200 AÑOS DE POESÍA Y REBELDÍA
Alfredo Herrera Flores
Lunes 14 de diciembre de 2015. Tomado de Fcebook.
Hacia finales del siglo 18, las colonias españolas en
América alimentaban las ansias de independencia con una serie de sucesos
políticos, intelectuales y violentos que rápidamente fracasaban. Pero estos
acontecimientos, que se propagaban rápidamente como noticias esperanzadoras
para unos y trágicas para otros hasta los rincones más alejados del continente,
no eran más que semillas que brotarían luego como sendos levantamientos y
rebeliones que a la postre derivaron en la deseada independencia, que varios
países celebran ya, a estas alturas de la historia, como el bicentenario de su
rompimiento con España o como el nacimiento de la república.
En medio del fragor de batallas perdidas, las ideas
libertarias y los nervios de los reyes españoles, en Arequipa, una ciudad
criolla al sur del Perú, nacía el tercer hijo de los once que tuvieron don Juan
de Dios Melgar y Sanabria y doña Andrea Valdivieso y Gallegos: Mariano Lorenzo.
Corrían los días de agosto de 1790, cuando nació y fue bautizado quien solo 24
años después habría de morir fusilado por las tropas realistas, hace 200 años,
y con el tiempo sería conocido como Mariano Melgar, el poeta revolucionario
precursor de la poesía peruana y prócer de la independencia.
El 2015 se cierra con el recuerdo de esta gesta heroica
mezclada con el fervor sentimental de un joven que escribió poemas en una época
en que aún no se había inaugurado una literatura nacional en el Perú, que
además todavía no había nacido como país y cuya producción literaria se
limitaba a unos cuantos poetas que escribían versos españoles, o españolizados,
emulando a los epígonos del siglo de oro español.
La historia de Mariano Melgar es singular. Nacido en una
Arequipa que Flora Tristán describiera como pacata e hipócrita, y que con el
tiempo se autodenominaría como “república independiente”, y además hermosa en
arquitectura y paisaje, pronto destacó como precoz niño inteligente y hábil
para las letras y los números en las aulas del convento de San Francisco. Según
una biografía del poeta publicada este año por José Gabriel Valdivia en
Arequipa, la apremiante situación económica de la familia hizo que el padre de
Mariano solicitara una capellanía a favor de su hijo, lo que le fue concedido y
motivó muy pronto que el futuro prócer se decidiera por el Derecho y los
hábitos.
La literatura peruana le debe mucho a Mariano Melgar; las
continuas ediciones de su obra, los estudios académicos y la difusión que se
intenta hacer cada vez con mayor entusiasmo, son una muestra de su vigencia.
Desde los 17 años, cuando ingresa al seminario San Jerónimo,
hasta los 20, en que viaja a Lima, Mariano Melgar demostrará sus capacidades
intelectuales asumiendo discursos y cátedras, traduciendo del latín a poetas y
dramaturgos, y escribiendo su tesis doctoral sobre la “Independencia o
personalidad de las naciones”, lo que reconocen sus maestros, condiscípulos y
colegas. Pero la mayor inspiración literaria fluirá movida por el amor, además
un amor no correspondido. Así, ante el primer fracaso escribiría unos sentidos
poemas a “la cruel Melisa”, nombre tras el cual escondió, o protegió, el
verdadero de su frustrado amor, y luego vendría el definitivo amor, tampoco
retribuido, de María Santos Corrales y Salazar, quien pasaría a la historia de
la sociedad y la literatura peruanas como “Silvia”.
Esta decepción hizo que el joven poeta se refugiara en la
poesía y la música. Dicen que se le veía pulsando la guitarra e improvisando
sentidos versos a ritmo de yaraví, una tonada triste y lenta propia de la zona
de la sierra peruana y que provenía del antiguo harawi quechua, que entonaban
los antiguos peruanos como letanías u oraciones. Mariano Melgar es reconocido
también como fino cultor del yaraví, y de hecho varios de sus poemas amorosos
titulan como tales.
De aquella etapa dramática quedan muchas elegías y una
extensa epístola dedicadas a “Silvia”. En sus versos se lamenta:
Mi amor ansioso, mi fatal cadena,
A ti me trajo con influjo fuerte.
Diré: “Ya soy feliz, mi dicha es plena”.
A ti me trajo con influjo fuerte.
Diré: “Ya soy feliz, mi dicha es plena”.
Pero, ¡ay!, de ti me arranca cruel mi suerte;
Este es mi cruel dolor, este mi duelo;
En verdad busqué vida, y hallo muerte.
Este es mi cruel dolor, este mi duelo;
En verdad busqué vida, y hallo muerte.
Mejor hubiera sido que ese cielo
No volviese a mirar y solo el llanto
Fuese en tu ausencia todo mi consuelo.
No volviese a mirar y solo el llanto
Fuese en tu ausencia todo mi consuelo.
La poesía melgariana, que se encasilla en general como
romántica, no solo asume esa temática, sino que además utiliza un lenguaje que
marca drástica distancia con el estilo que desde España se imponía como ideal,
de moda o correcto. Melgar, que estudia seriamente el lenguaje culto, se
expresa con su habitual forma arequipeña de entonces, casi pueblerina,
cotidiana y sencilla. Este es, entonces, uno de los principales argumentos para
definir la poesía de Melgar como propia del Perú, más aun de un Perú lejano al
centralismo limeño, desde donde, hasta hoy, se piensa que se imponen las ideas,
los temas y estilos literarios.
