SOBRE LA FIESTA DE LA CRUZ (*)
ALASITA, CÓMPRAME
Escribe: Guillermo Vásquez
Cuentas
E |
n muchas ciudades peruanas y bolivianas ubicadas en el
amplio ámbito aymara de la meseta del Collao y en diversas fechas del
calendario gregoriano, se celebra la feria de “Alasitas”, aunque en
buena parte de los casos –como en la ciudad de Puno- se ha hecho coincidir esa
fiesta con la Fiesta de la Santa Cruz, el 3 de mayo de todos los años.
El “personaje”
central de “las Alasitas” es el idealizado “equecco”, “eqecco” o ekkecco
(de alguna forma hay que escribirlo) cuya pequeña imagen en bulto, de no más de
30 centímetros, representa a un hombrecillo retaco y regordete, de tez blanca
–más española que mestiza- y negrísimos bigotitos y cejas, que por lo general,
viste pantalón pegado, camisa con chalequito, chullo colorido y ojotas
devoradoras de las grandes distancias collavinas. El ekkecco anda siempre
cargado a más no poder, de buen número de bastimentos, vituallas y diversidad
de objetos útiles a una existencia despreocupada por lo necesario; por ello, en
el mundo mágico religioso de los aymaras, es tenido como el propiciador de la
abundancia de medios que todos desearían alcanzar en la vida..
Para atender la demanda siempre creciente de suplementos
(y complementos) destinados a mantener e incrementar la calidad y la cantidad
de los objetos que componían la carga habitual de los ekkeccos, el ingenio y el
arte popular del hombre del altiplano se orientaron al trabajo y fábrica de una
diversidad cada vez mayor de objetos en miniatura, que con el tiempo,
excedieron largamente esa demanda inicial, rebasándola y ampliándola hacia
otros temas de la vivencia cotidiana en cuanto a la satisfacción de necesidades
materiales, siempre bajo el signo recurrente de la miniaturización. ¿El
mercado?: Las ferias de “las Alasitas”.
Ekkecco, ¿Tunupa?
En base a esos datos se deduce que el ekkecco y su
indisoluble relación con la fiesta de la Santa Cruz, vienen a ser un producto cultural –como
tantos otros- del proceso de la indigenización de lo español o si se quiere, de
la aymarización del cristianismo.
Porque hay que tener muy en cuenta que los aymaras, así
como todas naciones y etnias del antiguo Perú, si bien tuvieron que aceptar la
cristianización de su espacio vital, tanto natural como sobrenatural, no
admitieron la sustitución de su propio mundo sagrado, sino que la concibieron y
aplicaron como una forma de integración o fusión de las manifestaciones de ese
su mundo con elementos o manifestaciones de la cultura occidental traída por
los españoles. Para poner un ejemplo muy puntual, diremos que aceptaron poner
cruces en los techos de las casas al momento de estrenarlas o inaugurarlas,
pero agregaron a la cruz varios elementos propios de su mundo mágico religioso,
como la culebra, símbolo del rayo o deidad “Illapa”. Este mismo fenómeno de
transculturación, mixtificación, amalgama cultural o como se llame según la
teoría que se maneje, se hace patente en el caso del ekkeco y la compra-venta
de miniaturas en la Fiesta de la Santa Cruz que, como se dijo, se celebra en
muchos pueblos del altiplano.
Orígenes de la Fiesta
A mediados del siglo XVI en Europa ya existía la “fiesta
de la Cruz” o del “Descubrimiento de la Cruz” que se celebraba el 3 de mayo. En
España, al generalizarse esa fiesta, “en muchos puntos del país, los “mayos”
o árboles y varales de mayo de las plazuelas y caminos habían sido substituidos
por la cruz, que se festeja ese día” (N. Maldonado: “La religiosidad
popular de España”. 1975: 36)
En una de las primeras monografías publicadas sobre los
aymaras, el etnólogo inglés David Forbes, señaló en 1870 que la Iglesia,
después de la conquista, introdujo en su calendario festivo algunas fiestas
nuevas, aparentemente para sustituir fiestas autóctonas: "Este parece
ser el caso con la 'Fiesta de la Cruz', celebrada en La Paz en los días 3 y
siguientes de Mayo”, afirmó. En sus inicios –aporta Alfonsina Barrionuevo (Los Dioses...111)- el
culto al ekkecco se mantuvo en secreto hasta que en el siglo XVII se mostraron
públicamente imágenes de él en la misa que mandaron a hacer los fundadores de
La Paz a principios de dicho siglo.
