TANKA TANKA
Jesse Wolf en Facebook
Fuente: heroicazepita
En el extremo y lejano periodo del Señorío de los Cipitas han desarrollado no solo su cultura, su historia o sus tradiciones, sino también han dejado obras de arquitectura como el impresionante y majestuoso Conjunto Monumental Tanka-Tanka. Evidentemente es la expresión cultural de la época Pre-Inca; pero su importancia, valor y significado arqueológico, arquitectónico, tradicional, etnológico, histórico y artístico, no han sido consolidados.
El Complejo Arqueológico de Tanka-Tanka se encuentra al Sur-Oeste y a 15 Km. de la Ciudad de Zepita, Chucuito, Puno en el kilómetro 371 de la carretera Ilo-Desaguadero, jurisdicción del Distrito de Zepita, Provincia de Chucuito, Región Puno. Dicho Monumento está ubicado en una llanura, cerca al Rio Kallakami, es un montículo aislado, de plano inclinado y aparenta tener forma de un escarabajo.En
la zona abundan los coleópteros, conocidos como escarabajos, en aimara se les
denomina "JAMATANKA", que quiere decir palanqueador, movedor o
empujador de estiércol, el hecho mismo del montículo que tiene la forma de un
escarabajo, probablemente que los antiguos Sopitas le habrían considerado
sagrado, venerándolo con respeto y con relevancias místicas, lo que habría
motivado a denominarlo al Monumento Arqueológico y a sus alrededores como
"TANKA-TANKA" o "TANQA-TANQA.
Por otra parte, el historiador
puneño Emilio Vásquez, en la Revista del Museo Nacional hace referencia desde
el punto de vista histórico y señala lo siguiente: "Tanka-Tanka significa
levantamiento animado por cuñas, y agrega que desde el punto de vista defensivo
era el punto de apoyo en una acción bélica" Tanka-Tanka parece una
verdadera fortaleza con fines defensivos, por cuanto está conformado por 10
murallas, de ellas seis están en condiciones regulares tanto en altura como en extensión
y cuatro se encuentran destruidas, solo quedan vestigios de su existencia. Las
bases de los muros son consistentes, conformado por enormes bloques de piedra canteada
de tipo toba volcánica, en otros casos aprovecharon afloramientos rocosos.
Algunas murallas tienen puertas visibles de un metro de ancho y otros ubicados
en lugares estratégicos al parecer secretas, probablemente con propósitos
militares y al interior de las murallas se observa caminos de ronda. En el
lugar se aprecian viviendas de construcciones cuadrangulares, la mayoría de
ellas están desmoronadas.
El problema de la alimentación era solucionado por el sistema de andenerías construidas en las laderas del cerro o montículo de Tanka-Tanka. El agua era solucionada por medio de pozos y además se aprecia un complejo diseño de ingeniería hidráulica, conformado por canales de riego y cochas.
Junto a las fortificaciones se encuentran las chullpas o mausoleos
dedicados a honrar al Mallku, a los jefes inmediatos o Jilakhatas o a sus más
connotados guerreros. Lo más importante es que, los antiguos plasmaron sus
costumbres e impresiones graficado en pinturas rupestres y petroglifos en el
interior de las chullpas de dos niveles, esto nos estaría indicando su
existencia, probablemente, a la época anterior a Los Lupaka o durante el
periodo de los Tiwanakus. De la variedad de chullpas se observan por lo menos
tres tipos de bases: Cuadrangular, Cónica, Tumbas colleradas.
Con respecto al Complejo Arqueológico de Tanka-Tanka pocos se han ocupado de estudiarla. El historiador puneño Sr. Enrique Cuentas Ormachea textualmente dice lo siguiente: "Tanka-Tanka semeja una fortaleza pre-inca, presenta tres hileras de murallas que encierran el cerro. Las moles empleadas en la obra, los contrafuertes y algunos otros detalles semejan mucho esta fortaleza con Sacsayhuaman. En la cumbre se observan restos de algunas viviendas y chullpas, al pie y fuera de los muros de la fortaleza se observa esta clase de construcciones en mayor numero, aunque hay una trocha carrozable por la que puede transitar un jeep. A no dudarlo este es uno de los grupos más importantes de Zepita".
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UNA VISITA A TANQA TANQA EN TIEMPOS IDOS
Escribe: José Romero Manrique
En Juli Eterno Nº 71
E |
vocar, es volver a vivir momentos del ayer, lleno de gratos recuerdos allá en la tierra que nos viera nacer, en el maternal y común regazo de chucuiteños: las pampas altiplánicas de la provincia de belleza incomparable, donde los enhiestos nevados perfilan su torvo seño, altivo y salvaje como desafiando a los siglos, mientras se mece junto a ellos el lago de topacio y esmeralda. Allá donde los relámpagos tamborilean en el dorso de las montañas…Paisaje de dulce añoranza que se prende en las pupilas del recuerdo.
El camino carretero era tortuoso, trasmonta por llanuras hasta la cuesta de Huapaca, de allí a las pampas de Arakachi. Desde la lejanía se divisa un montículo rocalloso que se sitúa en la vasta planicie. Nos acercamos, y como las ruinas de pasadas edades tienen para mí un indecible encanto, no pude menos que extasiarme en su contemplación.
