso saben que deben alertar cuando esas descripciones vienen hechas desde el racismo dominante de los que controlan la vida civil de la sociedad y sus formas de producción y ejercen una violencia impune contra los demás desde la cima de esa sociedad. Y Miguel Santillana sabe que debería alertar a sus lectores y decirles que lo que van a leer a continuación son las palabras de un evidente racista hablando acerca de lo que él considera que es una forma de racismo peor que el suyo.
Pero Santillana no lo hace. Prefiere ver si puede pasar gato por liebre y salirse con la suya: intenta hacerle creer al lector que las palabras de su anónimo entrevistado son meridianas y no necesitan advertencia, que son transparentes y que confiablemente nos informan sobre una situación real, que no están atravesadas de odio y de prejuicios. ¿Periodismo de opinión? No, pues: odiosa propaganda. Nada más.
Sólo añade una frase al final y lo más grave es que esa frase no sólo no es crítica respecto al racista anónimo, sino que hace suyos todos sus reclamos: "Hay que enfrentar esto de una vez", dice Santillana.
Por supuesto que hay que enfrentar todas las formas de racismo, pero para lograr cambios estructurales hay que enfrentar ya, perentoriamente, las que son promovidas desde el poder: el discurso del desprecio al indígena y a las lenguas indígenas, el sistema escolar y universitario que obliga a sus estudiantes a abandonar su idioma y sus señas de identidad si quiere progresar, el discurso de odio a las clases sociales emergentes, esa burla descarada de todos los días contra el pobre que quiere ocupar nuevos espacios en la sociedad y contra el indígena que quiere profesionalizarse a pesar de las trabas que el país le coloca.
Y también hay que enfrentar a este periodismo primitivo de opinadores que trafican con ideas aborrecibles y las maquillan para hacerlas pasar como una defensa de la igualdad.

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