Desde esos ya lejanos tiempos, la fiesta de la Cruz, en
el marco de la urdimbre cultural Aymara-española, se ha hecho popular y se la
celebra anualmente en todas las regiones del mundo aymara. Muchas informaciones
indican que su celebración tiene su origen en la zona aymara de Carabuco, en la
actual Bolivia, lugar en el que, según
la historia relatada muy detalladamente por el cronista de Copacabana, Ramos
Gavilán (Sanz, Rafael, 1867. Cap XXVII a XXX) se encuentra la conocida Santa
Cruz de Carabuco, después de haber sido llevada hasta allí desde el Titicaca en
donde la dejó Tunapa, su creador.
No es posible establecer aún desde cuándo en la ciudad de
Puno se celebra el “cruz velacuy” o la fiesta de la Cruz, en la que se
abre paso el ekkecco y su apasionante mundo de miniaturas. Sí sabemos que la
tradición es muy fuerte y de eso da cuenta el anecdótico hecho ocurrido hace
algunas décadas en la comunidad de Chinchera en Chucuito, Puno, cuando los
sacerdotes Maryknoll intentaron intensa pero vanamente poner fin a la
celebración de la Fiesta de la Santa Cruz bajo el argumento, aparentemente
erróneo, de que ella no formaba parte del calendario católico romano
oficial.
Del Aymorai a la fiesta de la Cruz
Forbes, antes citado, sostiene que esta fiesta de la Cruz
"es evidentemente sólo un reemplazo de la gran fiesta llamada Aimoray
que los Indios celebraban en este mes antes de la llegada de los
españoles". Esta fiesta de mayo fue, claramente, una fiesta de los
primeros frutos y de la abundancia, expresada ésta con el mismo nombre de la
fiesta. Bertonio (Vocabulario...1612, II: 28) dice: "Aymuratha: Henchir
el costal hasta la boca y es una hanega" y "Aymura: Vn
costal lleno" (id. Il: 29). El cronista agustino Antonio de la
Calancha (Crónica Moralizada...1976 [1638]: 851) presenta esta fiesta de la
siguiente manera: "El sexto mes se llama Hatuncuzcu i Aymoray,
que corresponden a Mayo, sacrificavan cien carneros de todas colores, i
aziase el festín desde sus sementeras asta sus casas, cantando i pidiendo a los
ídolos les conservase las comidas, i multiplicase los bienes, i azen una
pequeña troje donde ponen del maiz o semilla mejor para su ídolo Mamaçora, i lo
adornan con cunbi, es de gran nombre la fiesta del Almoray".
La Fiesta de la Santa Cruz y las “Alasitas”, (incluida,
desde luego, la poderosa atracción de las “chiquiticosas”) tan caras a las
experiencias de niñez de los puneños de todos los tiempos y de muchos lugares
del departamento de Puno, constituyen ahora parte imprescindible del conjunto
de valores que componen la dimensión cultural antropológica de la puneñidad.
(*) Lima, abril de 2002.
LAS
MINIATURAS
Escribe: Guillermo Vásquez
Cuentas
Revista ALASITAS N° 18,
MAYO 2017
Miniaturas: patrimonio cultural
Por Resolución
Viceministerial Nro. 156-2016-VMPCIC-MC fechada en Lima, el 30 de noviembre de 2016,
emitida por el Viceministerio de Patrimonio Cultural e Industrias
Culturales del Ministerio de Cultura, se
declaró como Patrimonio Cultural de la Nación a las Ferias de Alasitas y
Miniaturas del Altiplano de Puno, región Puno. Hay mucho escrito sobre
Alasitas, lo que no ocurre así con las “miniaturas”.