La ciudadela-fortaleza pre inca, se levanta sobre los farallones rocosos de un cerro estratégicamente ubicado. Ostenta seis murallas construidas con grandes pedrones no pulimentados ni unidos como en Sacsayhuamán, pero adosados de acuerdo a su cara natural, uniendo los bordes de unos con otros, de acuerdo a sus formas, para obtener una superficie pareja. Son murallas que cumplieron sus fines; muy bien adosados, con portones y escalinatas, todo con eficiente disposición. Entre la segunda y tercera muralla, puede notarse los vestigios de una gran construcción. Debió ser un gran torreón, un adoratorio, o algo así. Los vestigios muestran que fue de muy regulares dimensiones.
Su configuración impresiona sobremanera. Muestra mucha solidez en su estructura; pedrones quebrados a golpes que desde aquellos siglos a la fecha siguen resistiendo los embates del tiempo y los elementos naturales.
No tienen la técnica de la arquitectura inca, no; empero es tan sólida como aquella. Existen chullpas en pie y por doquier se esparcen piedras, restos de cerámica y osamentas que el sol, las lluvias y el tiempo van destruyéndolas inclementes.
La simetría de los murallones es admirable. Hacia los flancos noreste y sureste, éstas se adosan perfectamente a los farallones que les sirven de basamento. Se notan vestigios de viviendas y la cúspide de la fortaleza misma remata en un precipicio inaccesible.
Hallarse en estos sitios hacen que el alma y el pensamiento se remonten hacia otras dimensiones de tiempo, a las pretéritas edades en que semisalvajes hordas de guerreros luchaban al fragor de sus primitivas armas teñidas en sangre, en medio de un griterío ensordecedor capaz de erizar los cabellos al hombre más templado de coraje. Aquellos combates cuerpo a cuerpo debieron ser terriblemente sanguinarios.
Según algunos estudiosos, estas ruinas pertenecen a la época del desarrollo del Tiahuanaco, cultura ciclópea cuyo centro tuvo asiento no lejos del lugar (40 kms más o menos) hacia el oriente.
Haciendo una comparación con las ruinas y chulpas existentes en otros sitios; se deduce que hay de dos tipos. Las primeras, construcciones que existen en Kellojani y Esqueña (Acora), que no son muy elevadas y la calidad de la piedra no muy bien pulimentada. Las segundas que son menos antiguas como la de Sillustani, Cutimbo, Kalakota y Wilakollo, cuyas características son: mayor altura, formas y cornisas bien definidas, algunas de ellas con figuras talladas de reptiles, felinos, batracios y simios estilizados.
Sobre los carcomidos flancos de estas construcciones, ha pasado el soplo incesante de siglos. ¿Cuánto tiempo hace que estas ciudadelas estuvieron habitadas? Posnazky les da diez mil seiscientos años; Max Uhle apenas quince siglos antes de la era incaica. ¿Qué pueblos construyeron esas moles? ¿Fueron Pakasas o Pakajakes, los hombres águila o los Lupakas o Lupihakes hijos del sol, con su legendario caudillo Katari?.
Junto con los siglos enmudeció el grito de guerra de esas gentes y la noche del misterio oscureció esa verdad, empero, no puede dudarse que perteneció a la estirpe Kolla Aymara. Se dice que a Tanka tanka también se le denominó Kallakawi (vocablo aymara que significa: “Donde se adiestran a los guerreros”).
Lo circundan dorados pajonales y por doquier se divisan los rojos cresteríos de Pavita de peñones areniscos. El viento helado de la pampa, el lejano llanto del Pucupucu y la soledad, sobrecogen el espíritu y, al caminar, al transponer aquellos umbrales de los líticos portones, no se puede menos que imaginar cómo vivió ese pueblo allí donde hoy sólo reina el silencio. En ese lugar, los ingenieros nativos levantaron y erigieron estas maravillas, verdadero bastión de los indómitos aymaras, un hito más de la prehistórica grandeza de incalculable valor arqueológico.
Retornando de estos monumentos, bajamos a un sitio de gratísimo verdor, casi inmediato al penúltimo murallón. Allí existía un manantial de bullente y dulcísima agua cristalina, fresca y vivificante que brota de las entrañas de Pachamama. ¿La puso alguna divinidad india como Moisés en el Peñón del desierto?. Aquellos hombres debieron haber adorado estas aguas que ese día la bebimos con verdadera delectación…algo de ancestral veneración inundó nuestros espíritus.
Proseguimos viaje con el firme propósito de volver allá algún día.
Hoy que han pasado los años, releyendo aquellos apuntes y sumido en gratos recuerdos, evoco aquel viaje y al hacerlo, me pregunto: Podrán alguna vez el hombre y la ciencia desentrañar los misterios que encierran Tiawanaco, Tanka tanka y todos aquellos monumentos que erigieron los titanes indios?. Tal vez sí, y si así fuera, quisiera yo estar presente. <:>
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