Los libros que se han editado, y reeditado con ocasión del
bicentenario de su muerte, han logrado reunir 180 composiciones de Mariano
Melgar, entre epístolas, glosas, elegías, odas, fábulas, canciones y yaravíes.
Algunas de ellas se publicaron en revistas de la época, pero la mayoría se
conservaron en dos cuadernos manuscritos que se publicaron a pocos años de su
inmolación.
Es comprensible, la decepción amorosa empujó a Melgar a
refugiarse en la soledad en un valle cercano a Arequipa, pero no amilanaron su
interés por las ideas libertarias. Aunque algunos consideran que la fatalidad
amorosa motivó la decisión de unirse a las fuerzas patrióticas y otros
argumenten que el clima revolucionario de la época inevitablemente asimilaría a
un joven inteligente creyente de la independencia, lo cierto es que el joven
Mariano Melgar no tuvo mucho tiempo para llenar más páginas de poesía.
La rebelión de Túpac Amaru II en el Cusco, que marcaría el 4
de noviembre de 1780 el inicio del proceso libertario promovido por los
indígenas, acabaría trágicamente el 18 de mayo del siguiente año, cuando el
líder andino fue decapitado luego de que no pudieron descuartizarlo tirando con
caballos de sus cuatro miembros; antes debió presenciar la muerte de su mujer,
sus hijos y sus principales colaboradores. Pero el grito de libertad se había
dado, y otros sectores de la población siguieron el ejemplo. La madrugada del 3
de agosto de 1814, otra vez en Cusco, los hermanos José, Vicente y Mariano
Angulo se levantan en armas, tropas provenientes de los vecinos poblados de
Puno, Abancay y Arequipa estaban en camino para unírseles, formando un corredor
militar patriota que se mantendrá, ahora con fines comerciales, culturales y
políticos, hasta hoy.
Mariano Melgar se enrola en las tropas rebeldes y con 24
años es nombrado auditor de guerra y comandante de artillería, bajo el mando de
Mateo Pumacahua, viejo militar que antes había vestido el uniforme realista. En
las frías pampas del altiplano puneño, en la zona de Ayaviri, se encuentran los
ejércitos realista y patriota y se preparan para la batalla, a pesar de que
antes se había ofrecido y negociado rendiciones. Luego de un desigual
enfrentamiento, la madrugada del 11 de marzo de 1815, el poeta Mariano Melgar
era fusilado junto a sus compañeros de armas e ilusiones.
Esa fecha ha marcado una muerte, un tránsito y un
nacimiento. Mariano Melgar se inmolaba en nombre de la patria y el sueño
legítimo de la independencia, pero la historia continuaba y nuevos
levantamientos de producían en América hasta el 9 de diciembre de 1824, cuando
luego de que el libertador Simón Bolívar y el general San Martín resolvieran
las campañas libertadoras en el Perú, se libraba la batalla definitiva en las
pampas de Ayacucho, sellándose así la independencia de América del Sur, y nacía
la literatura peruana con el legado poético de Melgar, una obra breve pero
intensa en emoción amorosa, de profundo lirismo al enfrentar a decepción, culta
desde la formación expresión del poeta y propia por el sentimiento local con
que se enfrenta el amor y el patriotismo.
Desde entonces, las figuras literarias y patrióticas que
representa Mariano Melgar no han podido opacarse entre ellas, por el contrario,
es importante la tradición poética que se ha desprendido de su obra, que
perdura hasta hoy, y no menos importante es su legado de patriotismo, que ahora
se lee ejemplar. La literatura peruana le debe mucho a Mariano Melgar; las
continuas ediciones de su obra, los estudios académicos y la difusión que se
intenta hacer cada vez con mayor entusiasmo, son una muestra de su vigencia.
Alfredo Herrera Flores
Escritor
y periodista peruano (Lampa, 1965). Estudió periodismo y literatura en Arequipa
y tiene estudios de maestría en literatura latinoamericana, mención estudios
culturales, y en comunicación para el desarrollo. Ha obtenido el Premio Copé de
Oro de Poesía, en 1995, y el premio nacional de poesía convocado por la
Municipalidad de Paucarpata, el mismo año. Ha publicado los libros de poesíaEtapas
del viento y de las mieses (1986), Recital de poesía (Flordecactus
editores, 1990), Elogio de la nostalgia (con prólogo de Pablo
Guevara, Lluvia Editores, 1995), Montaña de jade (Premio Copé
de Oro de Poesía, Ediciones Copé, 1996), Mares (Lago
Sagrado Editores, 2002), El laberinto (2008), Coca
(2009), Mare nostrum (Universidad Nacional del Altiplano,
2013), Mar de la intensidad (Cascahuesos Editores, 2014), el
cuento Rosario a las seis (2005); otros textos y artículos
periodísticos se han publicado en varios países en revistas y diarios impresos
y electrónicos. Ha ocupado diversos cargos en la administración pública y
ejerce la docencia universitaria. Mantiene la columna El barco ebrio y
el blog La silla prestada donde reflexiona sobre literatura,
periodismo, política y cultura.
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