La
Resolución Viceministerial en referencia contiene en sus numerosos
“considerandos” amplia argumentación sobre las razones que informan la
declaratoria oficial, pero ella se centra casi exclusivamente en la feria de
las Alasitas y el Ekeko sin sustentar consideraciones que apoyen aquella
decisión gubernamental declarativa en el caso de la “miniaturas”, las que solo
son citadas de paso, sin tratamiento histórico o descriptivo alguno, pese a ser
uno de los dos elementos sobre los que recae dicha declaratoria.
Qué son
las miniaturas
Un
examen de lo que los diccionarios registran como Miniatura, nos hace ver que
originalmente se denominaba así, tanto a las letras y dibujos en tinta o
pintura roja (“minius”) que usaban
los ilustradores del medioevo en encabezamientos y márgenes de los manuscritos,
como a las pequeñas pinturas insertadas en obras pictóricas de mayor tamaño. El
significado que en la actualidad se atribuye al término, como obras de arte o
artesanía de pequeñas dimensiones, aparece como muy posterior.
Dejando
de lado los significados pictóricos o gráficos del vocablo en el idioma
castellano y a fin de mantenernos dentro del tema, señalemos que el Diccionario
de la Real Academia de la Lengua española, define a miniatura como un “objeto
artístico de pequeñas dimensiones”.
Más explícito Word Reference señala que es “un objeto de arte de pequeñas
dimensiones y delicadamente trabajado” y que es también “la reproducción de un
objeto en dimensiones reducidas”.
Las cosas miniatura son pues, réplicas de un objeto cuyo tamaño
regular o normal es, obviamente, mucho más grande. Los objetos pequeños por lo
general son graciosos, divertidos, causan una suerte de ternura. Constituyen
estrictamente un “doble”, una reproducción en pequeño, un modelo a pequeña
escala, de aquel o aquellos objetos de reales dimensiones que se desea llegar a
poseer en el futuro variable.
En aimara “miniatura” ha sido traducido
como Jisk’aptata, es decir
empequeñecido, achicado, reducido; derivado del adjetivo jisk’a, pequeño, chico, al que se añade el sufijo ptata, convertido en…pequeño, en este
caso.
Miniaturas en Alasitas
Las Alasitas, fiesta-mercado surgido históricamente del contexto
cultural aimara, comprende una gama apreciable de elementos, como por ejemplo
el “pago” a la pachamama”, Ch’allas, illas, yatiris, ekeko, sahumerios y otros,
que en Puno aparecen cada 3 de mayo.
Probablemente, el origen de las miniaturas
se encuentra en la antigua necesidad de hacer que el Ekeko tenga capacidad de
cargar en mayor número y diversidad, las vituallas y artículos que llevaba en
su vida trashumante. Para que eso sea posible había que achicar, empequeñecer,
miniaturizar los objetos que componían el bagaje benefactor.
Tradición, innovación y salvaguardia
Fabricar, elaborar las miniaturas demanda arte, es decir la
aplicación de ciertas habilidades y destrezas, con la finalidad de mantener lo
tradicional, lo auténtico y al mismo tiempo innovar, desarrollar. Es por esto
que cada año aparecen en el mercado puneño de la Avenida Floral, junto con lo
conocido, una serie de nuevos utensilios y pequeñas cosas con remozados
diseños.
Frente a todo ello, la necesidad de que Puno cuente con un Museo
de Miniaturas, como tienen muchas ciudades del mundo, debería ser atendida por
los organismos públicos competentes encargados de efectuar el “seguimiento
institucional de su desenvolvimiento y salvaguardia, de ser el caso”, como la
reza la Resolución Viceministerial indicada al inicio. Ellos tienen la palabra.
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